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viernes, 25 de junio de 2021

“Kathleen” de Christopher Morley.

Los Escorpiones son una pequeña sociedad literaria formada por ocho alumnos de Oxford: siete ingleses y un americano. Cada domingo por la tarde se reúnen para leer sus creaciones, pero en esta ocasión la cosa va a ser diferente. Han decido escribir una novela por entregas y que cada uno de ellos sea el autor de uno de los capítulos. Por su gran imaginación, Kennet Forbes va a ser el primero en tan laboriosa tarea y para ello le han concedido todas las navidades. Pero, como es su costumbre, Forbes deja el trabajo para el último momento. 

Cuando los ocho alegres Escorpiones se reúnen en la habitación, el muchacho tiene listo el primer capítulo de la novela, pero antes de leerlo debe hacerles una aclaración muy importante: el día anterior había entrado en la librería Blackwell’s y, buscando un libro, había encontrado, abandonada sobre una fila de volúmenes, una carta. Sin pensarlo dos veces la había leído. La misiva, fechada el 30 de octubre de 1912, y con la dirección de la remitente destacada, comenzaba enviando al destinatario, Joe, recuerdos de parte de Fred y contando algunas cosas sobre los familiares de la joven, sin dar demasiadas pistas. A Forbes le había parecido una nota deliciosa y Kathleen, su autora, una muchacha encantadora. Entonces se le había ocurrido utilizar a las personas que se mencionaban en la carta como personajes de la novela que estaban a punto de escribir.

El grupo, entusiasmado, acepta la idea. Los alegres amigos deciden que no se mencione a ningún otro personaje que no salga en la carta y que deben basarse en ella para crear las personalidades y las situaciones de su novela.

Así pues, con estás ideas en la cabeza, escuchan el primer capítulo que ha escrito su amigo y deciden los turnos de los siguientes en contribuir con sus relatos a la creación de la historia donde Kathleen y Joe serán los indiscutibles protagonistas.

Pero, conforme va pasando el tiempo, los Escorpiones comienzan a hacerse preguntas y formar conjeturas sobre las personas reales que aparecen en aquella carta perdida, hasta el punto de que los celos hacia Joe se hacen patentes y la idea de conocer a la verdadera Kathleen cobra cada vez más fuerza.

Justo antes de las siguientes vacaciones deciden que ya que saben la dirección de Kathleen, Bancroft Road, 318 en Wolverhampton, viajarán hasta allí para intentar conocerla. El ganador de la “gran aventura Kathleen”, como la han denominado, será aquel que consiga entablar conversación amistosa con la muchacha, ganarse su confianza y lograr que acepte una invitación para las regatas de Oxford.

Ya en el viaje en tren, Blair queda prendado de una muchacha que ve subirse en una de las estaciones. Cuando llegan a Wolverhampton, la joven baja a la par que ellos y Blair está lo suficientemente cerca como para verla subir a un cabriolé y oírle decir la dirección al cochero: Bancroft Road, 318. ¡Es el primero en ver a la verdadera Kathleen! Y le parece aún más bonita y encantadora que en su propia imaginación. Dispuesto a todo por entablar amistad con la joven, hace sus averiguaciones y descubre que su padre es historiador, así que envía un falso telegrama de parte de Joe pidiéndole a Kathleen que reciba a su amigo John Blair investigador de la historia de Wolverhampton. Ni que decir tiene que el padre de Kathleen se muestra entusiasmado ante la idea de tener a otro estudioso de su localidad con el que compartir sus notas y descubrimientos y, es así como Blair consigue una invitación para cenar en casa de Kathleen. Pero con lo que no cuenta el joven americano es con la astucia y perseverancia de sus compañeros que, cada uno por su cuenta, también están dispuestos a valerse de las más graciosas estratagemas para conseguir colarse en la casa de Kathleen.

La editorial Periférica nos trae esta magnífica traducción de Ángeles de los Santos, de una divertida novela de enredo sorprendentemente inédita en castellano hasta 2016.  La historia está ambientada en los años previos a la Gran Guerra en la Universidad de Oxford, un lugar que Morley conoce muy bien porque estudió allí tres años. En ella, a través de diálogos inteligentes y situaciones cómicas, se nos muestra el ambiente estudiantil de aquella época, el Oxford donde los estudiantes son atendidos por un criado en sus propias habitaciones, se preparan cenas y reuniones de amigos, se crea, se estudia y se vive plácidamente, protegidos del frío y la lluvia con estufas de carbón y risas cómplices.

Es uno de esos libros que se leen fácil y rápidamente, que te hace preguntarte qué pasará pero a la vez no quieres que llegue el final, porque se te hace corto. Sin embargo, por ponerle un pero, diría que me resultó decepcionante que Morley no nos deje leer ese libro que han escrito Los Escorpiones, porque en ningún momento se cuenta que ocurre en él, ni se hacen referencias a la historia que van tejiendo los muchachos en cada capítulo. Solamente al principio, cuando se establecen las reglas, se mencionan los personajes con los que contarán y las impresiones que tienen sobre ellos. Está claro que el relato del club literario carece de importancia, pues lo realmente relevante es cómo empieza la historia, cómo arranca a través del recurso de la carta olvidada y cómo evolucionan los sentimientos de los muchachos hasta convencerlos de que la única opción posible es conocer a la verdadera Kathleen. Y es en esa parte del libro, en la estancia de estos divertidos jóvenes en Wolverhampton, donde comienzan los enredos, los telegramas falsos, los disfraces y las competiciones ante el imperturbable señor Kent, tan complacido de tener con quien compartir su pasión por la historia local, que no se percata del engaño, mientras su hija Kathleen, poco a poco, va desconfiando de las situaciones disparatadas que la rodean.

Esta novela podría haber servido de inspiración, perfectamente, para el guion de una de esas maravillosas películas de enredo del Hollywood dorado y me imagino a Katherine Hepburn como la encantadora Kathleen y a Gary Grant encarnando a Blair. Una pareja perfecta.

Pero la obra guarda un misterio más. ¿Fue Kathleen un personaje o una persona de carne y hueso? A la dedicatoria me remito. Morley escribe: A la verdadera Kathleen, con mis disculpas.

¿Personaje, persona o recurso literario?