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viernes, 29 de diciembre de 2017

El hechizado. Charles Dickens


Como ya hemos visto, el cuento navideño más famoso de todos los tiempos, Canción de Navidad, lo escribió Dickens en 1843, seguido de Las campanas (1844), El Grillo del Hogar (1845) y La batalla de la vida (1846). Durante cuatro años consecutivos apareció en las librerías una obra navideña de nuestro autor. Se había convertido en una tradición propia de las fechas, algo que añadir a esas fiestas que, precisamente él, había ayudado a revivir cuando estaban cayendo en el olvido. Dickens era parte de la Navidad, como ya contamos aquí.

Cada mes de diciembre el público esperaba con ilusión una nueva novela suya y no faltó ninguno de esos años. Pero tampoco faltaron imitadores que intentaron emularle. Las librerías se llenaron de cuentos navideños de otros autores que no consiguieron alcanzar el éxito que solo Dickens había logrado.

Pero él sabía bien lo que era trabajar contrarreloj, estar inmerso en una gran novela y tener que sacar tiempo para crear un cuento navideño a la vez. Y fue por eso que en diciembre de 1847 no salió a la venta ninguna obra suya. Fue el año en el que estaba escribiendo Dombey e hijo y necesitaba concentrar toda su atención y creatividad en ello.

No fue grato para el público prescindir de un nuevo cuento de Navidad de Dickens, pero tampoco lo fue para él que, según sus propias palabras, se sentía “dolido por perder el dinero, pero aún más por dejar un vacio en las chimeneas navideñas que se suponía que debía llenar”.

https://en.wikipedia.org/wiki/Charles_Dickens
"El sueño de Dickens" de Robert William Buss.
Ya tenía la idea en mente, algo muy “fantasmagórico y salvaje”, como contó a sus amigos, pero no fue hasta 1848 cuando escribió El hechizado y el trato con el fantasma. Efectivamente, lo sobrenatural juega un papel indispensable en el argumento de la obra y es un elemento que Dickens considera fundamental. Estaba tan presente en sus obras como los temas de la familia, el amor o la reconciliación que hoy juzgamos típicos de las fechas. Ya había probado a suprimir toda intervención sobrenatural en La batalla de la vida con pésimos resultados.

Con El hechizado iba a llegar más lejos que con Canción de Navidad en la presentación cruda de un protagonista solitario y aislado, un espectro aterrador, una familia pobre en dinero pero rica en amor y un niño salvaje que vuelve a encarnar la Miseria y que ni siquiera tiene nombre. Regresa el Dickens reivindicativo, que defiende a los pobres, que quiere agitar conciencias, que habla de la tristeza y que pone, como eje central de la historia, los recuerdos dolorosos. Este último era un tema de vital importancia para él, ya que consideraba que la Navidad era la fecha propicia para recordar y quiso alertar en esta obra, especialmente religiosa, del peligro que entraña renegar de los recuerdos dolorosos e intentar relegarlos al olvido.  Si a algunos lectores les asustan los fantasmas de Canción de Navidad o la dureza de los hechos narrados en Las campanas, les estremecerá El hechizado.

El hechizado no consiguió repetir el éxito de Canción de Navidad, Las campanas o El Grillo del Hogar, pero tuvo mejor acogida que La batalla de la vida. Y, aunque la crítica reconoció la maestría de Dickens en los retratos de los niños, la mayoría juzgó la novela como demasiado metafísica y un tanto inconexa.

En 1849 no salió ningún otro cuento de Navidad, ya que Dickens estaba totalmente centrado en su famosísimo David Copperfield, pero no se olvidó del tema y desde 1850 publicó relatos y números especiales navideños en sus revistas Palabras de andar por casa y Durante todo el año.

En 1852 se recopilaron los cinco cuentos que escribió entre 1843 y 1848 bajo el título Cuentos de Navidad.

Portada de una antigua edición
 de "Cuentos de Navidad".
Foto gentileza de Ángeles.

Todo el mundo decía que Redlaw estaba hechizado. Era un reconocido profesor de química, de aspecto sombrío y taciturno. Su casa, antaño una gran fundación para estudiantes, se había ido vaciando de objetos y de vida quedando aislada, oscura, lóbrega, repleta de ecos terroríficos y sombras fantasmagóricas.

La historia transcurre durante la época navideña. Redlaw permanece retirado en sus aposentos que se asemejan más a una cripta que a un laboratorio. William, el conserje, le lleva la cena y le da algo de conversación. Tras él entran su padre y la humilde y bondadosa Milly, esposa de William. Hablando con el viejo Philip, Redlaw reflexiona sobre el paso del tiempo y la suma de más recuerdos dolorosos que se convertirán en un tormento hasta que la muerte los borre. Pero el viejo Philip no está de acuerdo con su patrón, pues a sus ochenta y siete años goza de una memoria extraordinaria y no desea olvidar nada, ni siquiera los recuerdos más terribles porque solo con ese dolor presente en el corazón ha podido disfrutar más de los momentos felices y alegres de su vida. Y para finalizar con sus reflexiones, le menciona a Redlaw el retrato de uno de los fundadores de la institución que cuelgan en el gran salón, bajo el cual hay una inscripción en antiguos caracteres ingleses que reza: “¡Señor, preserva mi memoria!”.

Milly le cuenta a Redlaw que ha recogido a un estudiante muy pobre, que está enfermo, solo y abandonado, y lo ha alojado en el piso superior de la modesta casa de los Tetterby, una familia numerosa, que se ocupa de él cuando ella no puede cuidarlo. Su patrón se interesa por el estudiante, le ofrece dinero y se dispone a ir a visitarlo. Pero Milly se lo impide asegurándole que el joven ha prohibido expresamente que él acuda a verlo o lo ayude de algún modo. Luego William relata a su patrón como Milly ha encontrado en el umbral de la puerta a un niño semejante a un animal salvaje y lo ha dejado junto a la vieja chimenea, hipnotizado con una lumbre que parecía no haber visto nunca.

http://www.victorianweb.org/
El fantasma se aparece a Redlaw en
 "El hechizado".Edición de 1848
ilustrada por John Leech.
Cuando Redlaw se queda solo en la habitación, las sombras se condensan tras él y en un proceso fantasmal, un aterrador espectro surge de la nada. El espíritu es una espantosa imagen de sí mismo, con idénticos rasgos y ropas, pero aún más lúgubres y terribles. Apoyándose sobre el respaldo del sillón de su doble humano, con la confianza de haberlo visitado en más ocasiones y de ser su pavorosa compañía, comienza a rememorar, junto al profesor, su pasado. Redlaw fue abandonado en su primera juventud por unos padres que pronto dieron por cumplidas sus obligaciones dejándolo en la miseria. Tan solo el cariño de su hermana, por la que sentía una gran devoción, lo sostuvo para trabajar duro y salir adelante. Estudiaba sin descanso para ascender cada peldaño, para triunfar y reunir el dinero suficiente para darle la vida que ella merecía. En el camino conoció la amistad de alguien en quien depositó toda su confianza y cariño. Entonces, sabiendo que su hermana se había enamorado de su mejor amigo, Redlaw imaginó un futuro juntos, rodeado de sus sobrinos y siendo todos felices. Pero el destino quiso que su amigo lo traicionara y conquistara a su hermana para él, la alejara y ella muriera. Por eso Redlaw se convirtió en un hombre desdichado y sombrío, torturado por los recuerdos de su infortunio.

El fantasma le ofrece utilizar sus poderes para hacerle olvidar su pesar y su mal, suprimir sus recuerdos dolorosos y todo lo que tenga que ver con ellos. El profesor duda, pero acaba aceptando el trato. Al momento descubre que el don que le ha sido otorgado deberá otorgarlo a su vez a cuantos encontrara.

Un instante después de que el fantasma desaparezca, un grito horrible resuena en el pasillo y Redlaw descubre una especie de gato montés, salvaje, agazapado, sucio, harapiento y herido que no es otro que el niño que Milly recogiera esa tarde. Un pequeño de seis años que no tiene nombre, ni sabe lo que es vivir, ni ha recibido un ápice de caridad en toda su existencia.

"El hechizado"
Edición conmemorativa del
bicentenario de Dickens.
Ilustración de Javier Olivares.
Foto gentileza de Ángeles.
Al día siguiente el químico acude a casa de los Tetterby para visitar al estudiante enfermo. No sabe de qué forma se contagiará su don, que él ya comienza a ver como una maldición, e intenta no tocar a nadie. Pero todo es inútil, pues el matrimonio Tetterby y sus hijos comienzan a tratarse con desprecio y furia: al haber olvidado los tiempos de privaciones y penurias, también han olvidado el amor y la unión con los que habían logrado sobrellevarlos.  Redlaw se siente más amargado y rabioso que nunca así que, al descubrir que el estudiante no es otro que su propio sobrino, le desea la muerte. El muchacho, aterrado, es consciente de su propia transformación y le ruega que le libre de la maldición y le devuelva a sus ser. Pero todo es en vano y ya no puede evitar tratar mal a Milly cuando ésta acude a verlo y le dice que si no fuera por la enfermedad y los pesares que está viviendo ahora, nunca valoraría el bien que hay a su alrededor.


Horas después Redlaw tropieza, sin querer, con William y su padre, que inmediatamente empiezan a menospreciarse y ofenderse. El profesor descubre horrorizado como Philip pierde su preciada memoria. Lo único que le queda por hacer es esconderse de la bondadosa Milly, porque ella es la última persona a la que querría contagiar su maldición y suplicar al fantasma que le libere de transmitir el don que le ha otorgado…

martes, 19 de diciembre de 2017

La batalla de la vida. Charles Dickens.


El enorme éxito que Dickens había cosechado con sus libros de Navidad los años anteriores le llevaron a publicar una nueva novela corta en 1846. Se había convertido ya en una tradición y el autor no podía faltar a su cita anual.

Después de Canción de Navidad (1843), Las campanas (1844) y El Grillo del Hogar (1845), llegó La batalla de la vida. Una historia de amor (1846), que junto al posterior El hechizado (1848), completaría los llamados Cuentos de Navidad que se recopilaron en 1852.

La batalla de la vida la escribió en Suiza, en una época en la que el país vivía inmerso en batallas religiosas y, aprovechó para criticar las guerras y calificarlas de absurdas. Al autor le parecen más importantes las batallas del día a día, los sacrificios personales y actos de heroísmo de la gente corriente en el devenir de la vida y así lo pone en boca de sus personajes.

"Cuentos de Navidad".
Edición conmemorativa del bicentenario de Dickens.
Ilustración de "La batalla de la vida" por Javier Olivares.
Fotografía gentileza de Ángeles.

De nuevo el tema del hogar, la familia, el amor, el reencuentro y el perdón se dan cita en esta obra, pero ya no queda rastro de la feroz denuncia social que destilaban Canción de Navidad y Las campanas. Además, esta historia se desarrolla a lo largo de varios años, con lo que solo una escena está ambientada en Navidad.

Falta aquí uno de los elementos favoritos del autor: lo sobrenatural. Aunque le había dado muy buen resultado en sus obras anteriores, donde los fantasmas, duendes o hadas habían poblado las historias desencadenando la trama o dando un giro argumental de vital importancia, decide no incluirlo en La batalla de la vida. Esto resulta perjudicial, como el mismo Dickens reconoció tiempo después.

La obra vendió más de 20.000 ejemplares el día de su publicación, precisamente por el interés que tenían los lectores por continuar la nueva tradición de un cuento dickensiano cada Navidad, pero la obra no colmó las expectativas del público y la crítica le fue desfavorable. Las ventas cayeron rápidamente y la novela fue olvidada en poco tiempo, convirtiéndose en uno de los libros menos conocidos de Dickens.

La historia comienza como los cuentos clásicos: hace mucho tiempo. Y es que hace mucho tiempo, en un lugar rural de Inglaterra, hubo una batalla histórica que tiñó la tierra de sangre. Los combatientes ni siquiera sabían por qué luchaban, pero se dejaron la vida en aquella guerra. Allí, en el campo de batalla, quedaron cientos de cadáveres de hombres y caballos que los vientos barrieron y el tiempo enterró. Pasaron los años y volvió a crecer la hierba, volvieron a sembrarse cosechas que los habitantes del pueblo miraban con recelo. Cada cierto tiempo, el arado tropezaba con vestigios de la contienda, cascos o escudos. Los relatos se transmitían de generación en generación, pero cada vez eran más cortos y parcos en detalles, hasta que se borró toda memoria de lo acontecido y si, alguna vez, aparecía un trozo de metal oxidado, nadie sabía qué podía haber sido o que utilidad había tenido en el pasado.

"La batalla de la vida". Edición de 1866.
Ilustrador C. Standfield.

Sobre aquel antiquísimo campo de batalla se levanta la casa y el huerto del doctor Jeddler, un gran profesional que tiene una particular filosofía de vida: afirma que la existencia no es más que una farsa que hay que tomarse a broma. El viejo viudo vive con sus dos encantadoras hijas, Grace y Marion, y sus dos sirvientes Clemency Newcome y Ben Britain. Clemency, también tiene su curiosa forma de ver la vida y esta se limita a seguir los lemas que llevan escritos su antiguo dedal, “olvida y perdona” y su rallador de nuez moscada, “haz lo que quisieras que te hicieran a ti”.

Grace, la mayor de las hermanas, pese a llevarse pocos años con Marion, ha cargado sobre sus hombros la responsabilidad de criarla como si fuera su propia hija y le profesa un amor incondicional. La jovencita Marion, corresponde a Grace con el mismo fervor y admiración. No hay dos hermanas en el mundo que se quieran tanto como las hijas del doctor Jeddler.

Es el día del cumpleaños de Marion, y las dos muchachas bailan con la música de los artistas que ha contratado su prometido, Alfred Hearthfield. Alfred ha sido pupilo del doctor Jeddler, pero ahora tiene que ausentarse tres años para terminar sus estudios de medicina en el extranjero. Acaba aquí la misión de administrador de la herencia que los padres de Alfred habían encomendado al doctor Jeddler y los abogados Snitchey y Craggs estan presentes para la firma de documentos.

El médico recuerda que tal día como aquel se libró allí mismo, hacía mucho tiempo, una absurda batalla. Alfred afirma que el verdadero campo de batalla es la vida y donde hay que luchar cada día. Después se despide de todos, dejando a Marion bajo los cuidados de Grace, a la que llama hermana, y promete volver para casarse con la jovencita.

Grace y Marion según ilustración de
D. Maclise para la edición de 1866.

Pasa el tiempo y en el despacho de Snitchey y Craggs se encuentra el señor Michael Warden, que hasta el momento había llevado una existencia disipada y derrochadora. Pero el señor Warden está decidido a reformarse y empezar una nueva vida en el extranjero con la mujer a la que ama. Ante el asombro de los abogados, confiesa que se ha enamorado de Marion y que se las ha arreglado para pasar seis semanas alojado en su casa reponiéndose de las, sospechosamente frecuentes, caídas de su desbocado caballo. Alberga esperanzas de que la muchacha esté arrepentida de su compromiso con Alfred y decida marcharse con él. Los abogados se indignan ante los propósitos de Warden, pero resuelven guardar silencio.

Una noche Clemency descubre a Marion hablando a escondidas en el jardín con Warden, pero decide no delatarla ante su familia.

El doctor Jaddle prepara una gran fiesta de Navidad para celebrar el regreso de su futuro yerno. Hay comida, música, luces, adornos y multitud de invitados, entre los que se encuentran los abogados Snitchey y Craggs que ya respiran tranquilos al creer que Warden se ha marchado al extranjero renunciando al amor de Marion.

Alfred llega de su largo viaje en el mismo momento que un grito desgarrador sale de la casa. Es Grace que corre aturdida y desesperada. Cuando Alfred la toma entre sus brazos y le pregunta qué ocurre, la joven cae desmayada. El doctor Jaddle trae una carta en sus manos: Marion se ha fugado, pide perdón y suplica que se respete su decisión inocente e irreprochable. Alfred ve caer la nieve mientras piensa lo pronto que se borraran las huellas de Marion y quizá su recuerdo.


No será hasta seis años después cuando todos conozcan el acto de sacrificio personal y amor incondicional que llevó a Marion a alejarse de su casa y de las personas que más quería... 


domingo, 10 de diciembre de 2017

El Grillo del Hogar. Charles Dickens.


En 1843 Dickens sorprendía a todos con Canción de Navidad y al año siguiente repetía su éxito con Las campanas. En 1845, sabiendo que sus lectores esperaban ansiosos otro Cuento de Navidad que leer y colocar en un lugar privilegiado de sus estanterías, escribe El Grillo del Hogar. Un cuento de hadas sobre la morada familiar. En él vuelve a repetir sus temas favoritos para la Navidad: el hogar, la familia, el amor, el reencuentro, el perdón y lo sobrenatural. Pero en esta ocasión, deja de lado la crítica social (que solo puede atisbarse en unas pocas escenas, como en el hogar pobre y medio derruido de Calep, en el carácter tacaño y ruin del rico señor Tackleton que recuerda al señor Scrooge de Canción de Navidad, o cuando describe los juguetes destinados a las clases altas en contraposición a los de las clases humildes) y se centra en un cuento que retrata el ideal de familia feliz de la época y que logra atrapar a los lectores, de tal forma, que en pocos días se agotaron los ejemplares de la primera edición y salió a la venta la segunda.

https://es.wikipedia.org/wiki/El_grillo_del_hogar
Portada de la segunda edición de "El Grillo del Hogar".

Los personajes están presentados con mucho humor y las escenas cómicas se mezclan con las dramáticas en una estructura prácticamente teatral que se divide en tres cantos. De hecho, la obra fue representada en numerosas ocasiones consiguiendo, en los primeros años, un éxito aún mayor que el de Canción de Navidad y Dickens la leyó en público cuatro veces. Pero no todas las críticas fueron favorables, ya que muchos opinaban que era una historia demasiado sentimental. Su amigo Thackeray salió en defensa del libro contando lo mucho que disfrutó con su lectura.

La historia comienza con el coro que forman un hervidor y el Grillo del Hogar en la casa de los Peerybingle. Aquel es el reino de Mary, a la que su marido llama cariñosamente Motita, una joven bajita, afanosa y risueña. La sigue a todas partes Tilly Slowboy, una hospiciana reconvertida en torpe niñera que suele poner en peligro al bebé de Mary. Estamos a finales de enero y solo quedan tres días para que la muchacha celebre su primer aniversario de bodas con el corpulento y bonachón John Peerybingle,  bastante mayor que ella. John es carretero y esa noche llega helado junto a su perro Boxer y un montón de paquetes que no ha terminado de repartir. Tras una divertida escena, Motita le cuenta a su marido que cree que tener un Grillo en el Hogar es lo más afortunado del mundo y rememora que lo escuchó por primera vez cuando llegó allí recién casada y parecía decirle que John sería el marido más atento y cariñoso del mundo. En realidad, los dos piensan que el otro no se casó enamorado y que rezaba cada noche para aprender a amar a su pareja. 

Entre los paquetes que trae su marido, Motita descubre una caja redonda que guarda una tarta nupcial y se lleva una desagradable sorpresa al saber que es para el próximo enlace del viejo y avaro comerciante de juguetes Tackleton con su amiga de la niñez May Fielding. Entonces, John recuerda que ha recogido en la carretera a un anciano que espera fuera y lo invita a pasar a su casa.

Al poco rato llega Calep Plummer a retirar un paquete. Calep es un hombre menudo, encorvado y arrugado que se dedica a fabricar juguetes para Tackleton por un miserable sueldo. El pobre se lamenta de su suerte, ya que está afligido por la muerte de su hijo Edward, desaparecido en un viaje a América del Sur, y por la ceguera de su hija Bertha. Quien también se presenta allí es Tackleton que viene a recoger su tarta y a invitar a John y Mary a su boda. Disgustado por el canto del Grillo del Hogar, le sugiere a la pareja que lo maten, alegando que eso hace él con los que se cuelan en su casa y aprovecha la ocasión para pedirle al carretero que se reúnan el próximo día para que Motita convenza a May de que va a tener un matrimonio tan feliz como el suyo. John no sabe cómo eludir la invitación y Motita se disgusta al oír a Tackleton confesar que se casa con May por el capricho de desposar a una joven hermosa y que considera que sus parejas son similares, pues ambos se llevan muchos años con sus esposas.

De repente Motita pega un grito, se echa a reír y a llorar sin explicación aparente mientras intenta disimular una furtiva mirada que se cruza con el anciano. El desconocido le pide a John que le alquile una habitación por unos días a lo que Motita, para sorpresa de su marido,  contesta afirmativamente con mucha vehemencia.

Cuando John se queda solo en el salón escucha cantar al Grillo del Hogar, que en realidad era el genio de su casa. Y aunque no aparta la vista del fuego de la chimenea, puede verlo tomando apariencia feérica e invocando numerosas representaciones hogareñas con infinidad de Motitas de todas las edades en actitudes cariñosas.

En el segundo canto nos encontramos en el hogar de Calep Plummer y su hija ciega Bertha. El pobre juguetero vive en una casa desvencijada haciéndole creer a Bertha que todo es bello e idílico, que él es joven y elegante y que su patrón es una buena persona con un humor excéntrico. Aquella forma de aliviar la pena de su hija se la había inspirado su propio Grillo del Hogar. Calep y Bertha trabajan con denuedo para fabricar los juguetes y las casitas de muñecas que Tackleton vende, cada una con los materiales que corresponden a cada clase social a la que va destinada: magníficas mansiones con muñecas hermosas con extremidades de cera y perfectamente simétricas para la nobleza y la alta burguesía, y apartamentos de una sola habitación con muñecas que tienen por brazos y piernas simples fósforos para el pueblo llano.

Tackleton llega a la casa de Calep y Bertha.
Foto gentileza de Ángeles.

Tackleton se presenta en casa de Calep tratando con desdén e impertinencia a su empleado y llamando idiota y loca a Bertha, pero ella le responde con cariño pensando que todo es una broma. Solo ha ido a comunicarles que se unirá al almuerzo que tienen con los Peerybingle para que May disipe todas las dudas sobre su boda. Cuando Bertha se entera de que Tackleton, al que su padre le ha descrito como un amigo bondadoso, honrado y benévolo, va a casarse, no puede evitar llorar con desconsuelo. Calep comprende entonces que, inventando un falso mundo de felicidad alrededor de su hija, solo ha conseguido romperle el corazón.

Como cada quince días Motita lleva un magnífico almuerzo a su amiga Bertha, pero hoy descubre que va a pasar la tarde también con Tackleton, May y su madre. En la velada queda patente que May había rechazado durante mucho tiempo el cortejo del rico juguetero y éste se siente terriblemente incómodo y desplazado en el entorno de los amigos de su prometida.

Tackleton llama en secreto a John para decirle que su esposa le es infiel. Para demostrárselo lo lleva hasta un ventanal desde el que ve como Motita deja que un joven le hable al oído, se ríe feliz y ella misma le ayuda a colocarse el disfraz de anciano que luce en su propia casa. John concluye que es un antiguo enamorado, más joven, que supo ganarse el corazón de Motita como él nunca pudo hacerlo.
John, escopeta en mano, ante la puerta del falso anciano.
Foto gentileza de Ángeles.

De regreso a casa Motita descubre la mirada acusadora de su marido y se marcha llorando. El carretero coge la escopeta y se aproxima a la puerta de la habitación donde duerme el falso anciano. De pronto, la chimenea se ilumina con un resplandor y el Grillo del Hogar comienza a cantar. John suelta la escopeta y se sienta llorando ante el fuego. El Grillo adopta de nuevo forma feérica y, asistido por multitud de hadas, le muestra a Motita buena, inocente y fiel. El carretero pasa en vela toda la noche hasta que llega la mañana de su aniversario y el mismo día que ha escogido Tackleton para desposar a la joven May, sin sospechar el giro que darán los acontecimientos…


sábado, 2 de diciembre de 2017

Las campanas. Charles Dickens.


Después de aquel revulsivo que supuso Canción de Navidad (1843), el público esperaba leer un nuevo cuento de Dickens cada diciembre y eso fue lo que sucedió al año siguiente cuando salió a la venta Las campanas. Un cuento de duendes sobre unas campanas que anuncian el final del año y la llegada del nuevo.

Cuenta John Foster, biógrafo del escritor, que un día recibió una carta de Dickens que solo decía: “Hemos oído el toque de la medianoche”. Ese toque, al que se refería, no era otro que el sonido de las campanas de Génova que llegaban hasta la villa donde se alojaba Dickens (estuvo un año viviendo en Italia) y aquello le dio el empujón para escribir el segundo de los libros que se recopilarían en 1852 bajo el título Cuentos de Navidad. No solo hace referencia a las campanas de una iglesia, sino que, como en Canción de Navidad, también intentan llamar la atención sobre la situación desesperada de los más pobres.

Portada de una antigua edición de "Cuentos de Navidad".
Foto gentileza de Ángeles.


La historia comienza un 31 de diciembre, cuando Toby Veck, apodado Trotty, espera en la puerta de la iglesia que alguien solicite sus servicios como recadero municipal. En aquel lugar especialmente frío y ventoso ve pasar las horas, y desde abajo, observa las poderosas campanas que lo contemplan. La furia del aire lucha por arrancarles algún sonido, pero ellas son tan grandes, tan antiguas, que resisten majestuosas la tempestad en las alturas. A veces Trotty cree que las campanas le llaman y, cuando las cosas van mal, le hablan para darle ánimos y asegurarle que pronto todo se arreglará. Él las escucha atento, pero hace oídos sordos a aquellos que aseguran que las campanas están embrujadas.

Aquella tarde Trotty se siente el hombre más afortunado del mundo cuando ve aparecer a su hija Meg con un plato de callos. No está acostumbrado a comer caliente y se dispone a dar buena cuenta del manjar sentado en las escaleras de la puerta del concejal Cute, mientras Meg le cuenta con gran ilusión que su novio, Richard, le ha pedido que se casen el día de Año Nuevo. El muchacho les sorprende en plena conversación y se une a ellos con alegría. Pero, de repente, Cute sale de su casa junto a dos caballeros que se molestan mucho al encontrarlos allí. Los tres poderosos comienzan a hablar sobre el despilfarro que supone que Trotty coma un plato de callos, pues con la sustancia que se pierde en la cocción podrían alimentarse 500 personas y el recadero empieza a sentirse terriblemente culpable sin reparar que son los caballeros los que se están comiendo su comida. El concejal Cute, al darse cuenta de que Meg y Richard planean casarse, intenta quitarles la idea de la cabeza. Le asegura a Meg que será una desgraciada, que su marido morirá pronto y la dejará con un buen número de hijos que no podrá alimentar y que vagabundearan por las calles y, le advierte, que entonces no se tope con él porque está dispuesto a hacer desaparecer a todos los niños vagabundos de la ciudad y a las madres mendigas, añadiendo que, si en su desesperación intentara quitarse la vida, también se las verá con él porque piensa acabar con todos los suicidas. Después de dejar a Meg sumida en la tristeza, dirige sus palabras a Richard para afirmar que sería una locura casarse, pues desperdiciaría su vida junto a una mujer que en unos años estaría avejentada y le habría dado un montón de hijos que le seguirían a todas partes. La pareja se marcha desconsolada y cuando el recadero va a ser lo propio, Cute le ordena que entregue una carta al parlamentario sir Joseph Bowley. Trotty no se atreve ni a pedirle los honorarios que considera justos por su trabajo. A aquellas alturas, se ha convencido de que los pobres no tienen derecho a existir.
https://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=22617815184&searchurl=tn%3Dcampanas%26sortby%3D17%26an%3Ddickens&cm_sp=snippet-_-srp1-_-image1
Portada de "Las campanas" 

El viejo recadero acude a la casa del parlamentario y allí lo encuentra pagando ostentosamente sus deudas para comenzar el año nuevo libre de compromisos. Bowley regaña a Trotty por haber dejado a deber al casero y en la tienda de comestibles del barrio, y le da un discurso paternalista autoproclamándose amigo de los pobres y presumiendo de su supuesta caridad. Por la conversación, Toby descubre que en la nota que Cute le envía a sir Joseph Bowley queda muy claro que pretende apresar a un tal Will Fern por vagabundo, por lo que, más tarde, cuando se encuentra por casualidad con el señor Fern que le pide que le indique la dirección de Cute para hablar con él y aclarar cierto malentendido, le advierte de las intenciones del concejal. Apiadado del pobre campesino y de la niña que lleva en brazos, su sobrina Lilian que ha quedado huérfana recientemente, y sabiendo que no tienen un techo bajo el que cobijarse, ni nada que comer, los lleva a su pobre casa y comparte lo poco que tiene con ellos.

Por la noche, Trotty escucha sonar las campanas y cree que le están llamando. La cancela que lleva al campanario está inusualmente abierta y el recadero lo interpreta  como una señal para que suba. Ya arriba presencia como un tropel de espíritus sobrevuela la ciudad y los duendes de las campanas salen de sus escondites para presentarse ante él. Aterrado, se ve abajo, tirado en el suelo y comprende que se ha caído de la torre y ha muerto. Pero los duendes le aclaran que han transcurrido nueve años desde entonces, le recriminan la pérdida de su fe en la humanidad y le exhortan a aprender la lección observando la vida de Meg. La joven nunca llegó a casarse y malvive junto a Lilian cosiendo día y noche hasta la extenuación. Lilian maldice su suerte: “¡Cómo puede seguir girando este cruel mundo y soportar ser testigo de semejantes vidas!”. Richard se ha convertido en un alcohólico que pierde los pocos trabajos que consigue y Will Fern vuelve a ser encarcelado en cuanto lo sueltan de prisión. En una de esas ocasiones logra colarse en un banquete en casa de sir Joseph Bowley, en el que también está presente el concejal Cute, y decirles lo que piensa: “Vean cómo sus leyes están pensadas para atraparnos, para cazarnos, cuando nos encontramos en esta posición. ¿Que intento vivir en otra parte? Soy un vagabundo. ¡A la cárcel con él! (…) ¿Que me como una manzana o un nabo podridos? ¡A la cárcel con él! ¿Que al volver de la cárcel, que está a más de treinta kilómetros, pido una triste limosna en la carretera? ¡A la cárcel con él! (…) ¿Quién puede devolverme mi libertad? ¿Quién puede devolverme mi buen nombre? ¿Quién puede devolverme a mi inocente sobrina? Ni siquiera los caballeros y las damas de toda Inglaterra. (…) Proporciónennos, por piedad, mejores hogares cuando aún estamos en la cuna; proporciónennos mejor comida cuando trabajamos para ganarnos la vida; proporciónennos leyes más benévolas que nos ayuden a rectificar cuando nos equivocamos, y no nos pongan siempre delante la cárcel (…)”

Dickens divide la obra en cuatro cuartos, como los cuartos de hora de un reloj, y es el tercer cuarto el más aterrador de todos, no solo por la presencia de los espectros, sino por las escenas terribles que Trotty se ve obligado a presenciar y las desgarradoras circunstancias que llevan a Meg a la desesperación. Y es que, algunos de los acontecimientos que se narran en el cuento, están basados en noticias que salieron en la prensa aquel año y el escritor, en su lucha por los pobres y por la concienciación, no las podía pasar por alto. 

Al final de la historia es el propio autor el que nos habla para hacernos reflexionar sobre el desenlace abierto y es el lector el que debe elegir qué creer: 
“procuren recordar las crudas realidades de las que proceden estas sombras, y en su entorno (…) traten de enmendarlas, mejorarlas y dulcificarlas. ¡Y que así el Año Nuevo sea un Año Feliz para ustedes y feliz para todos aquellos cuya felicidad depende de ustedes! (…)”. 

El cuento de Las campanas no transcurre propiamente el día de Navidad, sino en la Nochevieja y finaliza cuando llega el Año Nuevo, pero, como en Canción de Navidad, Dickens volvió a recurrir al elemento sobrenatural como hilo conductor de la historia, porque éste le parecía un ingrediente indispensable en aquellas fiestas y lo utilizó en casi todos los cuentos de Navidad posteriores, junto al tema de la familia, el hogar, el perdón y el amor.

Richard y Meg bailan en un pasaje de "Las campanas".
Foto gentileza de Ángeles.

Las campanas fue una obra recibida con gran expectación gracias al éxito que tuvo Canción de Navidad el año anterior. Dickens había regresado desde Italia únicamente para hacer una lectura a varios amigos antes de la publicación. Solo estuvo una semana en Inglaterra, el tiempo suficiente para dejarlo todo arreglado para que saliera a la venta. La primera edición fue idéntica a la de su predecesor y contaba, también, con cuidadas ilustraciones, pero esta vez no fueron en color, para ahorrar en los costes de producción.

El libro causó un gran impacto: en las primeras semanas se estrenaron cinco obras de teatro basadas en la historia de Trotty y se vendieron 20.000 ejemplares, todo un éxito. Pero su fama acabó eclipsada por el éxito continuado de Canción de Navidad.

La crítica no fue unánime con Las campanas, mientras unos apoyaban el mensaje social, a otros les pareció que tenía un carácter político demasiado radical.