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viernes, 19 de octubre de 2012

Viejas Postales II

Lee Viejas Postales I.

Había muchas cosas curiosas en esa exposición. No solo lo que podía verse en las fotografías, ni leerse en los carteles, sino las reacciones de la gente que las contemplaba. De las imágenes más alejadas en el tiempo todo eran comentarios de admiración ante la belleza o de desilusión frente a las carencias y la ruina. Pero conforme las fotografías iban avanzando en el siglo XX, los comentarios eran más sentidos, más nostálgicos, más interesantes.

-¿Te acuerdas cuando lo llamábamos el puente nuevo?- preguntaba un anciano a otro mientras observaban la prueba de carga del segundo puente que se tendió sobre el río.


-Yo no conocí los tranvías tirados por animales, pero sí que recuerdo que ahí estaba la parada del barrio- le explicaba otro a su mujer mirando una de las estampas –… donde ahora está la parada del 14.


-¡Mira! Está como cuando jugábamos de pequeñas- le decía una amiga a la otra observando un terreno baldío junto a una fuente.

Valladolid. Plaza de Zorrilla.

-¡Qué lástima! ¡Con lo bonito que era aquello!- suspiraba una señora enjoyada mientras contemplaba un club de baño donde se reunía la burguesía de la época y que en la actualidad se limitaba a unos muros medio derruidos al borde del mar.


-¿Dónde está el castillo? No lo veo- le preguntaba una mujer a su marido -¡Ah! Estaban estas chabolas adosadas y por eso las tiraron… ¡Ahora  lo recuerdo!


-¡Qué antiguo es el mercado!- exclamaba una señora observando la fecha de construcción sin percatarse de que ella apuntaba en su rostro idéntica antigüedad.


-Sí- le explicaba un abuelo a su nieto observando una de las carreteras de la red básica -… en aquella época había muy pocos coches y la calle era prácticamente peatonal. Nosotros jugamos a la pelota allí.


-Solo queda la chimenea, pero era una fábrica muy grande, con cientos de empleados… Eso me contaba mi padre- le explicaba un anciano a otro.


-¡No olvido las casuchas en la ladera! ¡Eso era crisis!- murmuraba un hombre con expresión de tristeza.


-¡La plaza  de la olla! Está justo como la recuerdo- sonreía una mujer ante otra fotografía – La llamábamos así porque era el sitio donde fundían el metal.


-¡Menudo camino! ¡Tenía tantos baches que yo siempre acababa mareada!- reía otra mujer mientras ignoraba la fotografía actual de una autovía de cuatro carriles.


Paseo de Gracia. Barcelona.

-Ese parque no estaba pelado, ahí están las palmeras, lo que ocurre es que en la fotografía estaban recién plantas y en este tiempo han crecido una barbaridad- respondía un hombre de mediana edad al comentario despectivo de un jovencito.

Alameda Principal. Málaga.

-Recuerdo cuando no podía pasarse por allí porque era un descampado peligroso y al construir el centro comercial le dieron vida- murmuré observando uno de mis lugares favoritos… Sí, porque yo también recuerdo alguna de las fotografías antiguas que vi. Una, que ya va teniendo una edad…




domingo, 7 de octubre de 2012

Viejas Postales I



Hace poco fui a una exposición de fotografías antiguas de mi ciudad. Me encantan estas exposiciones porque presentan un pasado reciente, una vista atrás, un día a día que fue y que ya no está, pero de alguna manera permanece ahí.

Cada día pisamos las calles de una ciudad nueva que se levanta sobre la antigua, que conserva su impronta, su esencia. Podemos imaginarnos el carro tirado por animales cruzando la calzada enlodada, al repartidor de periódicos que vocea la última hora, a un señor con sombrero esperando el tranvía, o a dos muchachas con sus faldas largas paseando por el parque mientras dos jóvenes las piropean amablemente. Sus calles, sus plazas, sus edificios son los nuestros, contemplan silenciosamente la misma escena más de un siglo después. Por la mañana temprano aparece el repartidor con su furgoneta, un señor espera el autobús mientras ojea un ejemplar de un periódico gratuito que le han entregado, dos muchachas pasean por el parque mientras dos jóvenes apartan la vista de sus teléfonos móviles para centrar su atención en ellas. ¿Qué diferencia hay?

La Plaza Mayor, Madrid. Año 1930.

Esta exposición era especialmente interesante porque te ponía en bandeja la comparación. No se limitaba a mostrar las fotografías. Habían reproducido una vieja colección particular de postales, habían investigado en archivos privados y habían acudido al lugar, exactamente al mismo lugar de las imágenes, para fotografiarlo en la actualidad. Presentaban las dos fotos expuestas en grandes paneles con la descripción como único marco.

Era realmente curioso e ilustrativo. Aquella ciudad de hace cien años tan idéntica en los lugares donde se había asentado la nobleza y la burguesía, y tan diferente en los barrios marginales, en el extrarradio. Ahora esos barrios forman parte del centro de la ciudad y sus chabolas se han convertido en altos bloques de pisos. La floreciente industria de finales del siglo XIX, las fábricas, las casuchas de los obreros se han transformado en centros comerciales, en urbanizaciones, en aparcamientos, con una solitaria y muda chimenea recuerdo de lo que se perdió y de lo que se ganó. Los solares vacíos, sin vegetación, han dado paso a autovías interminables, estaciones de servicio y polígonos industriales. La playa con restos del oleaje y cuatro pescadores tirando de las redes se ha convertido en tierra firme; ha sido desplazada medio centenar de metros hacia el mar y cubierta de hamacas y sombrillas. El puerto, sucio y descuidado, con los primeros barcos de vapor atracados en sus muelles se ha transformado en un paseo que saluda a los grandes transatlánticos.



La Aduana, Málaga. Finales del siglo XIX.


Todos estos cambios, unos para bien y otros para mal, se han llevado a cabo durante poco más de 100 años, pero los grandes hitos de la ciudad han permanecido inalterables, porque ellos son, junto a su gente, el corazón de la urbe. La catedral ya no puede verse desde cualquier punto, ni escucharse sus campanas, pero ahí sigue soportando el peso de los siglos; los palacios que construyeron los nobles para su gloria y comodidad, ahora son sedes de organismos oficiales; los paseos con árboles recién plantados y tranvías tirados por caballos, ahora están recorridos por coches y autobuses, y sus álamos o palmeras son más altos que los edificios aledaños. Pero todo está ahí, donde lo conocieron aquellos señores que no salían a la calle sin sombrero y aquellas damas con sombrilla, donde los trabajadores se encaminaban tras terminar su dura jornada para charlar antes de regresar a sus modestas casas. Todo está ahí y ahí debe seguir, porque es nuestra obligación legarlo al futuro del mismo modo que el pasado nos lo regaló al presente.