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miércoles, 12 de octubre de 2011

Los sueños se cumplen pero...


Italia es uno de los países más bellos del mundo. En nuestro imaginario aparece como un lugar clásico y romántico donde se puede viajar  con la pareja o vivir una hermosa historia de amor.

En “Mientras Dormías” Lucy soñaba  con viajar a Florencia y Jack le regaló su sueño en forma de bolita de cristal con nieve sobre la cúpula del Duomo. Se casaron y Lucy consiguió un sello en su pasaporte.



En “Solo tú” Faith y Peter se conocen en Italia y ella, con un vestido de novia colgado del brazo, embarca en el último momento en el vuelo de Peter gracias a la amabilidad y el romanticismo del personal del aeropuerto. La película termina con un esperado beso y el aplauso general del pasaje.

En “Bajo el Sol de la Toscana” Frances sufre la decepción de un traumático divorcio y animada por una amiga se va de vacaciones a Italia, pero fascinada por la belleza del lugar decide quedarse a vivir.  Frances sueña con que en su nueva casa se celebre una boda y se forme una familia. Sus deseos se convierten en realidad, pero de una forma muy diferente. No será ella la protagonista de esa boda, ni será ella la que forme esa familia.

Me siento un poco identificada con Frances. He viajado a la Toscana y mis sueños románticos de comedia norteamericana se han cumplido, pero no conmigo. No he llorado de emoción ante el Duomo de Florencia (esa cúpula que adoraba Lucy) pero he visto llorar frente a ella; no he tenido ningún romance, pero he visto a los enamorados contemplar el atardecer en el Ponte Vecchio; no he corrido con un vestido de novia en mi equipaje para reunirme con mi Peter en un vuelo de Italia a casa, pero he visto entrar en mi avión a una novia de blanco ante el emocionado aplauso de todos los pasajeros… incluyéndome a mí.