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martes, 20 de octubre de 2020

Escritores confinados


A lo largo de la historia la inmensa mayoría de los escritores se han enfrentado a la hoja en blanco encerrándose en casa voluntariamente, pero otros vivieron circunstancias muy especiales que les obligaron a confinarse y de ahí surgieron grandes obras. Algunas de esas historias solo fueron imaginadas en aquellos momentos y escritas posteriormente, pero otras fueron puestas negro sobre blanco en el mismo confinamiento y de estás queríamos hablar aquí…

Hay autores famosos por sus obras, pero también por el hecho de haberlas creado en un aislamiento autoimpuesto extremo.

Balzac escribía 15 horas diarias. Empezaba a medianoche, escondía los relojes, cerraba las cortinas para no saber cuándo amanecía y bebía café sin parar.

Flaubert tardó casi seis años en escribir Madame Bovary (1856) y para conseguirlo tuvo que encerrarse doce horas diarias. A veces solo escribía una página y la revisaba constantemente.

George Bernard Shaw se recluía en una cabaña muy particular que había construido en su jardín, y decimos muy particular, porque podía girarla para tenerla siempre orientada hacia la luz del sol.

Emily Dickinson eligió el más estricto confinamiento por propia voluntad, se dedicaba a las labores domésticas, vestía de blanco, cultivaba sus amistades de forma epistolar y escribía apuntes, notas y poemas en hojas de papel que iba guardando por toda la casa y que se descubrieron tras su muerte.

Fue el agobio por cumplir los plazos acordados con su editor lo que obligó a Dostoievsky a enclaustrase en 1886. Había firmado un contrato en el que se comprometía a entregarle una novela el día 1 de noviembre o a cederle todos los derechos de las publicadas en los siguientes nueve años en caso de incumplimiento. Llegó octubre y seguía bloqueado, así que puso un anuncio en un periódico pidiendo mecanógrafa dispuesta a soportar sus maratonianas condiciones y Anna aceptó el trabajo. Estuvieron aislados en el despacho durante 26 días sin parar de escribir hasta que terminó El jugador. El 1 de noviembre Dostoievsky no solo tenía una novela que entregar a su editor, también tenía una proposición de matrimonio que hacerle a la mujer de la que se había enamorado. El 15 de febrero del año siguiente Anna se convirtió en su esposa.

Decíamos que también tenemos autores confinados forzosamente por circunstancias de diversa índole.


Autores en cuarentena:

https://www.pxfuel.com/
Imagen pxfuel.com
Dominio público.
William Shakespeare fue testigo de varias oleadas de peste que marcaron su vida y su obra. Fue en la que sitió Londres en 1606, manteniendo los teatros cerrados y a la gente encerrada en sus casas, cuando Shakespeare escribió El Rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra, según pudo confirmar el profesor François Loroque, especialista en el autor.

Hemingway ideó su novela Fiesta durante su estancia en España, pero la escribió durante una cuarentena. Su esposa Hadley le escribió para comunicarle que su hijo había enfermado de tosferina, indicándole que se aislaría con el pequeño y su niñera en una casa de la Riviera. Hemingway se lo contó a su amante Pauline que acudió a cuidar del niño pues ella había pasado la enfermedad y, finalmente, fue el propio escritor el que se mudó con ellas. El resultado fue la curación del niño, la consolidación de la relación de Hemingway con Pauline y el divorcio de su esposa que le costó cederle las ganancias de Fiesta (1926), una de sus obras más vendidas.


Autores enfermos o convalecientes:

Proust, enfermo de asma y con una grave depresión por la muerte de su madre, pasó sus últimos 15 años recluido en su casa escribiendo y bebiendo café. En este aislamiento creó su obra más famosa En busca del tiempo perdido (1913 y 1927)

Margaret Mitchell escribió Lo que el viento se llevó (1936) tras sufrir un accidente que la obligó a guardar reposo durante una larga temporada.


http://leticiaperinat.com/category/manuscritos-notables/
Manuscrito original
de Frankestein.
Imagen de
leticiaperinat.com
Autores aislados por la climatología adversa:

Quizá la historia más famosa es la de los invitados de Lord Byron, de la que ya hemos hablado aquí. Encerrado con sus amigos en la villa Diodati debido a las terribles inclemencias del tiempo en 1816, el año sin verano, les propone el reto de escribir un cuento de terror. Mary Shelley comienza una de las obras cumbres de la literatura Frankestein o el moderno Prometeo (1818) y Polidori, médico de Lord Byron, El vampiro (1819).


Quien sufrió un invierno durísimo fue Michael Ende en 1978. El escritor ya había comenzado La historia interminable pero el bloqueo le impedía continuar su novela. Entonces una gran nevada lo dejó incomunicado. Sin poder salir de casa, con las tuberías congeladas y una montaña de mantas sobre los hombros consiguió terminar la que sería su obra más famosa que se publicó al año siguiente.


Autores encarcelados:

No tenemos constancia de por qué Marco Polo estuvo un tiempo en la cárcel de Génova, pero sabemos que compartía celda con el escribano Rustichello de Pisa a quien dictó sus aventuras en Los Viajes de Marco Polo (1300).

Maquiavelo se pasó una buena temporada preso en San Casciano por conspiración contra los Médici y allí escribió El príncipe (1513), su obra más importante.

Aunque habrá quién se sorprenda, la Inquisición encarceló a Fray Luis de León  por traducir el Cantar de los Cantares a la lengua vulgar sin licencia. En su prisión escribió De los nombres de Cristo (1583) y la famosa poesía Canción a Nuestra Señora (1583)

Su oficio de recaudador de impuestos llevó a Miguel de Cervantes a dar con sus huesos en la cárcel en 1597 acusado de apropiarse del dinero, y, según reza la leyenda y los primeros versos del prólogo, allí comenzó a escribir El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605).


Quien ya debía estar acostumbrado a estar preso era el Marqués de Sade, que se pasó más tiempo en la cárcel y en el manicomio que en libertad. En uno de sus encierros escribió Justine o los infortunios de la virtud (1791).

Mucho más cómoda fue la reclusión de Xavier de Maistre, ya que era un arresto domiciliario por un duelo. Aunque echaba de menos el mundo exterior, supo adaptarse muy bien a la nueva situación y hasta disfrutar de ella. Aprovechó esos cuarenta y dos días para escribir su Viaje alrededor de mi habitación (1794).

Oscar Wilde nunca se hubiese imaginado cómo acabaría la querella que interpuso por difamación al marqués de Queensberry. El escritor estaba enamorado del hijo del marqués y el padre le envió una tarjeta en la que le llamaba sodomita. Wilde lo denunció, pero el juez lo absolvió y el escritor pasó de ser demandante a ser demandado por sodomía y grave indecencia. Fue condenado a prisión y a dos años de trabajos forzados. Privado de libertad escribió De profundis (1897).

Miguel Hernández fue encarcelado tras la Guerra Civil Española por su apoyo a la República. El joven poeta se carteaba con su mujer a la que echaba profundamente de menos y temía no ver crecer a su hijo. Durante su reclusión escribió Cancionero y romancero de ausencias (1958).  En una de sus cartas, Josefina le contó que solo tenían pan y cebolla para comer y él le respondió con las famosas Nanas de la cebolla. Con trozos de papel higiénico y un poco de hilo, confeccionó un pequeño cuaderno donde escribió cuentos para su hijo. Estuvo sus últimos ocho meses de vida en la enfermería de la cárcel, donde murió de tuberculosis.

Ana Frank fue una niña alemana de ascendencia judía que tuvo que huir, junto con su familia, de la persecución nazi. Se escondieron en un pequeño apartamento de Ámsterdam durante 25 meses en los que fue narrando lo que se convertiría en El diario de Ana Frank (1947). Finalmente fueron descubiertos y llevados a diferentes campos de concentración. Ana murió de tifus solo dos meses antes de que el campo fuera liberado.


jueves, 8 de octubre de 2020

Historia de las pandemias: de la antigüedad al siglo XVIII.

Siempre hemos creído que los acontecimientos que configuran el mundo son consecuencia de la política, las guerras, la economía, los descubrimientos… pero nunca nos hemos parado a pensar que las epidemias también han influido en la historia, a veces, de forma más decisiva que cualquier guerra…

No vamos hablar aquí de síntomas, ni de cuadros clínicos, sino de historia de algunas de ellas. No están todas las que son, pero sí son todas las que están…

Clío, musa de la
Historia. Wikipedia.
Dominio público.
Desde que el ser humano comenzara con la actividad ganadera hace unos 10.000 años, los virus zoonóticos han amenazado la existencia de nuestra especie, pasando de los animales a las personas. Desconocemos qué epidemias sufrieron en la prehistoria y en los primeros asentamientos urbanos, no nos ha llegado memoria de ellas, pero sí sabemos de otras muchas que han quedado documentadas.

En el imaginario colectivo está grabada a fuego la peste por los estragos que hizo en el siglo XIV. Pero no es tan conocido el hecho de que antes y después hubo varias epidemias de peste muy graves y que no todo a lo que se denominó “peste” lo fue. Bajo ese nombre se escondieron otros virus que médicos e historiadores han intentado identificar a veces sin conseguirlo.

Imagen de Casa
del Libro
En Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides tenemos, hasta el momento, la primera prueba documental de una epidemia. Los historiadores no se ponen de acuerdo en qué enfermedad la causó pero sí sabemos que asoló una parte de Grecia entre los años 430 y 426 a. C. dejando a su paso decenas de miles de víctimas, incluido a Pericles, famoso estadista y militar. Se la conoce como plaga de Atenas y parece haber tenido una influencia directa en la victoria de Esparta y la coalición de ciudades-estado que lideraba frente a una debilitada Atenas.

Galeno, el más célebre de los médicos, nos describía en Methodus medendi y otros de sus escritos la plaga que sufrió el Imperio Romano en los años 165-180 d. C. y que ha pasado a la historia con el nombre de peste antonina. Parece que la enfermedad la llevaron a Roma los soldados que regresaron de la guerra en Mesopotamia. En pocos años afectó a gran parte del imperio y tuvo rebrotes que causaron la muerte de alrededor de cinco millones de personas.

Pero ninguna de las anteriores es comparable con la peste de Justiniano, una verdadera pandemia que arrasó el Imperio Bizantino en varios brotes durante los siglos VI y VII afectando a Asia (donde se había originado), África y Europa. Los historiadores están de acuerdo en que esta enfermedad fue la misma peste que volvió a poner en jaque a la humanidad en el siglo XIV. El Imperio Bizantino vivía una época de esplendor, pero en el año 541 la enfermedad empezó a diezmar a la población y al ejército. La economía se desplomó por la devastación que sufrían las poblaciones dedicadas a la agricultura y al comercio, además del deterioro y abandono que sufrieron algunos puertos. El hambre produjo numerosos conflictos. La peste llegó a la misma Constantinopla causando la muerte al 40% de la población y enfermando al emperador Justiniano, que logró sobrevivir. Pero para entonces ya no era posible controlar todo el territorio, hecho que aprovecharon los pueblos bárbaros para intensificar sus ataques y aquella invasión fue ya imparable. Se estima que todos estos acontecimientos produjeron una reducción de la población mundial entre 25 y 50 millones de personas y condujeron al ocaso de la Antigüedad y la transición hacia la Edad Media.

Imagen de infobae.com. Fuente de la Organización Mundial de la Salud y Enciclopedia Británica.
 (Son cifras estimadas  hasta el 17 de marzo de 2020. Los fallecimientos por el COVID-19 posteriormente fueron muy superiores).


Pero aún estaba por llegar la peor epidemia a la que tuvo que enfrentarse el mundo conocido: la
peste negra. Si ya había hecho estragos siglos antes, los siguió haciendo en varios brotes hasta el siglo XIX, siendo el más mortífero de todos el del siglo XIV (1346 -1353). Hablaremos de ella más detenidamente en otra ocasión por las enormes repercusiones que tuvo en la historia. Contaremos ahora que la enfermedad se originó en Asia, pasó a Europa por las rutas comerciales y fue una hecatombe. Atacó tanto a pueblos como a ciudades donde morían familias enteras sin sospechar qué causaba su mal. La gente pensaba que se trataba de un castigo divino, los médicos hablaban de la corrupción del aire y los astrólogos creían en la mala influencia de los cometas (de ahí que los italianos empezaran a utilizar la palabra influenze). Ninguno estaba en lo cierto, pero nunca llegaron a saberlo, porque el verdadero culpable se descubrió 500 años después.

El Decameron.
Imagen de Casa
del Libro.
Murieron 50 millones de personas solo en Europa y la enfermedad dejó su impronta en la pintura, obras de teatro, danzas y relatos.

De aquella época data El Decamerón de Giovanni Boccaccio que narra la huida de un grupo de jóvenes de Florencia hasta una villa donde se aíslan y pasan su confinamiento relatando cuentos.

Las consecuencias de la peste aceleraron, según muchos historiadores, el paso de la Edad Media al Renacimiento.

La viruela es otra de las epidemias que ha atacado a la humanidad varias veces a lo largo de su historia. Quizá lleve unos 10.000 años con nosotros, pero fue particularmente mortífera en los siglos VIII, XVI , XVIII y XX: la mortalidad llegó al 30%. La viruela acompañó a los colonizadores al Nuevo Mundo y allí encontró una población autóctona sin protección inmunológica ante la nueva amenaza. La enfermedad recorrió el continente americano mucho más rápido que los conquistadores, de hecho, hubo poblaciones que perecieron de viruela antes de que cualquier español pusiera un pie en ellas. En 1520 se desató una epidemia entre los mexicas que causó la muerte a Cuitláhuac. Según cálculos estimados la viruela pudo matar a 56 millones de personas en aquella época.

En el siglo XVIII fue Europa la que se vio asolada por un brote muy virulento de esta misma enfermedad que volvió a cobrarse la vida de millones de personas, incluido el rey español Luis I. Y aunque hubo épocas de tregua, siempre reaparecía. Fueron las investigaciones sobre esta enfermedad las que llevaron a crear la primera vacuna que hubo de ser perfeccionada a lo largo del siglo XIX. El siglo XX no se libró de sus estragos, se cuenta por cientos de millones los que perecieron hasta que comenzó la vacunación masiva y se logró acabar con ella. Precisamente, este 2020, se celebran 40 años de la erradicación de la viruela.

Otra enfermedad que diezmó a la población mundial durante siglos fue la sífilis. La opinión más extendida es que esta enfermedad de transmisión sexual tiene su origen en América y que se expandió por el resto de continentes cuando los descubridores regresaron del Nuevo Mundo. De hecho, la primera víctima europea de la sífilis fue Martín Pinzón en 1493. Desde entonces millones de personas han sucumbido ante esta enfermedad hasta el descubrimiento de la penicilina. Desconocemos el número exacto de víctimas, pero sí que muchos intentaron ocultar, por parecerles vergonzoso, que esta  fue la verdadera causa de la muerte de un familiar. Aún así sabemos que por su causa perdimos a Baudelaire, Toulouse Lautrec o Gauguin.

Imagen de www.caracteristicas.co/historia/

Lee Historia de las pandemias: siglo XIX.