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miércoles, 23 de marzo de 2022

No mires arriba

El pasado mes de diciembre llegó a  los cines y a Netflix No mires arriba (2021) dirigida por Adam McKay y definida como comedia satírica. En este caso, el momento del estreno ha sido muy importante para la interpretación de la película por parte de los espectadores. Cuando ves esta cinta consciente de que el mundo atraviesa una pandemia ignorada por la mayoría y contemplas cómo sube otra ola más repitiendo el mantra “salvemos la Navidad”, que ya habíamos probado el año anterior con pésimo resultado, lo que te cuenta McKay no te parece ficción.

Dicen que no hay punto medio: adoras esta película o la aborreces. Y la crítica parece situarse en la segunda opción, pero ha sido nominada a cuatro Oscars, incluidos mejor película y mejor guion.

filmaffinity.com
Cartel de "No mires arriba" (2021).
Foto de Netflix y FilmAffinity.

El argumento cuenta cómo la doctoranda Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubre un gran cometa que se dirige a la Tierra y lo comunica al Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio). La NASA comprueba que estamos ante un destructor de planetas que colisionará contra el nuestro en pocos meses y lo pone en conocimiento de la presidenta de los Estados Unidos, Janie Orlean (Meryl Streep). Los espectadores estamos acostumbrados a películas de catástrofes donde el presidente de este país asume el liderazgo mundial y toma decisiones difíciles para salvar nuestro planeta. Pero, en esta ocasión, es frustrante ver a los astrónomos intentando explicar la catástrofe inminente a unos políticos que están mucho más preocupados por su campaña electoral y les dan largas con un “primero hay que tranquilizarse y después evaluar”. También cabe preguntarse por qué todos los presidentes de Estados Unidos que salvan el mundo son hombres y precisamente esta, que no piensa mover un dedo, es mujer. Nunca han tenido una mujer presidente, pero en la ficción deciden mezclar lo peor de los últimos gobernantes  y encarnarlo en una mujer. Eso sí, Meryl Streep puede desquitarse del agravio que le hizo Trump, al calificarla como actriz sobrevalorada, imitando muchas de sus maneras en el personaje que interpreta.

Los astrónomos, al ver la inacción del gobierno, deciden filtrar la noticia a la prensa. Parece buena idea: vamos a contar al mundo que un cometa destruirá nuestro planeta en pocos meses y la gente se movilizará… Pero, eso sería creíble hace unos años. Hoy, en una pandemia donde vemos la reacción mayoritaria, sabemos que no va a resultar como ellos esperan.

Kate y Randall acuden a un programa de gran audiencia donde los presentadores bromean sobre el asunto. Kate, desesperada, les grita que van a morir todos. Rápidamente se convierte en la loca que protagoniza todos los memes de internet y queda vetada por la prensa que solo quiere al guapo astrónomo que mantiene la calma. Kate se ve sola, rechazada por su propia familia y expuesta al escarnio público, mientras Randall se deja seducir por la fama mediática.

Aquí entra en juego también la tecnología. Un billonario que maneja los últimos avances ofrece una solución que, aunque no ha sido experimentada con anterioridad, será nuestro as bajo la manga. Todos lo escuchan entusiasmados y frotándose las manos ante el descubrimiento de que el cometa está formado por metales preciosos que puede enriquecerlos. A la población le prometen muchos puestos de trabajo.

Randall reacciona casi al final de la película, pero ya han lanzado el grito de “¡Os quieren robar la libertad!” y la campaña “no mires arriba”, negacionista hasta la ceguera, está en marcha con millones de personas coreándola incluso con el cometa sobre sus cabezas.

La película se cierra con un triple final. El primero, a punto de ser eliminado del guión por el propio McKay, es el que se reconoce como el más verosímil. Los dos que se encuentran en los títulos de crédito son el “después”.

Todo lo que cuenta No mires arriba encaja a la perfección con la situación actual que vive el mundo. Muchos lo consideramos en su estreno un film que hablaba de la pandemia, de aquellos poderosos que se mueven por intereses, de los gurús de la tecnología perfectamente reconocibles, de los que se enriquecen con las desgracias, de los que no escuchan a los científicos y los descalifican.

Pero estábamos equivocados. La película no habla de la pandemia. El propio McKay cuenta que, en realidad, el cometa es una metáfora del cambio climático y que la idea nació hace diez años, aunque no se decidió hasta que en 2018 leyó un informe de la ONU sobre el cambio climático y se pasó dos noches sin dormir pensando que esta catástrofe ya era el presente, no un futuro lejano. Quería un proyecto que concienciara a la gente. Su amigo y coguionista David Sirota, le dijo que ni los políticos, ni los medios de comunicación reaccionarían aunque un meteorito chocara contra la Tierra y así  McKay encarnó la catástrofe climática en la colisión de un cometa como algo físico, visible e irrefutable, que aún así, muchos ponen en duda en la película bajo el lema “No mires arriba”.

El rodaje tuvo que paralizarse por la pandemia. En esos días, McKay escuchó el discurso negacionista del presidente y comprendió que la realidad ya estaba superando la ficción. Decidió incluir elementos nuevos en el guión final y hacerlo un poco más loco, aunque se quejó de que no quería que fuera tan actual.

¿Eres de los que odian esta película o de los que la adoran?  Personalmente no me parece graciosa y no creo que sea la mejor película del mundo. Pero me gusta porque, bajo el paraguas de la crítica, retrata perfectamente un mundo donde se ignora la ciencia y las advertencias que nos lanzan, donde se niega la evidencia, donde los interés económicos priman sobre el sentido común y donde las redes repiten tantas fake news que las noticias reales se pierden en ese mar caótico y convierten cualquier foro en un campo de batalla con carta blanca para el insulto y la burla.

jueves, 3 de marzo de 2022

Reflexiones: embalses y construcciones.

El otro día vi en televisión al “hombre del tiempo” explicando como el periodo de sequía que atraviesa España está dejando los embalses en mínimos cuando en estas fechas deberían estar al 60% de su capacidad. Esto afecta a la biodiversidad, a las migraciones de aves que atraviesan la Península Ibérica y descansan, beben y comen en esos oasis. También a actividades como el turismo, la pesca, la vela…

Aquella explicación iba acompañada de imágenes de tierras quebradas por la falta de agua y de surcos con las señales de tiempos pasados de abundantes lluvias.

Pero lo que más me llamó la atención fueron las edificaciones que están emergiendo de nuevo.

No estoy hablando de lugares inundados por lluvias u otros motivos o de pantanos naturales, me refiero a los embalses construidos en un lugar en concreto. Nadie duda de que los embalses sean imprescindibles y todos sabemos que sin ellos no tendrían agua millones de hogares ni podrían regarse grandes extensiones de tierra. Seguro que hubo razones de peso para hacerlo justo en esas coordenadas y no un poquito más allá de aquel pueblo habitado.  Pero al ver salir a la luz casas, calles, iglesias, coches y todo tipo de enseres no puedo evitar reflexionar sobre ello. También me planteo la salubridad del agua donde se deshacen construcciones de quién sabe qué materiales.

Iglesia de San Román de Sau. Wikipedia. Autor: DagafeSQV
Iglesia de San Román (siglo XI)
en el embalse de Sau (Barcelona)
Foto: DagafeSQV. Wikipedia

Todos hemos visto alguna fotografía donde sobresale la torre de una iglesia en mitad de un inmenso “lago” en una imagen poética, misteriosa y bella. Y, seguramente, rodeada de leyendas donde el viento sigue arrastrando el sonido de campanas hoy desaparecidas. 

En algunos casos también se esconde un drama, el dilema de los vecinos a los que les “tocó esa lotería” y vieron que construir el embalse era dar empleo a todos durante una época, pero que esas obras acabarían con su pueblo. Supongo que muchos se fueron conformes con su indemnización o con una casa en un nuevo lugar, pero también imagino verdaderos dramas y personas encerradas en la casa donde había habitado su familia durante generaciones y a las que tuvieron que sacar a la fuerza de allí.

De todo este álbum de embalses hay algunos que esconden iglesias románicas. Consentimos en el pasado que millonarios americanos se llevaran piedra a piedra claustros románicos para sus fincas de Florida o Nueva York… ¿por qué no trasladamos los edificios varios kilómetros?

Y estas cosas no sucedían solo en la primera mitad del siglo XX. También ocurre en épocas recientes. Las noticias hablaban de cómo se puede volver a ver el pueblo completo de Aceredo (Ourense), sumergido en 1992, ya que el embalse del Lindoso se encuentra solo al 13% de su capacidad.

También nos mostraron el embalse de Zufre (Huelva) que hoy se encuentra al 37% y donde ha aparecido toda una estación de tren con su tramo de vías. Aquella era la parada del ferrocarril minero hasta que en los años ochenta el embalse lo inundó todo. Ahora los vecinos  han solicitado que sea declarada Bien de Interés Cultural.

¿Y qué decir del puente romano que ha emergido del embalse de Cuerda del Pozo en la provincia de Soria? ¡Un puente romano! Mientras Córdoba o Mérida cuidan del suyo, el de Soria se desmorona por la acción del agua. Puede verse en ciertas ocasiones y está perfectamente fotografiado, pero ahora se distingue mejor. Y junto a él hay uno moderno que debe palidecer ante la dignidad con la que trata de seguir en pie su antepasado. En ocasiones anteriores hubo recogidas de firmas para salvar el puente romano, pero este embalse se ha convertido en una atracción turística que atrae miles de visitantes todos los años y ha permitido que Soria tenga playa. Sí, sí, la Playa Pita, en Soria. Difícil hacerle la competencia a eso ¿verdad? 

https://listarojapatrimonio.org/ficha/puente-de-vinuesa/
El puente de Vinuesa construido en el siglo I d.C. y ampliado en la Edad Media.
Está sumergido en el embalse de Cuerda del Pozo (Soria) y emerge en épocas de sequía.
Foto: listarojapatrimonio.org