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jueves, 30 de marzo de 2017

Diario de viaje: Albufeira, Lisboa y Cascais II. Llegada a Lisboa y visita a su catedral.

El enfado del GPS

Al día siguiente pusimos rumbo a Lisboa. Nos habían dicho que los peajes en Portugal eran muy caros, así que intentamos evitarlos. Lo intentamos y lo conseguimos de tal manera que nuestro viaje se alargó más de lo previsto en carreteras secundarias, campos de olivos, detrás de camiones españoles (gallegos para ser más exactos) y puestos de fruta y verdura sembrados aquí y allá, con un solitario campesino esperando que algún coche parara para comprarle la mercancía. El sol nos acompañó todo el viaje y se colaba por la ventanilla incidiendo en mi brazo. Cuando llegamos a Lisboa el antebrazo lo tenía totalmente quemado.

Si el GPS nos hizo perdernos en tierras andaluzas, en Portugal nos fue del todo efectivo y hasta imprescindible. ¡Pobres viajeros los que no llevan un buen GPS! La voz femenina nos guiaba con enorme precisión, recalculando rutas cuando nos saltábamos algún desvío y enfadándose cuando nos equivocábamos. Hasta el momento yo pensaba, ilusa de mí, que la ventaja de un GPS frente a un copiloto estribaba en que el acompañante humano podía enfadarse si nos equivocábamos un par de veces y llegar a la ira si nos perdíamos, pero aquel día descubrí que los GPS también se enfadan. Es curiosa la forma de enfadarse del pequeño ordenador de a bordo, no suspira, no se queja, no bufa, no grita… pero te repite constantemente lo mismo, una y otra vez, como echándote en cara que te has pasado la salida correcta, te lo dice tanto y tan seguido que incluso, en tu humanidad (que no en la de él), te parece que hay cierto tono de ira en su voz. Después aparece un cartelito que pone “recalculando la ruta”… y eso ya es  como si te culpara de tu ineptitud de tal manera que hasta te entran ganas de disculparte.


Los puentes de Lisboa


La entrada a Lisboa está muy bien pensada. Por lo que pudimos comprobar hay tres puentes para entrar, dos larguísimos, bonitos y llamativos, que están al comienzo y al final de la ciudad y un tercero que está en un pueblo que hay que atravesar entero hasta llegar, después de varios kilómetros a paso de tortuga, a la capital. Los dos maravillosos puentes que te abren las puertas de Lisboa son de pago, un pago por el que poco menos que podrían ponerte una alfombra roja. Pero ambos son impresionantes. Por el que entramos, el Puente Vasco da Gama (el más largo de Europa) hacía una curva sobre el río Tajo y te daba la bienvenida a la ciudad. Vale la pena pagar la autopista de peaje que lo antecede.


Sobre el Tajo debo decir que es un río que nunca me había llamado la atención, que siempre, en mi imaginación, estaba por debajo del Guadalquivir y el Ebro en el “ranking” de ríos, pero que en Portugal tienen un inmenso cariño y todo lo bautizan con su nombre: el Tejo. Mi primera impresión fue que aquello no era el Tajo. No, no, no podía serlo. Aquello era como un mar del que a lo lejos puedes alcanzar a ver la otra orilla. A lo lejos, muy lejos, un Cristo con los brazos abiertos te espera. Las olas se balanceaban bajo el puente y llegaban hasta las dos costas. ¡Ahora va a resultar que el Tajo es tan grande como el Amazonas! Pues no, es el estuario y el Océano Atlántico que penetra en tierra.

Vista del río Tajo y uno de los puentes. A la izquierda, en la otra orilla, el Cristo con los brazos abiertos sobre un alto pedestal.


1999 versus 1979

Llegamos al hotel rápidamente con la inestimable ayuda del GPS (esta vez sin necesidad de que se enfadara). El hotel tenía buen aspecto por fuera y un aparcamiento estrecho y empinado por el que no era nada fácil entrar. En la puerta del hotel había una pegatina que ponía: “Guía Michelín 1999”. El recepcionista era un hombre de edad, uniformado, recto y serio que nos atendió hablándonos una mezcla de castellano-portugués que se entendía bastante bien. Nos entregó una funda que contenía un mando a distancia de TV, una tarjeta de plástico duro troquelada con varios agujeros y otra similar (con los agujeros en distintos lugares) que era la del “cofre”. Cuando vi aquello comencé a temerme lo peor. Mis sospechas se vieron confirmadas cuando entré en la habitación: dos camas de ochenta, una mesita de noche en el centro, un armario antiguo y sin espejo, un escritorio con la encimera de mármol, todo  con aspecto inequívoco de los años setenta y una televisión plana último modelo sobre el escritorio. El cuarto de baño era más moderno, pero conservaba su secador de pelo, con aspecto de  película futurista rodada en los años setenta, que había adquirido ese característico color amarillento del plástico que cubre los monitores de ordenadores viejos. Hay que admitir que el secador era buenísimo porque aún funcionaba. Todo demasiado antiguo  como para que le dieran el distintivo Michelín en el 99, creo que no se lo habría merecido ni en el 89… Pero, al menos, todo estaba limpio.


Nuestra primera intención fue almorzar en un restaurante portugués pero a aquellas horas (las tres de la tarde) todo estaba cerrado o vacío. Pasamos por varias plazas preciosas, con un encanto muy especial y un aire romántico que me agradó mucho. En la esquina de una de ellas encontramos el “Hard Rock Café” y allí almorzamos.



Bienvenido Mr. Marshal.

El primer monumento que visitamos en Lisboa fue la catedral. Pudimos llegar a ella por calles empinadas, ya que la ciudad está sobre varias colinas y hay grandes desniveles entre unos barrios y otros.

La primera impresión fue que era bastante pequeña para una ciudad tan grande, pero es de imaginar que cuando se construyó (en plena edad media) Lisboa no contaba con un elevado número de habitantes.



Aunque tiene muros pesados y fuertes, el gótico se muestra a cada instante en cualquiera de sus rincones. Por las vidrieras entraba una suave luz dorada y los rosetones dibujaban sombras en el suelo. 

Después de recorrer sus naves, justo antes de llegar a la girola, nos encontramos con una taquilla. Intentamos asomarnos para ver si había que pagar solo por ver  el deambulatorio o había algo más. No conseguimos que el empleado soltara prenda. Miramos, intentamos hacernos entender, pero no había manera. En aquel momento un americano, se acercó a la taquilla y sacó un billete de diez euros. El empleado negó con la cabeza al tiempo que le hablaba en portugués. El americano nos dirigió una mirada y nos preguntó, en inglés, si teníamos cambio. Le dijimos que no. Entonces con un gesto generoso entregó el billete de diez euros y señaló que estábamos las tres invitadas. Le dimos la gracias pero no nos atrevimos a entrar todavía porque esperábamos para que Migue pagara su correspondiente entrada y viniera con nosotras. El portugués se quedó algo extrañado por nuestra duda y buscó con la mirada el sujeto de nuestra atención. Migue estaba sentado en uno de los bancos y, aunque le hicimos señas, no nos veía. En aquel momento una turista alta, delgada, rubia y guapa se coló entre Migue y nosotras y se convirtió en el blanco de la mirada del taquillero. Éste, con una sonrisa, nos dijo en portugués que si la “moça” venía con nosotras también quedaba invitada a entrar en el recinto.

- No, señor taquillero, a la “moça” no la conocemos de nada, quien viene con nosotras es Migue, el marido de Mariví.

-¿Marido?

Se ve que aquello no le hizo tanta gracia, la sonrisa se le congeló en los labios y se volatizó su generosidad.

Entramos las tres en el maravilloso claustro gótico. Vale la pena pagar cualquier entrada para ver aquellos arcos y las pequeñas capillas. El patio estaba abierto y cuadriculado debido a una excavación arqueológica. Algunas pasarelas de hierro comunicaban las distintas partes del claustro. Una ventana con arcada gótica daba al exterior. La luz entraba a raudales creando una postal única. Podían verse los edificios opuestos, la ropa tendida de las vecinas y el estuario, el gran estuario.


Volví a cruzarme con “Mr. Marshal” y de nuevo le di las gracias por habernos invitado a tan precioso lugar.

El precioso claustro de la catedral de Lisboa.

lunes, 20 de marzo de 2017

El Festival de Eurovisión y las polémicas de los últimos años.


Todos los años, por una cosa u otra, siempre hay polémica alrededor del Festival de Eurovisión, tanto es así que incluso existe la expresión eurodrama para referirse a ello.

En 2016 fue por la decisión de la cantante y compositora Barei de interpretar su tema Say Yay! íntegramente en inglés. Barei resultó ganadora en el programa Objetivo Eurovisión emitido por TVE con la finalidad de elegir la canción que representaría a España en el Festival de la Canción de Eurovisión. Fue votada como la mejor candidata tanto por el jurado de expertos presentes en el plató  como por el voto del público desde sus casas. En aquella ocasión se presentaron seis finalistas de los cuales, tres iban con canciones en castellano y tres en inglés. Los responsables de TVE dieron la opción a los cantantes que interpretaban sus temas en inglés de introducir alguna estrofa en castellano, pero dejándoles total libertad de decisión. Barei eligió continuar sin incluir ninguna frase en español ya que consideraba que sus influencias y el estilo de su música eran más coherentes con la letra en inglés. Tras su victoria en Objetivo Eurovisión se desató la polémica.

Todos los años surgen las mismas preguntas ¿Debe España presentarse a Eurovisión renunciando a su idioma mayoritario y cantando en inglés? ¿Facilitaría esto alcanzar la ansiada victoria? Los miembros de la Real Academia Española (RAE) lo tienen claro: España debe presentar un tema en castellano.

En varias ocasiones nuestro país ha acudido al festival con una canción con título, estribillo o varias frases en inglés, lo que ha provocado el malestar de los académicos, pero 2016 se convirtió en el año en que, por primera vez, nos presentábamos con una canción sin una sola palabra en castellano. La disconformidad y el descontento de los académicos de la RAE se hacían patentes en las declaraciones de José María Merino que calificó el hecho como un disparate, argumentando que el castellano no es una lengua minoritaria, sino que lo hablan 500 millones de personas en el mundo.

El público manifestó su disgusto en todos los medios de comunicación, porque, aunque la canción había sido apoyada por los españoles, muchos no se sentían identificados con una canción íntegramente en inglés y, los que no tenían soltura en dicho idioma, se quejaban de que no entendían la letra, ni siquiera el mensaje general, y que les resultaba inaceptable no saber de qué hablaba el tema que representaba a su país en el festival de la canción más importante de Europa y uno de los más famosos del mundo. A ello se sumaba que nadie se había preocupado de traducir la letra para que todos la entendieran, ni de presentar el vídeo subtitulado para España, por lo que mucha gente tuvo dificultades para encontrar información sobre la historia que contaba Barei en su famoso tema y se dieron por vencidos, quedándose con la incógnita de qué decía la cantante más allá de su repetido Say Yay!

Otras muchas personas, sobre todo fuera de nuestras fronteras, no alcanzaban a comprender la polémica desatada en España por presentar una canción en inglés. El inglés es el idioma internacional, el que la mayoría de las personas entiende, muchos países (incluida Francia, Alemania y Rusia) han renunciado sin problemas a cantar en sus respectivas lenguas para apuntarse a la modernidad y en inglés se han interpretado las canciones ganadoras del festival en los últimos años. Lejos quedan aquellos tiempos en los que cada país competía en Eurovisión en su propia lengua, llegando, incluso, a estar regulado intermitentemente que así fuera por las mismas bases del concurso, hasta que en 1999 se decidió dejar que cada participante eligiera el idioma de la canción que lo representaba.

Pero si muchos creían que el cantar en inglés daría la victoria o situaría a Say Yay! en el Top Five estaban muy equivocados, pues Barei quedó en el puesto número 22 de 26 países.

http://blogs.formulatv.com/cosas_de_la_tele/festival-de-eurovision-en-que-idioma/

Comprendo la postura y el razonamiento de las personas que no saben inglés o que, simplemente, no se sienten representadas por una canción en otro idioma y comparto la opinión de la RAE. Creo que cada país debería cantar en su propia lengua y, personalmente, considero que las canciones de Eurovisión deberían estar subtituladas para que todos entendiéramos la letra, que es una parte muy importante de la composición.

Respecto al Festival de Eurovisión de 2017, como viene siendo costumbre, TVE ha repetido su programa Objetivo Eurovisión para elegir al representante de este año. Y, como el año pasado, la polémica ha acompañado al ganador. En este caso volvieron a presentarse varios temas en inglés, y TVE mantuvo su recomendación de incluir estrofas en castellano en las canciones. Así lo hizo Manel Navarro, el cantautor catalán que resultó ganador, que había compuesto su tema Do it for your lover completamente en inglés y que decidió mantener el idioma anglosajón solo en el estribillo, traduciendo el resto, cosa que muchos le agradecemos. Junto a él se presentaban Mirela con Contigo, Leklein con Ouch!, Maika con Momento crítico, Paula Rojo con Lo que nunca fue y Mario Jefferson con Spin my Head. Para mí, Paula Rojo fue todo un descubrimiento, y su presencia en Objetivo Eurovisión ha  conseguido que ahondara más en su música y descubriera canciones tan bonitas como Suena a country o El país de Nessie.

La polémica surgió cuando el jurado en plató dio la victoria a Manel y el voto telefónico del público otorgó la máxima puntuación a Mirela, llegando a un empate. Otros años, en situaciones similares, la última palabra la había tenido el televoto, pero en esta ocasión fue el jurado el que inclinó la balanza a favor del cantautor catalán dejando a Mirela, la eterna aspirante (pues la cantante ya ha intentado convertirse en la representante española en Eurovisión en varias ocasiones) en un segundo puesto ante la ira de los eurofans presentes en el plató. La cosa no acabó muy bien, pues los abucheos y los gritos de “tongo” se oyeron claramente, mientras que en las redes se ponía en duda la imparcialidad de uno de los miembros del jurado y se decía que en algún medio había aparecido Manel como ganador media hora antes de que se cerraran las votaciones. El joven, con algún que otro gesto despectivo hacia el público presente en la gala, volvió a cantar Do it for your lover, y se puso fin al programa. Lo que ocurrió después solo ellos lo saben, pero trascendió que nada pudo contener la ira de algunos eurofans y que hubo, incluso, una agresión.

Las redes echaron humo las semanas siguientes con mensajes continuos en contra de Manel, pidiendo que renunciara a favor de Mirela o que se le descalificara por los gestos de desprecio que mostró ante las protestas del público. Muchos eurofans no se sienten representados por él y afirman que no verán el festival este año. Mientras, Manel, continúa con la promoción de su canción y, tras pedir disculpas, ha manifestado su deseo de conseguir el apoyo mayoritario de los eurofans.

España solo se ha alzado con la victoria en dos ocasiones (con Massiel en 1968 y su famoso La, la, la y con Salomé en 1969 y su Vivo cantando). A estas alturas parece casi imposible que volvamos a ganar. Recordemos que dos estrellas reconocidas mundialmente como Raphael (Yo soy aquel, 1966. 7º puesto. Hablemos del amor, 1967. 6º puesto) y Julio Iglesias (Gwendoline, 1970. 4º puesto) no lograron el triunfo. Tampoco lo hicieron las magníficas baladas de Nina (Nacida para amar, 1989. 6ª puesto), Sergio Dalma (Bailar pegados, 1991. 4º puesto) y Pastora Soler (Quédate conmigo, 2012. 10º puesto), ni la impresionante campaña publicitaria y apelación al voto emigrante de Rosa (Europe’s living a celebration, 2002. 7º puesto), ni el ritmo contagioso de David Civera (Dile que la quiero, 2001. 6º puesto). En los últimos 25 años solo hemos rozado la victoria con Anabel Conde (Vuelve conmigo, 1995. 2º puesto).

Con este panorama, aunque me guste la canción, no espero demasiado. Sospechamos que la vecindad y los emigrantes otorgan votos y cuantos más vecinos tengas, más votos obtienes. Y a esto hay que sumarle que las casas de apuestas sitúan a Do it for your lover en último lugar.


http://www.formulatv.com/noticias/60685/turquia-no-participara-festival-eurovision-2017/




miércoles, 8 de marzo de 2017

Día Internacional de la Mujer


No soy una persona partidaria de “celebrar” el Día de… porque esas fechas suelen ser para colectivos “olvidados” el resto del año y que necesitan que se les dé presencia.

El día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, precisamente porque, aunque estemos ya en el siglo XXI y muchas personas crean que se ha alcanzado la igualdad, las mujeres siguen necesitando que se ponga el foco de atención sobre ellas y los trabajos que desempeñan.

Por todos es sabido que a la mujer nunca se le ha reconocido o valorado su trabajo doméstico. Siempre se han ocupado de la casa, la comida, la colada (y no había lavadora), la costura y los niños. Pero a todo esto no se le daba la categoría de trabajo. Y la mujer también ha trabajado siempre fuera de casa. Ya en la prehistoria ellas se dedicaban a la recolección y posiblemente inventaran la agricultura, mientras los hombres cazaban. ¡Y qué les digan a las mujeres del campo que no trabajaban fuera de casa, mano a mano con su padre o su marido para plantar y recoger las cosechas! Y siempre fueron criadas, niñeras y desempeñaron tareas que se consideraban propias de mujeres.

Con la Revolución Industrial empezaron a trabajar en fábricas. Siempre con (aún) peores condiciones laborales (ya eran malísimas  para los hombres), salarios mucho más bajos (entorno a la mitad que un hombre) y largas jornadas, además de la carga suplementaria de llevar la casa, cuidar de sus hijos y sus mayores.

La Revolución Francesa tomó como uno de sus textos fundamentales la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Muchos pensaron que esos derechos del hombre se entendían como universales, sin embargo, dicho documento no se refería a la condición de las mujeres, por lo que ellas sintieron la necesidad de hacer su propia Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana que escribió Olympe de Gouges en 1791.

Mary Wollstonecraft, una de las primeras feministas y autora de Vindicación de los Derechos del Hombre (1791) y Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) diría: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”.

Esta escritora luchaba por la igualdad en la educación entre hombres y mujeres y por que el Estado protegiera a las mujeres de los maltratos sufridos por maridos violentos.

Mary Shelley, la famosa autora de Frankenstein, fue la segunda hija de Mary Wollstonecraft (a la que no llegó a conocer porque murió pocos días después de su nacimiento) y la describía como: “Uno de esos seres que sólo aparecen una vez por generación, para arrojar sobre la humanidad un rayo de luz sobrenatural".

Pese a todos estos movimientos la situación seguiría siendo pésima durante todo el siglo XIX.

El 8 de marzo de 1875 marca un antes y un después en la historia de la mujer trabajadora y crea las bases para que se dedique un día a su recuerdo y su reivindicación. Ese 8 de marzo miles de mujeres trabajadoras de la fábrica textil de Nueva York hicieron una huelga para pedir mejoras en sus puestos de trabajo pero la marcha terminó con la muerte de 120 manifestantes.

En 1908 más de 15.000 mujeres del sector textil de Chicago y Nueva York se manifestaron en esta última ciudad pidiendo la reducción de la jornada laboral, subida de salarios y derecho al voto.

El  28 de febrero de 1909 se conmemora por primera vez en Nueva York el Día Nacional de la Mujer. En noviembre del mismo año comienza la huelga de las camiseras, también conocida como el Levantamiento de las 20.000.

El 19 de marzo de 1911 algunos países europeos se unen a la celebración del Día Internacional de la Mujer. Pero el día 25 de marzo de ese año tiene lugar un terrible incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York y mueren más de 140 mujeres, pues sus dueños habían cerrado por fuera todas las puertas que daban acceso a las escaleras y a las salidas del edificio para evitar posibles robos de las trabajadoras. Este suceso obligó a las autoridades a tomarse en serio las reivindicaciones de las mujeres y provocó un cambio en la legislación laboral.


Poco a poco muchos países fueron uniéndose a esta conmemoración. En España se empezó a celebrar en 1936. Pero no fue hasta 1975 cuando la ONU estableció el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, invitando a todos los países miembros a unirse a esta celebración.

http://ahorasesam.blogspot.com.es/2017/03/dia-internacional-de-la-mujer-origen.html