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viernes, 4 de noviembre de 2011

Las Patatas al Estilo Francés y las Palomitas de Cine


Hoy en día hay tantas cosas que forman parte de nuestra vida cotidiana que ni siquiera nos preguntamos por ellas. ¿Cuándo surgieron? ¿Quién las inventó? Algunas han estado ahí siempre y otras parecen recientes, pero ignoramos igualmente su origen.

Ya he comentado lo mucho que me gustan las patatas y su historia, pero aún queda más por decir. ¿Quién inventó las patatas chips, tan denostadas y tan “basura” en nuestra época? ¿Cuándo se popularizaron?

Al principio las patatas chips eran exclusivas de una pequeña élite. Se dice que esta forma de freír las patatas se inventó en Francia a finales del siglo XVIII. En aquella época Thomas Jefferson era embajador en París y, encantado con este manjar, aprendió a cocinarlo y lo exportó a los Estados Unidos, donde lo hizo popular entre sus amistades.

En el año 1853 George Crum, cocinero neoyorquino, comenzó a servir en su restaurante patatas fritas de un grosor de unos cuatro milímetros que hacían las delicias de sus clientes. Gracias a las sugerencias de los comensales, Crum decidió cortarlas tan finas como el papel y su éxito se disparó.

Ya en el siglo XX las patatas abandonaron los platos de los prestigiosos restaurantes para convertirse en aperitivo popular, se compraban en los espectáculos, en las ferias, en las churrerías, hasta que llegaron a las tiendas y a los supermercados.

Igualmente populares son las palomitas de maíz, aunque su origen no sea tan noble como el de la patata. También comenzaron a popularizarse en Estados Unidos a lo largo del siglo XIX, cuando en los puestos callejeros, en las ferias y en los espectáculos podía comprarse un cubo de palomitas por poco dinero.

Fue el cine el que las lanzó al estrellato. Ya desde el principio proliferaban los puestos ambulantes que las vendían, pero el éxito definitivo de este producto nació en tristes circunstancias. Durante la Gran Depresión, cuando los negocios cerraban, los trabajadores se quedaban sin empleo y el dinero escaseaba, el cine se convirtió en uno de los pocos supervivientes, un mundo de sueños y esperanzas donde el público podía olvidar sus penas.

El poco dinero que reunían era para ver la película de turno y comprarse un cubo de palomitas, ese producto tan barato y con tantas calorías que los saciaba y les daba fuerzas. No es de extrañar que, en estas circunstancias, el cine creciera y los vendedores ambulantes de palomitas llegaran a enriquecerse con el producto.

Hoy en día las patatas no faltan en ninguna casa y las palomitas siguen siendo ese animalito que vive en todos los cines del mundo.