Aquí cambiamos de tema ¡de buenas a primeras!

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lunes, 16 de diciembre de 2013

Reflexiones: madrugar.



"Gente, que se despierta cuando aún es de noche y que cocina cuando cae el sol (...)". "Gente". Presuntos Implicados. 

El despertador es uno de esos inventos que nadie echaría de menos. Despertarse con un pitido estridente no puede ser bueno para la salud. Lo natural sería que las primeras luces del día se colaran por nuestra ventana y fueran iluminando suavemente la habitación. Sin embargo no hay casa en la que falte un despertador. Es algo indispensable cuando tus obligaciones no te permiten esperar el amanecer, cuando te tienes que levantar antes que el sol.



Cada “mañana” enciendo las luces con la sensación de que sigue siendo el mismo día, de que me he levantado en mitad de la noche. Por la ventana veo la oscuridad apenas difuminada por unas pocas farolas, todo está en silencio y el resto de las casas siguen en un plácido sueño. Abro la puerta pensando que no me sorprendería que las calles aún no estuvieran puestas. La luz incandescente de las bombillas crea sombras en la acera. Si tengo suerte no habrá ningún tramo apagado. 

Por el camino veo a los basureros terminando su jornada y me pregunto si para ellos sigue siendo ayer todavía. Los barrenderos están en la calle antes que yo, la prensa calentita acaba de llegar a aquel kiosco de la esquina que está levantando las persianas. En la panadería, aún cerrada, ya huele a pan y a dulces.

Bajo por la avenida y me encuentro con una señora en bata sacando al perro, tres ancianos en un banco charlando tan despiertos y un novio que acompaña a su novia a casa. El muchacho va con las manos en los bolsillos y algo mareado, ella con una minifalda y una chaqueta poco abrigada, encogida y charlando sobre la discoteca de esa noche. Me miran extrañados al verme con cara de madrugón y la bolsa térmica con el almuerzo, para ellos aún es "anoche" y no pasará a ser "mañana" hasta que hayan dormido.

En la parada del autobús me encuentro con más personas como yo, con los ojos brillantes y somnolientos, que nunca me hablarán de la película o la serie de anoche porque era ya demasiado tarde para ver el final y no adormilarse en el sofá. Cada uno se espabila como puede, con música, dejando mensajitos en las redes sociales, leyendo en el e-book, pensando que los repartidores del periódico gratuito necesitan un despertador tempranero o sintiendo el aire frío de la mañana en la cara. 
Entonces un tímido resplandor convierte el negro del cielo en azul oscuro y lentamente comienza a aclararse hasta transformarse en rojizo.


Cuando subo al autobús unos rayos de luz dorada iluminan las nubes y empiezan a ridiculizar la tenue luz de las farolas. Comienza la carrera. El autobús avanza por la carretera y el alba ya no se lo toma con tanta calma. Salimos a la autovía y la  velocidad aumenta, pero es una carrera perdida, la aurora persigue a los vehículos y acaba por adelantarlos. Cuando llego al trabajo ya es de día y el sol sonríe por su victoria mientras se disipan los últimos tonos rosados.

Por suerte, siempre amanece y, aunque la ciudad o la autovía no es el mejor lugar para apreciarlo, el bello espectáculo acaba haciéndome pensar que ha merecido la pena el esfuerzo de madrugar más que el sol.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Liebster Award


¡Este blog ha recibido un premio! Sí, sí. Ha sido una grata sorpresa ver en Juguetes del viento mi nominación al Liebster Award. Allí estaba De buenas a primeras entre los finalistas. Muchas gracias por el premio, creo que te lo mereces tú más que yo, así que, aunque ya lo tienes, eres mi nominada.

De repente pensé en ir a comprarme un vestido de noche para presentarme a la gala de tiros largos: lo ideal, como hacen todas las nominadas, es elegir un modelito de un conocido diseñador, pero eso está fuera de mis posibilidades. Me imaginé caminando elegantemente por la alfombra roja, posando para los fotógrafos cuán estrella de cine y apareciendo mi rostro en ese cuadradito donde ponen a todos los nominados mientras algún famoso, desde un engalanado escenario, dice “El Goya es para…” y todos tienen que mantener la sonrisa cuando dicen el nombre de otra persona. Pero antes de que se nos quede cara de tontos mientras observamos como el ganador camina entre lágrimas hacia el atril y saca su discurso “no preparado”, que en este caso sería la respuesta a un cuestionario ideado por nuestra “nominadora”, quiero que alguien saque la cámara de fotos y me inmortalice sonriente junto con Lo que me ahorro en psicoanálisis (que viajó a “niuyor” para comprar su vestido), Metalsaurio (al que pediré una nueva versión de “Las aventuras del príncipe desencantado”), En una galaxia muy lejana ( que ha conseguido que esté un poquito más cerca) y Con propósito de enmienda (a la que daré mi permiso para que me enmiende la plana). Por supuesto con los otros nominados también, pero es que a estos los conozco de vista (lectora). Imbuida del espíritu del Festival de San Sebastián donde estuve este año (en la puerta del teatro, no dentro) se me ocurre este símil cinéfilo. 

En este caso a ninguno se nos ha quedado cara de tontos al oír de labios de Ángeles, el nombre del ganador, porque hemos ganado todos. Así que ahora, como corresponde a la aceptación del Liebster Blog Award contestaré gustosamente al cuestionario de rigor. 

Es la primera entrevista que me hacen los medios, así que no puedo prometer que seré breve, es más, estaré hablando hasta que el realizador me corte el micrófono.

1.  ¿Qué te impulsó a crear un blog?
Me pareció una ventanita al mundo, un mensaje en una botella que podía lanzar al ciberespacio y que, quizá, alguien encontraría. Quería contar cosas, cosas cotidianas, históricas, anecdóticas…

2.   ¿Qué te ha aportado el blog?
Un motivo más para mirar a mi alrededor y pensar: esto lo tengo que contar en mi blog. La ilusión de que alguien pueda leer y comentar lo que yo haya escrito y quedarse con ganas de volver.

3.  ¿Qué libro estás leyendo ahora?
“Los amores de un bibliómano” de Eugene Field gracias a la magnífica traducción de Ángeles de los Santos.

4. Si fueras un personaje de un libro, ¿quién te gustaría que fuera el autor?
Jane Austen porque seguro que sería una historia dulce y romántica. Y si tuviera que ser un libro de un autor contemporáneo, Matilde Asensi.

5.  Si pudieras salir a cenar con un personaje literario, ¿cuál elegirías?
¡Mmmmmm! ¡No sé! Quizá con Elisabeth Bennet.

6.  ¿Y con cuál no irías ni a la esquina?
Con ninguno de los asesinos de las novelas de detectives, ni con el dueño de “Viajes temporales Murray” de la novela El mapa del tiempo. 

7. ¿Qué preferiría ser, un rey en un palacio sin libros o un pobre en un desván con libros?
Esta es fácil. Un rey y una de mis primeras órdenes sería que me hicieran una gran biblioteca.

8. Si pudieras viajar en el tiempo, ¿a qué época te gustaría ir?
Iría al siglo XIX pero con trampas. Iría si me hospedara en un hotel o en casa de una buena familia, en un lugar y año en el que no haya guerra, y llevaría una bolsa llena de antibióticos para darlos a los artistas enfermos, para que la muerte prematura no nos prive de todos los personajes, paisajes y música que pedían vida en sus cabezas.

9. ¿Qué superpoder te gustaría tener?
Pues no sé, nunca me he planteado algo así porque es de superhéroes y yo no creo en ellos, ni me gustan siquiera. Pero si cambiamos el superpoder por un don, pediría el don curativo por imposición de manos.

10. ¿Cuál es tu palabra favorita?
No tengo ninguna palabra favorita, o tengo muchas, según como se mire. Así, que destaque especialmente, ninguna. Pero hay muchas que me gustan por su sonido o por su significado. Por ambas cosas me gusta “cariño”.

11. ¿Qué es más importante, ver cosas nuevas o ver las mismas cosas con nuevos ojos?
Las dos son igualmente importantes e interesantes. Pero si  tuviera que elegir me quedaría con ver cosas nuevas.




jueves, 24 de octubre de 2013

El cambio horario.


El cambio horario es ese lío que se forma las madrugadas de los últimos domingos de marzo y octubre y del que nos acordamos porque nos lo dicen en los telediarios y en la prensa. En muchos hogares se produce una pequeña discusión sobre si hay que adelantar o atrasar los relojes, si dormiremos una hora más o menos, si al día siguiente anochecerá a tal o cual hora, si el domingo llegaremos tarde al trabajo o a alguna cita, o, por el contrario, llegaremos una hora antes. Casi todos pasamos un par de días un tanto desorientados y con alteraciones de sueño, preguntándonos si ese supuesto ahorro energético que nos ponen como excusa es realmente tal ahorro o solo eso, una excusa.

La idea no es nueva ni universal. Ya en la antigüedad (cuando no se medía el tiempo de una forma muy precisa) la longitud de las horas cambiaba para aprovechar más el día.

Pero tenemos que esperar al año 1784 para que Benjamin Franklin, siendo embajador en Francia, escribiera a un periódico parisino haciendo propuestas para el ahorro energético. Franklin se había dado cuenta de que los franceses, al levantarse más temprano, ahorraban en velas. Pero las ideas de Franklin no tuvieron mucho calado, pues proponía que se pusiera un impuesto a las contraventanas y que todas  las iglesias tañeran sus campanas a la vez para que la gente se levantara al mismo tiempo.

En 1907 William Willett siguió la idea de ahorro energético que había sugerido Franklin, pero con propuestas más prácticas y sencillas.




En el transcurso de la Primera Guerra Mundial los gobiernos se decidieron a tomar en serio todas estas ideas. Había que ahorrar combustible y estaban dispuestos a hacer lo necesario.  El 5 de junio de 1916 la Asamblea francesa acordó el adelanto de una hora, convirtiéndose Francia en el primer país que adoptaba este cambio horario.  A ellos se unieron otros países en los años siguientes, incorporándose Estados Unidos en 1918. Sin embargo, estos cambios dejaron de aplicarse antes de la Segunda Guerra Mundial.


Tuvo que llegar la crisis del petróleo para que, en 1974,  se volviera a adoptar el cambio horario como medida de ahorro en la mayoría  de los países industrializados. Europa se puso de acuerdo, excepto Suiza, que no aceptó la medida hasta 1981.

La directiva Europea 2000/84 unificó el día en el que se producía el cambio horario: el último domingo de marzo (se adelanta una hora) y el último de octubre (se atrasa una hora).

Los horarios de invierno y verano se siguen en más de 70 países en todo el mundo, pero sigue sin aplicarse en muchos otros como, por ejemplo, Japón.



lunes, 30 de septiembre de 2013

Hechos reales: conversaciones en el tren.


Hace poco hice un viaje en mi medio de transporte favorito: el tren. Pues en las estaciones de tren también se escuchan conversaciones interesantes, absurdas o ambas cosas a la vez.

La estación de Zaragoza es sorprendentemente abierta, debe ser agradable en verano, pero en invierno… no quisiera verme allí. Quizá, por eso no se abren los accesos a los andenes hasta cinco minutos antes de la hora oficial en la que el tren hace su salida. Y digo la hora oficial porque la real es otra o, al menos, eso nos ocurrió a los que estábamos allí aquella mañana de septiembre esperando varios trenes a otros tantos destinos. Un centenar de personas llenábamos los andenes, mientras las vías permanecían desiertas de trenes.

Unos se preguntaban si sería el andén correcto, otros se extrañaban por el retraso de los trenes y, los más pesimistas, creían haberlo perdido. Yo me entretenía mirando el reloj e imaginando trenes invisibles al más estilo Harry Potter, cuando una señorona se sentó en un banco apartando groseramente a las otras personas que estaban allí.

-Buenos días- dijo.

-Buenos días- contestaron algunos.

Al momento, un hombre de avanzada edad se sentó en un banco cercano.

-Buenos días- repitió la señorona.

-Buenos días- respondió el anciano.

-Menos mal que usted tiene educación, porque hace un momento he dicho “buenos días” y esa señora- dijo señalando a la mujer que había empujado para hacerse sitio en el asiento - … no me ha contestado.

-No la habrá oído. Será sorda.

La aludida fingió serlo.

-Antes viajar suponía tener conversación segura- continuó el hombre –. Siempre hablabas con tu compañero de viaje. Ahora cada cual va a lo suyo.
La señorona asintió con la cabeza.

-Creo que usted debe ser mayor que yo…- cambió de conversación repentinamente el anciano. La aludida no pareció molestarse por el comentario.

-Sí, eso creo.

Los miré de soslayo y me pareció una impertinencia, pues a todas las luces la señorona era más joven.

-Yo tengo 79.

-Pues yo hago 77 en diciembre, justo el día 28.

-Menuda inocentada gastó usted a su familia.

-Así debió ser, pues soy la penúltima de una familia numerosa- continuó la señora sin inmutarse por las argumentaciones del otro- El médico me ha dicho que nunca me ponga más años, que cuando me pregunten diga los que tengo, aunque falte un día para cumplirlos, porque aún no tengo esa edad, esa edad no es mía.

-No, aún no es suya- asintió el hombre como si hablaran de un objeto comprado o algo así. – Yo viajo muy a menudo y me gusta mucha esta estación. Estar aquí en diciembre es maravilloso. Corre un airecillo… y estamos a la temperatura perfecta, cero grados, ni frío ni calor. Porque yo he estado sentado en este mismo banco a cero grados ¿sabe usted?

-Sí, la temperatura perfecta.

Por suerte o por desgracia, los trenes llegaron y aquella improvisada pareja descubrió que no compartían destino. ¡Ay! A veces el camino separa a buenos conversadores y a sus interesados oyentes… a falta de película… bueno es un fragmento de teatro, aunque sea teatro del absurdo.




En la estación de Málaga un abuelo enseña un libro a su nieta. La chiquilla con ojos despiertos y coletas juguetonas atiende a todo lo que le cuentan.

-Y este edificio lo hizo un arquitecto llamado Moneo.

-¿Cómo?

-Moneo, un arquitecto muy famoso.

-¿Tú sabes quién es Monet?- le preguntó la pequeña a su abuelo.

-¿Monet? Sí, un pintor francés- contestó este con seguridad. Después miró a la pequeña con sorpresa - ¿Y tú? ¿Cómo lo sabes tú?

A lo que la niña respondió con un brillito vivaracho en sus ojos y una amplia sonrisa.



 Una familia en el AVE, camino de Puertollano, iba muy alterada porque en el aeropuerto le habían perdido una de sus maletas.

-Pues yo haría noche en la terminal hasta que me devolvieran mi maleta. Llevaba dentro mi conjunto de Tous- dijo la hija adolescente.

-Pues era mi maleta preferida- dijo la madre- … y ni por esas hago noche en el aeropuerto.

-No hubiese servido de nada porque ya nos han dicho que la maleta no embarcó en el vuelo Londres-Madrid- respondió el padre.

-¡Había muchos vuelos!- se quejó la chica – A la misma hora salía uno para Australia y otro para Nueva York.

-Al final la maleta va a viajar más que tú- se rió su tío que los acompañaba en el viaje- La verdad es que Puertollano es aburrido y la maleta no quería volver a su armario, quería viajar, conocer mundo, divertirse…


-¡Yo en este tren camino de Puertollano y mi maleta de juerga en Nueva York!- se quejó la muchacha disgustada.


domingo, 25 de agosto de 2013

Hechos reales: bichos.


Sí, bichos y, no precisamente esos simpáticos dibujos de la película de Disney.

Hace algún tiempo leí en algún lugar que una persona a lo largo de la vida se traga, durmiendo, una media de tres arañas, cosa que me pareció inverosímil y asquerosa.

Un día, me enfrasqué en una disertación pseudo-filosófica al encontrar una pequeña araña en una de las habitaciones. Cuando me acerqué, zapatilla en mano, la araña huyó y fue a esconderse en la sombra de la peana de una pequeña virgen, de esas a las que les cambia el color del manto según la humedad del ambiente. Entonces me detuve y pensé: ¿puede una araña acogerse a sagrado?


En otra ocasión la sorpresa fue más desagradable, porque lo que encontré fue un “pececillo de plata”, que así mencionado, puede parecer un pez tropical en una pecera con una reproducción de ánfora griega de adorno… pero no, es un insecto de  costumbres nocturnas, que rara vez vemos, pero que esa noche había decidido acostarse en mi cama. Al encender la luz se quedó quieto, como si yo fuera un dinosaurio que solo detecta el movimiento. ¡Qué asco! No podía matarlo con la zapatilla (método más común y eficaz, según reza la wikipedia) porque no iba a dormir con un cadáver en mi cama. Así que fui moviendo el cobertor, hasta que cayó al suelo y allí utilicé el método arriba mencionado…

¡Ay! Miré la estantería con mis numerosos libros… no en vano estos insectos se alimentan de papel y de la cola que se utiliza para encuadernar… Mis tesoros tienen depredadores.

Al día siguiente, me tocó desvalijar la estantería, mirar los libros de uno en uno y limpiarlos todos cuidadosamente. No había más invasores.


Por una de esas cosas que tiene la vida, que no sabemos si son casualidades o causalidades, cuando el día siguiente me puse a leer el libro de historia de la vida cotidiana (un tomo de más de 500 páginas) en el que llevo varias semanas enfrascada, tocó el tema de los insectos y fauna variada que ha convivido con las personas en sus casas a lo largo de la historia… y los pececillos de plata brillaban por su ausencia, ya que nuestros antepasados estaban demasiado ocupados en alejar polillas, pulgas, termitas y hasta ratas de sus camas, despensas y demás habitaciones. Supongo que en ese mundo salvaje este incidente mío no habría merecido ni una frase en el diario de alguna niña, ya que, bastante tenía la pobre, con recoger todos los zapatos de casa, meterlos dentro de su cama y lanzarlos a cualquier corretear de cuatro patas y rabo que oyera en mitad de la negrura de la noche, de esas noches espesas antes de la luz eléctrica.


martes, 23 de julio de 2013

Hechos reales: conversaciones absurdas.


A veces, sin pretenderlo, escuchas conversaciones de extraños que, por un motivo u otro, se quedan dando vueltas en tu cabeza. Pero, debo confesar, que las que más me llaman la atención son las absurdas.

No hace mucho tiempo asistí a uno de los ensayos de la ópera “La Bohème”. La mayoría del público era adolescente y mostraba su impaciencia porque los primeros quince minutos asistimos a la colocación del atrezo en el escenario. Después, el director de escena nos dio una pequeña charla sobre la ópera, en la que empezaba explicando que era toda cantada… aunque se le “olvidó” contar que no era en castellano (seguramente porque le pareció cosa ya sabida) y cuando se entonaron los primeros acordes, la “juventud” se mostró desagradablemente sorprendida. 

No sé, supongo que la mayoría de las canciones de sus ídolos no son en castellano y eso no les asombra…

Pero no fue esto lo que me llamó la atención, sino la aclaración que le hacía un amigo a otro después de la charla.

-Como es un ensayo- decía el director a modo de conclusión –les ruego, contengan sus ansias de aplaudir.

-¿Qué ha dicho?- preguntó un adolescente a otro.

-… que está prohibido aplaudir y vomitar- aclaró el amigo.

Y es que, ya se sabe, ansia es sinónimo de vomitar…





Cierta tarde en el autobús, se sentaron junto a mí dos muchachas que mantenían una conversación muy animada sobre un joven al que una de ellas conocía y quería presentar a la amiga.

-Sí, sí- decía la casamentera – Sí, el muchacho es guapillo, seguro que te gusta.

-No pareces muy convencida.

-Sí, te digo que sí que es guapo pero… es que… es muy filosófico… te pones a hablar con él y es muy… filosófico… pero es buena persona, guapo y buena persona, de verdad.




El otro día, también en el autobús, me llamaron la atención un grupo de señoras de avanzada edad que iban muy arregladas y sonrientes con una rosa en la mano. Todas llevaban una rosa roja y se mostraban de lo más elocuentes sobre sus temas diarios de conversación, hasta que una de ellas le advirtió a la otra:

-¡Cuidado, no te vayas a clavar una espina!

-¿Una espina?- preguntó sorprendida la interpelada -¿cómo me voy a clavar una espina si las rosas no tienen espinas?

La sorpresa de todas las amigas fue mayúscula, interrumpieron su conversación y se quedaron mirándola fijamente… yo también la miraba con descaro.

-Cuando estuve en una iglesia italiana el guía nos explicó que las rosas no tienen espinas- se justificó –. Fue porque el santo que vivía allí estuvo tentado por el diablo, y para no caer en las tentaciones se arrojó a un zarzal que allí había y las espinas desaparecieron. Desde entonces, las rosas no tienen espinas.

-¡Qué leyenda más bonita!- dijo una de las amigas.

-Creo que fue san Antonio de Padua- añadió la contadora de historias y todas se mostraron muy conformes.

-… Pero las rosas siguen teniendo espinas- añadió por lo “bajini” la que le hizo la advertencia.

Aquella pobre señora, a la que todas las amigas ignoraron, me recordó a Galileo ante la Inquisición añadiendo: “… y sin embargo, se mueve”.

Sí, la leyenda es muy bonita. En realidad, se refiere a San Francisco de Asís, y a la variedad de Rosa Assisienses que crece en el jardín de la Basílica de Santa María de los Ángeles, en un pueblecito cercano a Asís. Pero las rosas que llevaban estas señoras sí que tenían espinas y, solo con haberlas mirado bien, se habrían dado cuenta. 



lunes, 24 de junio de 2013

Descubriendo el diluvio II

Se han recogido alrededor de 170 leyendas en todo el mundo referidas al diluvio.

En la mitología china nos encontramos con la leyenda de Yu, quien alerta por la llegada de un diluvio, emplea trece años en excavar canales con los que salvar a la población.

En los libros sagrados de la India, el Bhagavata Purana y el Mahabharata, también se habla del diluvio universal y como un rey, Manu, consigue salvarse al construir un barco.

En las distintas culturas americanas tampoco falta la historia del diluvio, son más cincuenta las leyendas que nos hablan del mismo mito. Para los incas, el dios Viracocha había creado una humanidad de gigantes que no le gustó y la destruyó con fuego y un gran diluvio. Según esta versión, la primera humanidad se situaba cerca de Tiwanacu. Dicen los indígenas llamados Uros, que después del diluvio, fueron las aguas del lago Titicaca las que vieron brillar los primeros rayos del sol.

Ruinas de Tiwanacu

Los mayas también recogían en su tradición la historia del diluvio, de hecho, lo narra Fray Bartolomé de las Casas. Enrique Gómez Carrillo, en su “Historia de la América Central”, cuenta como un cacique de Nicaragua pregunta a Gil González de Ávila si ellos también tenían noticias del diluvio que había destruido el mundo antiguo.

Tampoco en el continente africano faltan leyendas y mitos que hablan de un diluvio universal.

Sobre la fecha aproximada de este hecho, todas las versiones la sitúan entre ocho mil y doce mil años atrás, es decir, época que coincide con el fin de la última era glaciar.

Los geólogos también han buscado pistas sobre el diluvio. Si realmente había habido una inundación catastrófica debía verse reflejada en los sedimentos de todo el planeta, o por lo menos, de una parte significativa del mismo. Una parte, que cabría añadir, debía estar habitada, para que los testigos pudieran narrar lo ocurrido. Y si, en principio, encontraron pruebas de que el diluvio era un hecho histórico, más tarde, aparecieron evidencias que lo desmentían.

Y si empezaba hablando de la paleontología, puedo acabar hablando de una ciencia aún más moderna, la arqueología, que en su rama de arqueología bíblica ha buscado incansablemente los restos del arca de Noé. Y no crea nadie que esto es nuevo, porque antiguos historiadores ya nos dejaron crónicas de búsquedas semejantes. Estos arqueólogos han subido al monte Ararat y han traído restos fosilizados de maderas que, aseguran, pertenecían al arca. Sin embargo, estas “evidencias”, no han superado los análisis científicos.

¿Fue un hecho histórico? ¿Ocurrió algo entonces que transmitió la tradición oral y más tarde la escrita? ¿Fue el deshielo y la subida de las aguas lo que provocó el mito? ¿Fue, simplemente, que debían buscarle una explicación a los fósiles de animales extintos, a las conchas y restos de animales marítimos hallados en altas montañas alejadas del mar? ¿Fue la súbita inundación (corroborada por varios geólogos) del Tigris y el Eúfrates que quedaron en la memoria colectiva como un diluvio universal? El misterio continúa.


Siempre he creído que los mitos no surgen de la nada, que  detrás de cada leyenda hay un fondo de verdad…

Reconstrucción del arca de Noé.

viernes, 24 de mayo de 2013

Descubriendo el diluvio I



No hay que esperar al nacimiento de la paleontología como ciencia, a finales del siglo XVIII, para descubrir que a lo largo de la historia muchas personas encontraron fósiles y les dieron una explicación. Me imagino a uno de esos caballeros medievales de brillante armadura tropezando con el esqueleto de un dinosaurio y me gusta pensar que se dio cuenta de que era uno de aquellos “terribles lagartos” de los que siglos después nos hablaría la ciencia. Quizá ese despierto héroe con su imaginación y su espíritu aventurero dibujó dragones en el cielo y salió a su caza. Esto es solo mi hipótesis personal y poco realista. Pero lo cierto es que encontrar, encontraron fósiles, y no necesitaron de sesudos estudios para darles una explicación. Para los medievales estaba más que claro, aquellos restos pertenecían a los animales que no encontraron sitio en el Arca de Noé y perecieron en el diluvio. Eran seres antediluvianos… y, en eso, tenían razón.

Todos aquellos que hemos crecido en la tradición judeocristiana conocemos a Noé. En el Génesis se nos narra como Yahvé, enfadado con la humanidad envía el diluvio, pero antes da instrucciones a Noé para que construya un arca y salve a su familia. Además debía embarcar a animales de distintas especies. Fueron cuarenta días y cuarenta noches de lluvias incesantes, pero al final consiguen tocar tierra gracias a la ayuda de una paloma que regresa con una ramita de olivo en el pico. Creo que de niños a todos nos gustaba esta historia.

Noé y su familia embarcando a los animales.

Unos años más tarde, quizá obligados por nuestros profesores, quizá por curiosidad, leemos algo de  mitología griega y nos encontramos con la historia de Deucalión y Pirra, que alertados de que Zeus iba a enviar un diluvio para castigar a la humanidad, deciden construir un arca. La sorpresa inicial se acrecienta con la lectura de “La Metamorfosis” de Ovidio, donde se recoge la misma leyenda.

Ilustración del mito griego de Deucalión y Pirra.

Ya en la universidad, un profesor nos invita a leer la epopeya de Gilgamesh. Este héroe mesopotámico va en busca de la inmortalidad y en su viaje conoce a Uta-na-pistim, quien le narra cómo, advertido de la llegada de un diluvio, construye un barco que llena de semillas y animales. Este poema data del siglo XIV a. C. y es, claramente, anterior al Génesis y a la mitología griega.  Por supuesto, estos pueblos tuvieron contacto, pero el mito del diluvio lo encontramos repetidamente en culturas de cualquier rincón del mundo.

Tablilla con parte del poema de Gilgamesh.