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miércoles, 25 de noviembre de 2020

La peste del siglo XIV.

 

Aclaraba en un artículo anterior que nunca quise escribir sobre enfermedades, pero el oír, una y otra vez, a los medios de comunicación calificar la pandemia actual como hecho inédito, me asombró y me llevó a investigar sobre las que vivieron nuestros antepasados. Ese es el verdadero origen de esta serie de artículos, a los que he dado un enfoque histórico, no médico.

Creía que todos habíamos escuchado hablar de las que han sido calificadas como dos de las peores epidemias vividas en el pasado: la peste negra (de la que hay multitud de novelas, películas y series) y la gripe española (menos conocida pero mucho más reciente).

Supongo que, en el fondo, occidente se sentía muy seguro pensando en todos los avances médicos y tecnológicos que tenemos  en el siglo XXI y nos creíamos a salvo del ataque de un virus peligroso que colapsara el sistema sanitario. Imagino que por eso las noticias hablaban de algo “inédito”, por lo inesperado.

He decidido dedicarles su propio capítulo porque, después del drama vivido, ambas supusieron un avance para la humanidad.

En el siglo XIV nadie sabía con certeza dónde se había originado la peste. Ante el miedo general, empezaron a buscarse culpables, y los primeros en cargar con aquel peso fueron los judíos a los que se acusaba de haber creado la ponzoña en sus laboratorios y haberla esparcido (cosa totalmente falsa).

Autor Petro Vlasenko. Wikipedia
Restos de la fortaleza
genovesa en Cafa.
Autor de la imagen:
Petro Vlasenko.
Fuente: wikipedia.
De aquel siglo conservamos crónicas que relatan que la peste sorprendió al ejército del tártaro Djani Bek sitiando la fortaleza cristiana de Cafa (actual Feodosia en Crimea) donde había un asentamiento genovés. Y cuentan que antes de retirarse decidió catapultar a sus propios muertos de peste dentro de la fortaleza (lo que sería una de las primeras “guerras bacteriológicas” documentadas).

Actualmente los historiadores defienden que se originó en Asia y pasó a Europa por las rutas comerciales. Los marinos ya llevaban varios años hablando de una epidemia mortal que atacaba China, India y Persia. Muchos dan por cierta la historia del asedio del asentamiento en Cafa, pero creen que la parte del relato donde catapultan muertos es una leyenda y que, en realidad, la enfermedad se habría extendido por toda la zona a través del agua corriente u otros medios naturales. Los marineros y comerciantes europeos, sin saberse ya infectados, huyeron de allí  hacia Marsella y hacia Mesina ciudades por donde entró la enfermedad a Europa.

Los escritos de la época hicieron pensar que era una enfermedad urbana, pero el campo sufría la peste tanto como la ciudad. En todas partes morían familias enteras y había pueblos que quedaban desiertos. Nadie sabía nada de este mal. La gente pensaba que era un castigo divino y que llegaba el fin del mundo, organizaban procesiones y rogativas a todos los santos lo que aumentaba la transmisión. También se hicieron miles de  ritos para intentar ahuyentar el mal y Europa se llenó de danzas macabras de las que hoy tan solo sobrevive, como tradición despojada de su intención de recordatorio, la Dansa de la mort que tiene lugar cada Jueves Santo en el pueblo español de Verges.

Los médicos atribuían la afección a la corrupción del aire y llevaban las conocidas máscaras de la peste, pero nada podían hacer por sus pacientes. Otros decían que el origen era geológico, por movimientos sísmicos o erupciones volcánicas que generaban gases nocivos. También había quienes le otorgaban una causa astrológica por la influencia de los planetas, cometas o eclipses.

Todo el que pudo permitírselo aplicó la misma premisa:

Cito, longe fugeas, tarde redeas. Huye rápido y lejos, regresa tarde.

Aquello podía salvar individualmente, pero contribuyó a propagar la enfermedad hasta los más recónditos lugares. A las autoridades les pareció que la única solución era el confinamiento: primero fueron casas, luego barrios y finalmente poblaciones. Incluso se impidió la entrada de los barcos a los puertos. Fueron los venecianos los primeros en utilizar la palabra cuarentena, por los 40 días que Jesús estuvo en el desierto. Y fue Venecia quien impuso el primer confinamiento completo de una ciudad que tenemos documentado: durante 30 días su colonia en Dubrovnik estuvo en cuarentena en el brote de peste de 1377. Mientras que en la misma Venecia, la Isla de Poveglia, donde se confinaban a los apestados desde época romana, se convirtió en un improvisado cementerio donde arrojar los cadáveres.

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4142221
Mapa de la peste en Europa 1347-1351.
Autor:Andy85719. Fuente: wikipedia


La muerte asaltó a uno de cada tres europeos, o incluso más. Se cree que el continente tenía 80 millones de personas y vio reducida su población a 30 millones tan solo entre los años 1346-1353. Sumando los fallecimientos en el resto de los continentes afectados y las personas que perecieron por el hambre derivada de malas cosechas, campos abandonados y pérdida de la red comercial, se cifra en 100 millones de muertos o incluso el doble.

Hubo que esperar al siglo XIX para que los investigadores descubrieran que la peste la producía un bacilo que portaban las pulgas de las ratas. Y las ratas convivían con las personas en los campos, en los graneros, en los molinos, en las calles, en las casas, en los carros que transportaban el cereal a las ciudades, en los barcos que hacían las rutas comerciales más lejanas… y aquellas pulgas podían estar en cualquiera de las mercancías, incluso en la tela que se compraba para una capa nueva. Al matar a las ratas, las pulgas saltaban a los humanos.

Todos aquellos acontecimientos afectaron a las costumbres y tradiciones. Por ejemplo, se perdió el hábito de sellar un acuerdo con un beso. Pero también creó nuevas iconografías en la pintura, obras de teatro y danzas. La enfermedad y sus consecuencias nos han llegado a través de numerosas narraciones. Petrarca fue uno de los que describió como Florencia fue atacada por la peste que le arrebató a su amada Laura. Otras crónicas de la época narraban hechos terribles y acababan preguntándose si quedaría alguien que pudiera leerlas en el futuro. Petrarca confiaba en que algo tan horrible no se repetiría.

¡Oh, feliz prosperidad, que no experimentará tan abismal tristeza y verá nuestro testimonio como una fábula! Petrarca.

Imagen: casa del libro
Imagen:casa del libro
La famosa obra El Decamerón de Giovanni Boccaccio que narra la huida de un grupo de jóvenes hasta una villa donde se aíslan y pasan su confinamiento relatando cuentos, es una muestra de la gente de ciudad que huía al campo. Pero también los campesinos huían a la ciudad, dejando las tierras abandonadas.

Al cabo de los años, la peste desapareció. El mismo Boccaccio nos cuenta que cuando todo acabó los habitantes de Florencia se volvieron lascivos y disolutos. En todas partes hubo personas que se convirtieron en delincuentes, estafadores y saqueadores.

Pero de aquella terrible pesadilla también surgió un mundo nuevo.  La emigración de los campesinos a la ciudad dejó a los señores feudales sin vasallos. El régimen que había imperado hasta entonces se derrumbó. Los labradores que decidieron permanecer en el campo, pudieron acceder a extensiones medianas de tierras que habían quedado sin dueño, lo que dinamizó la economía rural.

Imagen de dominio público. Wikipedia.
La imprenta dinamizó
la cultura y difundió
las ideas renacentistas.
Imagen de una imprenta
europea del siglo XV.
Dominio público.
Wikipedia.

En las ciudades había mucho trabajo por hacer y poca población. La demanda de trabajadores subió los salarios y nació la clase media. Las zonas urbanas florecieron. La gente quería vivir y legarle a sus hijos un mundo mejor.

La mentalidad cambió. Dios dejó de ser el centro de todo y la sociedad pasó de ser teocéntrica a ser antropocéntrica. Los avances tecnológicos se sucedían: la imprenta, la óptica, la cartografía… Europa se modernizó. El comercio se revitalizó. El arte volvió al gusto clásico y recibió un impulso nunca visto. Las consecuencias de la peste aceleraron, según muchos historiadores, el paso de la Edad Media al Renacimiento.

En aquella ocasión, la humanidad salió reforzada de la tragedia, pero la peste no estaba dispuesta a marcharse y volvió en diversos brotes a lo largo de los siglos. Fueron menos graves que los del siglo XIV, pero también afectó a millones de personas. El mismo Nostradamus prestó sus servicios intentado erradicar la epidemia en la que perdió a su primera esposa y a sus dos hijos en 1537. En Venecia falleció el gran pintor Tiziano, también víctima de otro brote en 1576. Cien años después encontramos  una nueva epidemia que afectó a varios países americanos y que acabó con la vida de Juana Inés de la Cruz en México en 1695. Y fue la aparición de la llamada tercera peste en 1855 la que obligó a la comunidad científica a investigar sobre ella por miedo a repetir la historia del siglo XIV. En el siglo XIX se consiguió descubrir el bacilo y dar con un tratamiento.

Honras fúnebres a Tiziano. Alexandre Hesse (1832).
Imagen de dominio público. Wikipedia.

Lee Historia de las pandemias desde la antigüedad al siglo XXI en estos artículos.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Historia de las pandemias: principios del siglo XXI

Lee Historia de las pandemias: de la antigüedad al siglo XVIII

Lee Historia de las pandemias: el siglo XIX

Lee Historia de las pandemias: el siglo XX

En 2002 hace su aparición el SARS (SARS-CoV) pero no es detectado hasta febrero de 2003. Se extendió rápidamente desde el sudeste asiático a Europa y América afectando a más de 30 países. La OMS desempeñó un papel crucial en el control de la epidemia y coordinó la investigación internacional. Pronto se anunció que las ciudades más afectadas, Hong Kong y Beijing, habían vencido a la enfermedad y en julio del mismo año lo hizo el resto del mundo. La forma de control fue detectar rápidamente los contagios, rastrear las cadenas de transmisión y aislar a las personas infectadas. En los 30 países afectados se contagiaron poco más de 8.000 personas de las que fallecieron 774.

Toda la experiencia acumulada hace comprender al mundo que los virus no entienden de fronteras, y que no importa lo lejos que aparezca la amenaza, en pocas semanas puede recorrer el planeta con un grave impacto sanitario y socioeconómico. Ya habíamos sufrido las consecuencias de la familia de los coronavirus, especialmente dramáticas en el siglo XX, así que en 2005 la OMS insta a todos los países a prepararse ante la posibilidad de la aparición de una nueva pandemia en el futuro. Y ese futuro estaba más cerca de lo que imaginaban…

https://pixabay.com/es/la-tierra-mundo-550157/
La Tierra.
Imagen Pixebay.com

A principios de 2009 se declara el primer caso oficial de gripe A (N1H1) o gripe porcina, también conocida en muchos países como Influenza. Apareció en México y se extendió rápidamente a Norteamérica, dio el salto a Europa y llegó a todos los continentes, pasando a declararse pandemia el 11 de junio de 2009.

Mientras los medios de comunicación se hicieron eco del alto número de contagios, los científicos se dedicaban a buscar tratamientos e investigar una vacuna. El índice de fallecimientos fue bajo, aún así hubo que lamentar más de 200.000 muertes (algunos hablan del medio millón) antes de que el 18 de septiembre de 2010 la OMS anunciara el fin de la pandemia. Para entonces ya había comercializada una vacuna que había superado todas las pruebas, pero llegó prácticamente al final de la pandemia. Actualmente, hay muchos países que en la vacunación anual contra la gripe estacional incluye también en el inyectable la vacuna contra la gripe A.

Solo dos años después, en 2012, surge en Arabia Saudita el MERS (MERS-CoV), otro virus zoonótico más. Esta enfermedad, aunque también tuvo repercusión mediática, lo hizo de manera más limitada puesto que los casos detectados correspondían en un 80% a esta región, aunque llegó a expandirse a 27 países más, saliendo de la zona de Oriente Medio solo en raras ocasiones por viajeros infectados allí. No era una enfermedad altamente contagiosa y los brotes resultaron fáciles de aislar y controlar, al tratarse la mayoría de ellos de familiares y personal sanitario que había atendido casos sin las debidas precauciones. Ese mismo año se dio por finalizada la pandemia con unas 850 víctimas registradas.

Como vemos la denominación de pandemia no responde tanto a la cantidad de contagios y víctimas mortales, sino al número de países que se ven afectados.

La alarma se dispara cuando en 2014 descubrimos una amenaza terrible en África. Realmente no era nuevo, puesto que esta enfermedad llevaba décadas cobrándose vidas muy cerca del río Ébola, pero occidente no le había prestado demasiada atención.  Sin embargo, el brote de Ébola que golpeó Guinea en 2014 y se extendió a Sierra Leona y Liberia era mucho más extenso y mortal que la suma de todos los que se habían dado en África Occidental desde que apareciera en 1976. De nuevo, era un virus muy grave transmitido de animales salvajes a personas y después de persona a persona. La letalidad fue de un 50%, en algunos lugares llegó al 90%. Pero se hicieron esfuerzos para contener el virus, lograr un tratamiento que pudiera aumentar la supervivencia y descubrir una vacuna. La pandemia se dio por finalizada en 2016. Pero desde África se denuncia que los tratamientos no son eficaces, que la vacuna es experimental y que aún siguen los contagios. Ha sido en 2020 cuando las autoridades sanitarias que se ocupan de esta enfermedad dan por contenida la epidemia.

Y llegamos a diciembre de 2019 cuando China notifica al mundo que en Wuhan se ha extendido un tipo de neumonía desconocida. Pronto descubrimos que un nuevo coronavirus, el COVID-19 (SARS-CoV-2) azota al mundo. Ahora los ciudadanos sabemos que se ha empleado el mismo método para intentar contenerlo que con el SARS-CoV (detección rápida de los casos, rastreo de contactos y aislamiento de las contagiados), pero hemos comprobado que, esta vez, no ha tenido éxito.

Con las gripes asiáticas, la de Hong Kong y las posteriores, nadie se planteó restricciones, ni cierres de establecimientos. La gente siguió su vida normal. La economía no debía verse afectada.

Ya hemos hablado aquí de este nuevo coronavirus que fue declarado pandemia el 11 de marzo de 2020. Es mucho más contagioso y mortal que la gripe A y solo se ha conseguido doblegar con confinamientos. Esta vez, los gobiernos del mundo pusieron la vida de las personas por encima de la economía. Durante el siglo XXI la tuberculosis ha continuado siendo la enfermedad contagiosa que más muertos causa en el mundo: un millón al año. El COVID-19 superó esa cantidad en octubre. Actualmente, mediados de noviembre de 2020, se calcula alrededor de 54.600.000 contagios confirmados y más de 1.320.000 fallecidos oficiales.

Ahora sabemos muchas más cosas que en marzo y los tratamientos son más efectivos. El último estudio confirma que se transmite por aerosoles. Tenemos pruebas diagnósticas suficientes, rápidas y fiables. Tenemos mascarillas. Todos conocemos las medidas de prevención y la importancia de los rastreos, de cumplir la distancia social, de huir de aglomeraciones y de ponernos en cuarentena en caso necesario. A pesar de ello, desde septiembre estamos inmersos en la segunda ola, continúan subiendo los contagios y las muertes diariamente. Hemos pasado de las restricciones de movilidad, a cierres perimetrales, cierres de restauración y ocio, toques de queda, cuarentenas y confinamientos en muchos países europeos. Pero continúa habiendo fiestas clandestinas y actos multitudinarios por todo el mundo. Se multa a quienes incumplen las medidas y se viven disturbios en las calles. Se mantiene la discusión entre salvaguardar la salud o la economía, y hay bastantes personas que defienden que hay que convivir con el virus. Seguimos oyendo las burlas de los negacionistas y las teorías de aquellos que creen que todo es una conspiración.

Cartel con protocolo de protección.

Quedó demostrado que al terminar el confinamiento y llegar el verano, el virus no se fue, por más que muchos trataran de fingir que había desaparecido. Y, aún hay gente que cree que el coronovirus se marchará mágicamente con el 2020,  y el 1 de enero de 2021 esta pesadilla habrá terminado. Ojalá. Pero no será así.

Nos queda confiar en los médicos y en los científicos que están desarrollando las candidatas a vacunas. Se está dedicando mucho esfuerzo y dinero en todo el mundo para investigar la enfermedad y hallar la cura. En pocos días hemos sabido de dos vacunas altamente efectivas que podrían estar aprobadas antes de final de año y esta noticia ha esperanzado a todo el planeta. Mientras estas llegan,  debemos seguir las recomendaciones y ayudar dentro de nuestras posibilidades. Y recordar que los seres humanos hemos conseguido sobrevivir a situaciones peores que esta, así que todo saldrá bien.

martes, 10 de noviembre de 2020

Historia de las pandemias: el siglo XX

Lee Historia de las pandemias: de la antigüedad al siglo XVIII

Lee Historia de las pandemias: el siglo XIX

Llegamos a 1918 año en el que aparece la peor pandemia reciente que ha sufrido la humanidad, la mal llamada gripe española. Pero es una pandemia extrañamente silenciada por sus propios protagonistas. Virginia Woolf la comparó en su diario con la peste negra, pero aquella dejó múltiples crónicas, literatura y manifestaciones artísticas y de la gripe española nadie quiso hablar. Sin embargo, es uno de los ejemplos de cómo una pandemia puede cambiar la historia. Y la trataremos más extensamente en otra ocasión.

www.caracteristicas.co/historia/
Imagen de www.caracteristicas.co/historia/

Contemos, por ahora, que surgió en Estados Unidos en 1918 y llegó a Europa trasladada por las tropas norteamericanas que venían a luchar en la Primera Guerra Mundial. España era un país neutral y el único en el que la prensa informaba de la grave enfermedad que estaba atacando al mundo. Los otros países no querían mencionarla porque eso suponía minar la moral de las tropas y dar información estratégica al enemigo. Pero pronto todos los ejércitos se vieron diezmados y aquello precipitó el fin de la guerra.

Esta enfermedad duró dos años en los que se distinguieron tres olas, siendo la de mayor mortandad la segunda (agosto de 1918) cuando la gente, creyéndola desaparecida tras bajar la curva de la primera oleada, salió a la calle en masa a celebrar fiestas, procesiones y manifestaciones ignorando las recomendaciones de huir de las aglomeraciones, usar mascarilla y extremar la higiene. Se estima una mortalidad de entre 50 y 100 millones de personas.

https://documenta360.blogspot.com/2020/05/la-cultura-resfriada-impacto-cultural.html
Titulares de prensa de la gripe española o spanish influenza.
Imagen de la Biblioteca Nacional de España.

Esta no fue la única pandemia que sufrió el siglo XX y que fue silenciada. En 1957 hizo su aparición la gripe asiática (H2N2). Pero la prensa apenas publicó unas pocas notas. Se originó en China en 1957 y se propagó por el mundo hasta 1959 en que se dio por finalizada. Fueron los mismos hospitales y los médicos quienes tuvieron que gestionar esta epidemia.

Sabemos que fue a raíz de la gripe española que las potencias modernas comenzaron a preocuparse de las cuestiones sanitarias y vieron la necesidad de crear una sanidad pública. Precisamente por ello se fundó la OMS en 1948 (Organización Mundial de la Salud).  La OMS se preocupó de crear una vacuna cada año adaptada a las mutaciones de la gripe, pero esto no evitó que  la asiática (variante de la gripe A) se cobrara la vida de un millón de personas.

Johnson Space Center (NASA). Identificador de foto S68-56001
Apolo 8. NASA
Johnson Space
 Center. Wikipedia.
Y si la prensa y la población se habían callado ante la gripe asiática, volvieron a hacer lo mismo en 1968 con la gripe de Hong Kong (H3N2). En menos de dos años se había convertido en una pandemia que recorría el mundo sin abrir ningún telediario, sin que ningún gobierno se preocupara de poner restricciones de movilidad o confinamientos. La gente siguió haciendo su vida normalmente. Los periódicos hablaban de las misiones Apolo o del mayo francés del 68, pero muy pocas noticias trataban de esta enfermedad. De nuevo fueron la OMS, los hospitales y los médicos los que se ocuparon de ello. El Times fue uno de los pocos periódicos que dio alguna noticia de la gripe de Hong Kong, sobre todo porque en 1970 había llegado a Inglaterra y había colapsado sus hospitales con 2.800 muertos por semana y numerosas bajas entre los sanitarios. Fue, precisamente, en 1970 cuando se dio por finalizada dejando un saldo de un millón de víctimas.

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Vista de Hong Kong en 1968.
Imagen de Flickr.

En 1981 se detectaron los primeros casos de SIDA que, como la mayoría de las enfermedades, se transmitió de animal a persona. Al principio se pensó que era un mal que solo sufrían las personas homosexuales o drogodependientes. Esta creencia errónea hizo que el resto de la población no tomara precauciones y convirtió al síndrome en una terrible pandemia. El mismo desconocimiento médico llevó a infectar a personas en hospitales al recibir una transfusión sanguínea tras una intervención quirúrgica o como parte del tratamiento de otra dolencia.  

Dar positivo era sinónimo de muerte y el enfermo quedaba totalmente estigmatizado y rechazado por la sociedad.  El SIDA se llevó a unos 35 millones de personas. Tras muchos estudios y campañas, hoy en día se conocen las vías de transmisión y como evitar el contagio. Gracias al avance en los tratamientos se ha alargado mucho la esperanza de vida del paciente y se ha llegado a convertir en una enfermedad crónica, aunque aún no tiene cura. A pesar de ello, cada año mueren unas 650.000 personas.

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La Tierra, primera imagen tomada por una persona. De U.S. govt.
Nasa. Wikipedia. Dominio público.

martes, 3 de noviembre de 2020

Historia de las pandemias: el siglo XIX.

Lee Historia de las pandemias: de la antigüedad al siglo XVIII

El siglo XIX vivió nada menos que seis pandemias de cólera. La enfermedad apareció en la India y se extendió por el mundo rápidamente. Apenas tuvieron varias décadas de tregua entre una y otra. En la segunda epidemia murieron personajes de la talla de Hegel (Berlín, 1831), Champollion (contagiado en París en 1832) y el rey francés Carlos X (1830) en el exilio tras ser depuesto por la Revolución del mismo año. Pero esta enfermedad logró que por primera vez los países comprendieran que tenían que colaborar entre ellos en materia sanitaria. El cólera llega hasta el siglo XXI en algunos países. A día de hoy existen vacunas y tratamientos muy efectivos que consiguen salvar al 80% de los enfermos.

Clío, musa de la Historia. Arquitectura del Capitolio. Wikipedia. Imagen de dominio público.
Clío, musa de la Historia.
Wikipedia.
Dominio público.
Fue el miedo a que una nueva pandemia de peste asolara el mundo lo que impulsó a los científicos del siglo XIX a investigar sobre esta terrible enfermedad que siempre acababa reapareciendo.  Era una cuestión vital puesto que en 1855 la tercera peste hizo su aparición en China afectando a toda Asia y parte de África y América hasta los primeros años del siglo XX. Se calcula que esta vez murieron entre 10 y 12 millones de personas. Pero consiguieron descubrir al bacilo que la producía (hospedado en las pulgas de las ratas) y dar con un tratamiento.

El siglo XIX también fue testigo de la epidemia de fiebre amarilla. Se cree que la enfermedad fue transmitida en el pasado de los primates a los humanos en África, pero los nativos consiguieron desarrollar la inmunidad. Cuando los barcos llevaron a los africanos como esclavos a América trasladaron la enfermedad y surgieron varias epidemias. Pero la más importante fue la del siglo XIX. Este mal es un ejemplo más de como las epidemias pueden ganar guerras y cambiar la historia. Al principio de ese siglo Haití estaba en plena revolución contra Napoleón. Esta colonia era primordial para Bonaparte que deseaba conquistar Norteamérica, pero se vio obligado a abandonar sus planes cuando  la fiebre amarilla diezmó al ejército francés y tuvo que retirarse del escenario americano, dejando vía libre a unos emergentes Estados Unidos.

Taringa.net post Napoleón en su retirada de Rusia
Imagen: taringa.net


Pero la fiebre amarilla no se detuvo en Haití, donde la población autóctona consiguió resistir, sino que recorrió toda América desde Estados Unidos hasta Argentina o Brasil. Los barcos comerciales que partían hacia Europa, además de las mercancías, trajeron la enfermedad y en ciudades españolas como Cádiz, Málaga o Barcelona se recomendó a la población del campo, aislarse allí y no permitir que las personas de ciudad se quedaran en sus lagares. Las ciudades marítimas comenzaron a evitar que los barcos de Latinoamérica y de Oriente arribaran a sus puertos sin inspeccionar concienzudamente sus mercancías y, en casos sospechosos, hacerles guardar cuarentena. Hubo que esperar a 1881 para que se descubriera que el origen era la picadura del mosquito Aedes.

Otra enfermedad que ha tenido en jaque a la humanidad desde el principio de los tiempos ha sido la tuberculosis, llamada también tisis, plaga blanca, enfermedad de los poetas o mal de vivir. Se han encontrado rastros de ella en restos humanos a partir del Neolítico. Dejó sus estragos en momias egipcias y tenemos tratados de Galeno y otros médicos describiendo como los pacientes morían de tisis. Los árabes ya sabían que se trataba de una enfermedad contagiosa, pero aquello pareció olvidarse, porque en el siglo XVIII, cuando comenzó a propagarse más rápidamente, los médicos decían desconocer su origen y forma de transmisión.

Podríamos establecer el siglo XIX como la época en la que se convirtió en una epidemia. Pero tenía un carácter muy particular. Al principio se creyó que era una enfermedad hereditaria que afectaba a los ricos, y se cebaba con los jóvenes y las mujeres. Se convirtió en el mal de moda y en el que más afectaba a los artistas. Llegaba a decirse que la tuberculosis aumentaba la creatividad y conforme avanzaba se tenían raptos de inspiración denominados “Spes Phtisica” que todos admiraban. El romanticismo idealizó a esas personas de tez extremadamente pálida, esbeltez exagerada, mirada triste y aspecto delicado y casi etéreo. La moda comenzó a ajustarse a estos patrones palideciendo a las mujeres y estrechándoles la figura con un apretado corsé.

https://www.casadellibro.com/libro-la-dama-de-las-camelias/9788493975029/1987239
La dama de las camelias. Alexandre Dumas.
Casa del Libro.

Esta enfermedad dejó sus manifestaciones en el arte: las protagonistas de La Bohème (Puccini), La Traviata (Verdi) y La dama de las camelias (Alejandro Dumas hijo) padecen esta enfermedad. En estos dos últimos casos el personaje está inspirado en Marie Duplessis.

De http://nl.wikipedia.org/wiki/Afbeelding:Traviata.jpg, Dominio público
Cartel de la primera representación de La traviata.
Afbeelding:Traviata.jpg, dominio público. Wikipedia.

Pero la cosa cambió radicalmente a mediados de siglo, cuando se descubrió que la tuberculosis era una enfermedad contagiosa. El miedo se desató, la sociedad rechazó a los afectados y la familia intentaba ocultar su dolencia. Surgieron estadísticas que demostraban que era la primera causa de mortalidad entre los obreros en la segunda mitad del siglo por las condiciones infrahumanas en las que trabajaban y vivían que propiciaban el fácil contagio. Morían uno de cada siete europeos y estadounidenses.

Aunque nos sea imposible estimar el número de muertos que causó a lo largo de la historia, baste decir que en el siglo XIX  y principios del XX, esta enfermedad nos privó de artistas de la categoría de Chopin, las hermanas Brontë, Gustavo Adolfo Bécquer, Clarín, Antón Chéjov o Modigliani.

Koch fue el descubridor del bacilo tuberculoso y su tratamiento (aunque lento y no siempre eficaz, era esperanzador). Lo ensayó en un hospital de Berlín donde acudieron cientos de médicos para estudiar su método. Lo que no sospechaban era que la ciudad se viera rápidamente colapsada por miles de enfermos pidiendo ser tratados. Las autoridades sanitarias tuvieron que tomar medidas y desinfectar los lugares públicos. Entonces se crearon los sanatorios para tuberculosos, normalmente en el campo para que pudieran respirar aire puro y tomar el sol. A finales del siglo XIX las condiciones laborales y habitacionales mejoraron considerablemente y los contagios disminuyeron.  Se descubrió que se transmitía por los aerosoles y que debía mantenerse las ventanas abiertas siempre en lugares interiores. Pero los estudios continuaron en el siglo XX y se encontró mejores tratamientos y la vacuna en 1921, aunque no se utilizó de manera masiva hasta bastante tiempo después.

A día de hoy sigue siendo la enfermedad contagiosa que más muertes provoca al año en el mundo, alrededor de un millón de personas, la mayoría en Asia y África.

De Robert Friedrich Stieler (1847–1908) - alte Postkarte, https://www.basf.com/de/company/about-us/history/1865-1901.html, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=841172
Industria química BASF en Ludwigshafen, Alemania, 1881.
De Robert Friedrich Stieler (1847–1908)
Dominio público. Wikipedia.