Aquí cambiamos de tema ¡de buenas a primeras!

Feeds RSS
Feeds RSS

viernes, 30 de julio de 2021

Historias y leyendas de la catedral de Burgos.

El pasado 20 de julio fue el VIII centenario del comienzo de la construcción de la catedral de Burgos. Muchos burgaleses podrían contarnos multitud de curiosidades sobre ella. Algunas son históricas y otras se enmarcan en la leyenda. Si queréis saber por qué se tuvo que construir la Escalera Dorada, cómo llegaron los restos del Cid y doña Jimena hasta allí, qué pasó con el castillo o queréis oír la romántica leyenda que rodea al Papamoscas… seguid leyendo.

Catedral de Burgos.

Una catedral románica y unas escaleras rotas:

Restos románicos de 
la antigua catedral.

Burgos tenía una catedral románica donde, según se narra en El Cantar del Mío Cid, el guerrero se detuvo a rezar antes de partir al destierro. Pero esta catedral se fue desmantelando conforme se iba construyendo la actual en un nuevo estilo que revolucionó la arquitectura: el gótico.

Debido a que la catedral se encontraba a los pies del castillo y este en una colina, había que salvar un desnivel de 8 metros desde la calle del barrio alto hasta la del barrio bajo donde se encontraba el mercado. Así que se construyó una escalera por la que transitaban toda clase de personas, animales y mercancías que cruzaban la catedral a cualquier hora del día. Era el atajo. Imaginad la catedral de Burgos llena de gallinas por allí alborotando (aunque no sería la única del Camino de Santiago en tenerlas, ya que en la actualidad podemos encontrarlas en Santo Domingo de la Calzada… “donde cantó la gallina después de asada”… pero esa es otra historia). Con el paso de los años la escalera románica estaba tan deteriorada que se caía a pedazos así que se idearon diversas soluciones que no gustaron a nadie, hasta que se encargó el trabajo a Diego de Siloé. El resultado fue tan esplendido que no pasó mucho tiempo hasta que se cerró al público, para preservar aquella magnífica escalera imperial embutida milagrosamente en un espacio tan pequeño. La fama de la Escalera Dorada voló por encima del tiempo y en el siglo XIX Garnierd visitó Burgos para inspirarse en ella y construir, a gran escala, la escalera de la Ópera de París.

Aunque la catedral románica se desmanteló al construirse la gótica, aún quedan restos visitables en los sótanos.

Escalera Dorada.

La leyenda del Papamoscas.      

Una de las cosas que más interesa al visitante de la catedral de Burgos es el famoso Papamoscas y su compañero el Martinillo. Este autómata es, en realidad, un reloj que salió de un taller veneciano, probablemente en 1519. El personaje abre y cierra la boca al dar las horas y debe su nombre al pájaro papamoscas cerrojillo que permanece con la boca abierta esperando que entren las moscas para comérselas.

Cuenta la leyenda que el rey Enrique III iba todos los días a rezar a la catedral. Una mañana reparó en una bella joven que oraba frente a la tumba de Fernán González y, al verla salir, la siguió hasta su casa. Cada día el monarca acudía para realizar su plegaría y para ver a la muchacha. En una ocasión la joven dejó caer un pañuelo a sus pies y él lo recogió entregándole el suyo a cambio, pero sin atreverse a hablarle. La desconocida se marchó con un triste lamento y nunca más volvió. El rey, entristecido por su ausencia, acudió a la casa de la joven y descubrió que allí no vivía nadie desde que sus moradores murieron de peste años antes. En recuerdo de aquel desdichado amor, Enrique encargó que se fabricara un reloj con los rasgos de su amada.

Esto no puede ser más que una imaginativa historia que se ha ligado al Papamoscas de manera ilógica, pues este autómata no tiene aspecto de bella muchacha, sino de diablillo y no hay coherencia histórica en el relato porque Fernán González nunca estuvo enterrado en la catedral de Burgos y el autómata es muy posterior a la época de Enrique III. Lo que sí es cierto es que este personaje ha asombrado a numerosos viajeros que lo han reflejado en sus diarios y que durante siglos ha inspirado coplillas populares que se cantaban en la ciudad.

Víctor Hugo visitó Burgos con su familia cuando contaba diez años de edad. Su madre relataba que se había quedado asombrado con el Papamoscas. En 1845 repitió el viaje para reencontrarse con lo que más le fascinó de Burgos: la figura del Cid, la catedral y el Papamoscas.

Benito Pérez Galdós contaba siempre que no se avergonzaba de seguir encantado con el Papamoscas aunque ya no fuera ningún niño. Y tanto debió gustarle que lo cita en sus Episodios Nacionales y en Fortunata y Jacinta.

Una de las canciones populares termina diciendo:

Porque no es el Papamoscas/ el que solo hace la fiesta, / también los que estáis abajo/ y tenéis la boca abierta.


Leonardo da Vinci, quizás.

La Magdalena.
La capilla de los Condestables es una de las más hermosas muestras de arte de todos los tiempos y es un tesoro en sí misma, pero también contiene, a su vez, otros tesoros. Uno de ellos es el cuadro de La Magdalena que durante mucho tiempo se atribuyó al mismísimo Leonardo da Vinci, pero que hoy sabemos que es de Giovanni Pietro Rizzoli, uno de sus discípulos.

Cuando los soldados franceses encontraron a El Cid:

En el monasterio de San Pedro de Cardeña se encontraban enterrados los restos del Cid y doña Jimena. Dice el Cantar del Mío Cid que allí fue donde Rodrigo dejó a su mujer e hijas cuando partió a la guerra. No fue la primera tumba que tuvo Rodrigo Díaz de Vivar, pero parecía que sería la definitiva. Allí le presentaron sus respetos Isabel la Católica, Felipe II y Felipe III. Parecía que al fin, el Cid y doña Jimena descansaban en paz… hasta que llegaron las tropas napoleónicas. Los franceses conocían el Cantar del Mío Cid y además la obra Le Cid de Pierre Corneille estrenada en 1636 había hecho ganar mucha popularidad al héroe en el país vecino. Contaban que en su sepulcro había grandes riquezas, por lo que los soldados no dudaron en profanarlo y repartirse sus huesos. Se pudo recuperar… lo recuperable, porque aún andan pululando restos por media Europa.

Escultura del Cid (Burgos).

Escultura de doña
Jimena (Burgos).
El propio Alfonso XII tuvo que intervenir para recuperar alguno de los huesos que poseía un príncipe alemán y estuvo presente cuando los llevaron al Ayuntamiento de Burgos. De ahí, en acto solemne el 21 de julio de 1921, fueron trasladados a la catedral de Burgos donde parece que ya podrán descansar en paz don Rodrigo y doña Jimena, aunque no estén sus osamentas completas. En la preciosísima Puerta de Santa María (Burgos) se guarda un radio del Cid y en la Real Academia Española de la Lengua se conserva un fragmento de su cráneo (en recuerdo de que fue un personaje histórico, pero también literario) desde que en 1968 Camilo José Cela consiguiera recuperarlo. En las actas de la RAE de ese año se detalla como los académicos le llevaron tan preciado presente a Ramón Menéndez Pidal en su 99 cumpleaños.

La retirada de las tropas napoleónicas:

De los desastres que causaron los soldados napoleónicos en España sería para hablar largo y tendido. Y no solo en nuestro país, claro. Ya contamos como acabaron con una costumbre milenaria en Venecia.

En Burgos robaron todo lo que pudieron. Pero algo insólito iba a suceder el día que debían retirarse de la ciudad. Las tropas napoleónicas colocaron más de 1000 bombas en el castillo para volarlo como “regalo de despedida”. La mañana del 13 de junio de 1813, los burgaleses despertaron con una inmensa explosión. El castillo había saltado en pedazos y la onda expansiva había destruido la mayor parte de las vidrieras de la catedral, varias de sus estatuas y la techumbre de algunas iglesias cercanas. Ningún burgalés murió, pero cuando se acercaron a las ruinas del castillo descubrieron que cientos de franceses habían perecido bajo los escombros al calcular mal las cargas y el tiempo de detonación. Solo una docena se salvaron y consiguieron huir mientras las tropas españolas entraban en Burgos.

Arco de Santa María
(una de las antiguas puertas de la la ciudad).

El Santísimo Cristo de Burgos:

En la capilla del mismo nombre se encuentra la imagen de un Cristo Crucificado en madera policromada con articulaciones, pelo natural, recubierto de piel de bóvido y uñas de pergamino. A sus pies tiene tres huevos de avestruz traídos desde África por un comerciante como exvoto. El Cristo data del siglo XIV pero los burgaleses le otorgan mayor antigüedad, probablemente porque con anterioridad había otra imagen en lienzo en su lugar.

Cuenta la leyenda que un mercader prometió decorar la iglesia a los Agustinos de San Andrés si le tenían presente en sus oraciones y volvía con bien de Flandes. Durante el viaje de regreso le sorprendió una terrible tormenta. Cuando todo volvió a la calma, el mercader descubrió en las aguas un cajón que contenía una urna de cristal con un Cristo dentro. Se lo llevó a los Agustinos y en su iglesia  permaneció ganando la fama de milagroso. Los devotos aseguraban que le crecían el pelo y las uñas. También decían que lo habían visto sangrar, lo que es posible, puesto que tenía una calabaza en el costado que se llenaba con algún líquido rojo.

Santísimo Cristo de Burgos.
La devoción al Cristo de Burgos se extendió por toda España y muchos países de Hispanoamérica (incluso existe una copia en Lima, Perú). Cuando los reyes acudían a Burgos, lo primero que hacían era orar ante la imagen y alguno, como Isabel la Católica, quedó realmente impresionado por su realismo.

El Señor de Burgos fue llevado a la catedral tras la desamortización de Mendizábal. Nunca salió en procesión.

El mal estado de la talla hizo que tuvieran que suspenderse los actos religiosos que llevaban siglos celebrándose. Aun así, tuvieron que restaurarlo a pesar de la oposición de muchos. Todo salió bien y se aprovecharon los estudios para hacer una copia fiel del Cristo. Con ella se escenifica el Descendimiento cada Viernes Santo en la Plaza de Santa María y se celebran otros actos litúrgicos, recuperando así las antiguas tradiciones que rodeaban al Señor de Burgos, mientras el original permanece protegido en la catedral.

Grabado de la puerta de Santa María con la catedral al fondo.

© MJ texto y fotografías (excepto el grabado de la puerta de Santa María propiedad del museo de la catedral de Burgos).

miércoles, 14 de julio de 2021

La catedral de Burgos. VIII centenario.

Contemplar el exterior de la catedral de Burgos, adentrarse en ella, pasear por sus naves, descubrir la capilla del Condestable, la Escalera Dorada, las vidrieras de irrepetibles colores, las asombrosas bóvedas estrelladas, los luminosos claustros y los restos románicos del sótano es llenarse de admiración. Eso fue lo que me ocurrió cuando la visité en 2016. La catedral de Burgos me parece la más hermosa del mundo.

Vista de la catedral de Burgos desde el puente de San Pablo.

Peregrino.
Sus características agujas del siglo XV, obra de Juan de Colonia, se distinguen desde diversos lugares de la ciudad. Pero para ver la catedral de cerca lo más recomendable es la plaza del Rey Fernando donde también encontrarás un banco con la escultura de un peregrino que nos recuerda que Burgos siempre fue parte importante del Camino de Santiago. La imagen icónica es la portada de Santa María que se encuentra en la plaza del mismo nombre. Quizá allí alguien te cuente las leyendas que rodean la historia de este precioso monumento.

Vista de la catedral desde la plaza del Rey Fernando.


Burgos ya está celebrando el VIII centenario de su catedral declarada Monumento Nacional en 1885 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, la única en España en serlo por sí sola, sin que se incluya en un conjunto arquitectónico. Además de ser la cumbre del gótico del país y modelo de otras catedrales, es basílica, parte del Camino de Santiago y del Camino del Cid y uno de los edificios emblemáticos de Europa. En ella han trabajado grandes artistas como Juan, Simón y Francisco de Colonia o  Gil y Diego de Siloé y en ella se han inspirado Pérez Galdós, Víctor Hugo, Alejandro Dumas y Bécquer, entre otros escritores.

Interior del claustro.

Burgos tenía ya en el siglo XI un templo románico construido en la loma de una colina, entre el cerro del castillo y el río. Pero la importancia de la ciudad hizo que se decidiera construir una nueva catedral sobre él, en un estilo jamás visto en España pero con el que se estaba edificando en Francia: el gótico.

El día 20 de julio de 1221, con el beneplácito del rey Fernando III, el obispo don Mauricio coloca la primera piedra de la nueva catedral de Burgos.

Catedral de Burgos desde la plaza de Santa María.

Los maestros franceses que iniciaron la obra fueron bastante rápidos. En 1230 tiene lugar la primera consagración de la parte construida y se comienza a demoler la edificación románica. Para 1260 ya se consagra todo el templo bajo la advocación de Santa María la Mayor. Durante los siglos siguientes se amplia el edificio original y sigue construyéndose capillas hasta el siglo XVIII. Aún hoy se han proyectado unas nuevas puertas en estilo contemporáneo de Antonio López que han resultado muy polémicas.

La parte más llamativa del interior del templo es el cimborrio. El original se derrumbó una madrugada de 1539 azotado por fuertes vientos. El que podemos contemplar es fruto de la maestría de Francisco de Colonia y Juan de Vallejo que lo construyeron entre los años 1540 y 1568 y es donde encontramos esas bóvedas caladas tan impresionantes, consideradas las más bellas de todo el Renacimiento español. Felipe II dijo de ellas que “más parece obra de ángeles que de hombres”.

Bóveda estrellada y calada.

Lápida.
A los pies del cimborrio está la lápida de jaspe rojizo con una inscripción en letras doradas fruto de Menéndez Pidal bajo la que descansan parte de los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador, y de su esposa doña Jimena que fueron trasladados allí con gran ceremonia el 21 de julio de 1921. Se cumplen 100 años de aquel acto solemne.

Cerca del cimborrio se encuentra el coro de madera de nogal tallado en estilo renacentista y que contiene el sepulcro del obispo don Mauricio.

La más importante de las diecinueve capillas con que cuenta la basílica es la de la Purificación o de los Condestables construida por Simón de Colonia a finales del siglo XV en estilo gótico flamígero y considerada una de las obras cumbres de su siglo en toda Europa. Lo que más asombra a cuantos entran en la capilla es su maravillosa bóveda estrellada, calada y acristalada.

Capilla de los Condestables.

Las primeras vidrieras que se vieron en la Península Ibérica fueron las de Burgos, primero en el monasterio de Las Huelgas y después en la catedral que posee uno de los conjuntos vidrieros más importantes del país. La realizan los maestros franceses en el siglo XIII que, además, convierten a Burgos en uno de los más importantes centros de fabricación de vidrieras de la Edad Media. Desgraciadamente, la voladura del castillo de Burgos por las tropas napoleónicas en 1813, hace que la catedral pierda gran parte de las vidrieras, aunque aún se conservan las originales de la fachada del Sarmental con su impresionante rosetón y dos óculos en la puerta de Santa María.

Rosetón original del siglo XIII de la fachada del Sarmental.

Otros de los hitos de la catedral de Burgos es la Escalera Dorada. En la Edad Media el desnivel de ocho metros entre la calle y el suelo de la catedral fue solventado por una escalera románica que era muy transitada por los burgaleses que atajaban por allí para ir desde el barrio alto al mercado menor y por los peregrinos del Camino de Santiago. Esta primitiva escalera quedó muy deteriorada y el obispo encarga la construcción de una nueva a Diego de Siloé. Influenciado por sus estudios en Italia, el artista idea una escalera de 39 escalones que comienza en un tramo recto, se bifurca en dos brazos y tiene dos rellanos que pueden ser utilizados de púlpito. La entrada de la escalera está protegida por dos dragones de piedra y toda ella rematada con una barandilla de metal sobredorado. Así se construye entre los años 1519 y 1523 una escalera imperial única en España, obra maestra del Renacimiento e inspiración directa de Garnierd para su famosa escalera de la Ópera de París en el siglo XIX.

La Escalera Dorada lleva mucho tiempo cerrada 
y solo puede contemplarse como obra de arte.

En la catedral se rinde culto al Santísimo Cristo de Burgos, una imagen muy venerada en diferentes regiones de España y Latinoamérica. Es una talla de madera policromada que muestra a un crucificado con brazos y piernas articulados y pelo natural del siglo XIV, aunque las leyendas le otorgan mayor antigüedad.

El Papamoscas debe
su nombre a un pájaro.
Y para terminar este homenaje a mi catedral favorita, tengo que hablar de una atracción turística que deja a los visitantes con la boca abierta, como su protagonista, el autómata de 1519 fruto, probablemente, de algún taller relojero veneciano. Me refiero al famoso Papamoscas y a su ayudante el Martinillo. Unos minutos antes de que den las horas, ya hay una multitud a los pies del templo, esperando que el Papamoscas abra y cierre la boca con cada campanada. El personaje, de aspecto tan grotesco que algún obispo ha querido retirar, ha llamado siempre la atención hasta el punto de inspirar canciones populares y ser mencionado en obras de importantes escritores.

Claustro.
© MJ Fotografías y texto.

Si quieres saber más cosas lee: "Historias y leyendas de la catedral de Burgos".