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jueves, 24 de octubre de 2013

El cambio horario.


El cambio horario es ese lío que se forma las madrugadas de los últimos domingos de marzo y octubre y del que nos acordamos porque nos lo dicen en los telediarios y en la prensa. En muchos hogares se produce una pequeña discusión sobre si hay que adelantar o atrasar los relojes, si dormiremos una hora más o menos, si al día siguiente anochecerá a tal o cual hora, si el domingo llegaremos tarde al trabajo o a alguna cita, o, por el contrario, llegaremos una hora antes. Casi todos pasamos un par de días un tanto desorientados y con alteraciones de sueño, preguntándonos si ese supuesto ahorro energético que nos ponen como excusa es realmente tal ahorro o solo eso, una excusa.

La idea no es nueva ni universal. Ya en la antigüedad (cuando no se medía el tiempo de una forma muy precisa) la longitud de las horas cambiaba para aprovechar más el día.

Pero tenemos que esperar al año 1784 para que Benjamin Franklin, siendo embajador en Francia, escribiera a un periódico parisino haciendo propuestas para el ahorro energético. Franklin se había dado cuenta de que los franceses, al levantarse más temprano, ahorraban en velas. Pero las ideas de Franklin no tuvieron mucho calado, pues proponía que se pusiera un impuesto a las contraventanas y que todas  las iglesias tañeran sus campanas a la vez para que la gente se levantara al mismo tiempo.

En 1907 William Willett siguió la idea de ahorro energético que había sugerido Franklin, pero con propuestas más prácticas y sencillas.




En el transcurso de la Primera Guerra Mundial los gobiernos se decidieron a tomar en serio todas estas ideas. Había que ahorrar combustible y estaban dispuestos a hacer lo necesario.  El 5 de junio de 1916 la Asamblea francesa acordó el adelanto de una hora, convirtiéndose Francia en el primer país que adoptaba este cambio horario.  A ellos se unieron otros países en los años siguientes, incorporándose Estados Unidos en 1918. Sin embargo, estos cambios dejaron de aplicarse antes de la Segunda Guerra Mundial.


Tuvo que llegar la crisis del petróleo para que, en 1974,  se volviera a adoptar el cambio horario como medida de ahorro en la mayoría  de los países industrializados. Europa se puso de acuerdo, excepto Suiza, que no aceptó la medida hasta 1981.

La directiva Europea 2000/84 unificó el día en el que se producía el cambio horario: el último domingo de marzo (se adelanta una hora) y el último de octubre (se atrasa una hora).

Los horarios de invierno y verano se siguen en más de 70 países en todo el mundo, pero sigue sin aplicarse en muchos otros como, por ejemplo, Japón.