Aquí cambiamos de tema ¡de buenas a primeras!

Feeds RSS
Feeds RSS

sábado, 30 de junio de 2012

Las ciencias también tienen pasado



Los científicos aplican  métodos exactos para lograr repetir los experimentos en sus laboratorios y estudiar sus resultados. Esto es, en esencia, el método científico que tan maravillosos avances nos da a la vida humana y a la civilización. No renegaré de ello y los alabaré. Pero en mi humilde opinión el método científico tiene sus grietas y eso no se nos escapa a la gente corriente, o quizá lo vemos así por desconocimiento.


¿Todo aquello que no pueda demostrarse en laboratorio, todo aquello que se ha experimentado una vez pero no ha podido reproducirse de nuevo, no es ciencia? Quizá no sea ciencia en estos momentos pero… ¿Los científicos contemplan la posibilidad de que pueda ser explicado y reproducido en el futuro con más conocimientos y otro punto de vista y ser admitido como ciencia?

En el pasado la alquimia era considera un arte, algo inexplicable, incluso mágico. Los alquimistas sí le daban explicación, algunas de ellas aparentemente razonables, como conté aquí. Lo cierto es que estos magos bordearon la ciencia, crearon laboratorios y comenzaron el siempre interesante camino de la química.
Todos tenemos pasado, incluso la ciencia. Y un pasado no demasiado científico.



La alquimia fue una protociencia que dio lugar a la química, del mismo modo que la astrología dio paso a la astronomía. Se llama protociencias a todas aquellas teorías que tienen una cierta base, una hipótesis sólida respecto a las evidencias de ese momento, pero que no pueden demostrarse. En este sentido, actualmente tenemos ejemplos de ello, como la “teoría de las cuerdas” que aún está por demostrarse.

jueves, 21 de junio de 2012

Reflexiones I




Hace unos días, reflexionando sobre la vida y sobre las personas, se me ocurrió una metáfora que me gustaría compartir.

Imaginé que todos somos hojas de papel en blanco. Podríamos ser cómo queramos, pero la realidad es que algunos somos hojas de colores pastel pasando suavemente, con tranquilidad, sin efectos llamativos, bonitos pero desapercibidos. Otros son de colores fluorescentes, acaparando la atención, esforzándose por deslumbrar, alegres y despreocupados. Hay quienes desean ser hojas de un cuaderno de viajes, siempre en camino, de un lugar a otro, sintiendo la brisa y la libertad; quienes prefieren un blog de dibujo, o incluso un pentagrama. Luego tenemos aquellos que necesitan que sus hojas estén cuadriculadas para no salirse de sus encorsetados esquemas; o al menos rayadas para que les sirvan de guía, se perderían en un papel completamente en blanco.



Y entonces surge una pregunta, la gran pregunta que todas las filosofías, los pensadores, las religiones y hasta los científicos se han hecho a lo largo de la historia. ¿Quién escribe el texto de las hojas, el azar, el destino, Dios o nosotros mismos?

Potencialmente nuestra hoja en blanco podría ser cualquier cosa: un poema de amor o de locura, una novela de aventuras o misterio, un cálculo matemático simple o una compleja ecuación, una fórmula química o el resultado de la investigación de un genio, un dibujo a lápiz, acuarela o carboncillo… o incluso, la lista de la compra.

¿Quién decide cuándo el papel está completo o inservible? ¿Qué se hace entonces, se arruga y se tira o se recicla?

El tiempo lo consigue ajar y puede que los más coquetos intenten planchar el papel para que no pase el tiempo por él… En lugar de plancharlo deberían haberlo cuidado, haberlo colocado en un lugar seguro, resguardado. Pero aquellos que se mantuvieron protegidos también han visto pasar el tiempo, porque nada hay tan relativo como el tiempo y siempre acaba pasando.

También hay quienes esperan para empezar a escribir en su hoja, quienes sienten que su vida está por comenzar. Sin embargo, puede que ya esté escrita con tinta invisible y, un día,  al acercar la luz y el calor, aparezca su contenido dibujado en dorado.  Puede que de tanto esperar, la hoja ya esté completamente escrita de silencio, de paciencia y de tristeza, malgastada, llena y sin un lugar donde poner una sola oración más.