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jueves, 9 de junio de 2011

El Balón Naismisth y la Minoneta.


Debo confesar que no soy una persona muy deportista, pero siempre me ha llamado la atención el origen y la historia de las cosas, y el deporte no podía ser menos. La mayoría de los deportes modernos son una evolución de antiguas actividades que se desarrollaban en diferentes ámbitos y momentos de la historia. Pero hay dos deportes muy populares que tuvieron lugar  y fecha de nacimiento, surgieron de la idea y la ilusión de una sola persona, que lo creó y lo patentó, así de simple. Otro dato curioso es que los dos fueron creados en fechas próximas y en lugares muy  cercanos.: última década del siglo XIX en Springfield (Massachussetts, Estados Unidos).


EL BALÓN NAISMITH:

Este deporte surgió de una necesidad. Al señor Naismith, director de actividades deportivas, se le ocurrió que sus atletas no debían permanecer ociosos durante el largo invierno de Springfield mientras las heladas hacían impracticables los terrenos de juego de otros deportes. Debían mantenerse en forma, por lo que necesitaba crear una actividad que no precisara de mucho espacio y pudiera realizarse en un lugar cerrado, tuviera reglas precisas y fuera algo nunca visto.


Un día de invierno de 1892 Naismith reunió a sus alumnos en el gimnasio de Springfield y les explicó el nuevo juego que acababa de inventar: dos equipos, un balón y una caja de melocotones puesta en alto donde debían  marcar los tantos.  A todos les encantó la idea y le propusieron que el nuevo deporte se llamara “Balón-Naismith”. El bueno del inventor se negó a ello y entonces pasó a llamarse: BALONCESTO.


El baloncesto arrasó América en muy poco tiempo. La caja de melocotones se convirtió en aro de metal con una red que no paraba de crear problemas. Durante décadas, después de cada “canasta” había una persona dedicada a subir con una escalera y soltar la pelota. Los inventores se pusieron manos a la obra para idear algún método de devolución del balón, pero sin demasiado éxito.  Hubo que esperar a 1912 para ver como un desconocido puso fin al problema agujereando la red. ¡El señor de la escalera desapareció de escena y el juego se hizo más ágil!


LA MINONETA:

Seguimos en la última década del siglo XIX, esta vez en Holyoke, localidad a las afueras de Springfield. Al señor William J. Morgan, le surgió el mismo problema que a Naismith y lo resolvió con otro nuevo deporte: la Minoneta.


Un día de invierno de 1895 Morgan reunió a sus atletas en el gimnasio, los dividió en dos equipos, colgó una vieja red de tenis, les dijo que utilizaran sus manos como raquetas y les lanzó el globo interior de una pelota de baloncesto. El juego gustó a sus atletas, pero no tanto al resto del público, que no supo gran cosa de la Minoneta hasta el siglo XX.  Fue en los primeros años del nuevo siglo cuando el nuevo deporte cambió de nombre, ya que la “Minoneta” era objeto de burla entre algunos. Debido al planteamiento y desarrollo del juego se decidió llamarlo VOLEIBOL.


Los mismos deportistas que jugaban al voleibol en los gimnasios durante el invierno, se encontraban en las playas durante el verano,  poniendo en práctica el nuevo deporte. Los veraneantes lo imitaron, convirtiéndose el voleibol en un deporte de playa, que recorrió las costas de América rápidamente.


Nació en un gimnasio, se hizo popular en las playas y se convirtió en deporte olímpico, aunque nunca perdió su carácter “playero”.

Sobre dichos y lugares I


Siempre me han resultado interesantes las frases hechas que utilizamos en nuestro lenguaje diario. Considero que estos dichos enriquecen el idioma. Detrás de estas expresiones suele haber un trasfondo histórico, una aportación de la época en la que se forjaron y que se olvida, aunque la expresión permanezca. Nuestra época también es rica en expresiones nuevas, que pueden perpetuarse en el tiempo, pero que en el futuro carecerán de explicación histórica para la mayoría de las personas que las utilizan comúnmente. De este hecho se desprende algo más interesante, pero más difícil de explicar: la razón de que algunos dichos sobrevivan al paso del tiempo y otros se pierdan.

Alguno de mis dichos favoritos:

“Irse por los cerros de Úbeda”: divagar o contestar a una pregunta directa con una respuesta que no tiene nada que ver.

Seguramente esta es la expresión más popular. El hecho histórico al que hace referencia sucedió durante la reconquista, en el siglo XIII, cuando el rey cristiano Alfonso VIII ordenó atacar la localidad de Úbeda (Jaén). Antes de la batalla, uno de sus hombres de confianza, Alvar Fáñez, desapareció y no volvió hasta el día siguiente. Cuando el rey le preguntó dónde había estado, él contestó que se había perdido por los cerros de Úbeda. Lo cierto es que cuando buscaba la posición para atacar la ciudad, Alvar sorprendió a una muchacha mora bañándose en el río, un flechazo los enamoró y el cristiano se olvidó de la orden del rey…

“La Luna de Valencia”: estar distraído, soñar despierto.

A esta expresión se le atribuyen diferentes orígenes, pero el más aceptado se remonta a la época en la que Valencia era una ciudad amurallada. Las puertas de la ciudad se cerraban al anochecer, solo una de ellas permanecía abierta hasta las diez de la noche, pero si algún despistado llegaba tarde, tenía que esperar el amanecer en el exterior de la ciudad, mirando la luna de Valencia, incluso hay quien añade que había frente a esa puerta un banco en forma de luna para los rezagados, claro que esto último podría ser una aportación romántica al hecho histórico.

“El Quinto Pino”: hace referencia a un lugar muy lejano, aunque si hablamos de matices, no estaría tan alejado como la Conchinchina.

Esta expresión se acuñó en el siglo XIX y tiene una ubicación muy precisa. El quinto pino estaba situado en el Paseo del Prado de Madrid. En dicho paseo había plantados cinco pinos a buena distancia los unos de los otros y la gente solía quedar en el primer o segundo pino. Ir al quinto pino era desplazarse bastante lejos, ya cerca del campo. Así lo atestiguan los periódicos de la época, donde se forjó este dicho. Además estando el quinto pino tan apartado era el lugar ideal para las parejas de enamorados que podían hacerse arrumacos y besarse discretamente, en una época en la que estaba mal visto esas expresiones de cariño en la calle.

Lee  Sobre dichos y lugares II : Babia, Jauja y la Conchinchina existen