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miércoles, 24 de enero de 2018

¿Ropa apropiada?


Hay cosas sencillas, del día a día, costumbres que se dan por válidas pero que son un sinsentido. Y es de una de esas cosas, aparentemente sin importancia, de la que quiero hablar hoy.

Estos días pasados en los que ha habido tantas celebraciones, fiestas de Navidad y cotillones de fin de año, se ha repetido la misma historia de forma invariable. Las tiendas se llenaron de ropa elegante, de vestidos de fiesta y de tacones de altura vertiginosa. Las prendas de brillos, terciopelo, colores irisados, pedrería y lentejuelas colgaban de los percheros como reclamo, para hacerte entender, nada sutilmente, que esa es la ropa apropiada para una mujer en esas celebraciones. Claro, es de lo más femenino ir con escote palabra de honor o tirantes, vestiditos minúsculos, minifaldas, medias de seda y tacones imposibles en diciembre o enero, en el hemisferio norte, donde suelen alcanzarse temperaturas bajo cero. Es tan femenino, tan aceptado socialmente y tan generalizado que la mujer siempre tenga que someterse al dictamen de la moda, donde muchos de los diseñadores son hombres, que carece totalmente de importancia poner en riesgo su salud o su integridad física. Aquella frase que nos repetían hasta la saciedad en generaciones pasadas sigue hoy en día de plena actualidad: para estar bella hay que sufrir.


No hay otra clase de ropa para eventos en las tiendas. Cualquier otra prenda que pueda suponer algo de abrigo brilla por su ausencia. Es un mensaje claro y directo: esta es la ropa que debe llevar una mujer femenina, elegante y guapa, de lo contrario irá inapropiada, dando la nota y levantando críticas merecidas. No es una elección, es un dictamen.

Donde mires verás el mismo mensaje: en las retransmisiones de las campanadas de fin de año la presentadora lucirá un vestido de tirantes con escote de vértigo aunque esté en la Puerta del Sol con temperaturas bajo cero, en los programas musicales posteriores que celebran la entrada del nuevo año las cantantes aparecerán ataviadas de igual forma; incluso en las decenas de telefilmes navideños que emiten todas las cadenas por esas fechas, la guapa protagonista va con vestiditos semejantes, y cuando sale a pasear se coloca un fino abrigo de paño (que no la haga parecer gorda) sin abrochar y sin bufanda mientras camina por la nieve con el apuesto galán.


Sin embargo, no he visto en ninguna tienda pantalones cortos, camisas de verano o bañadores para que los hombres luzcan jóvenes y atractivos. No, lo masculino es ir con un traje. Sí, con su chaqueta y un buen abrigo.

Alguien puede alegar que las celebraciones suelen ser en locales cerrados y, por tanto, las mujeres no pasan frío con su ropita veraniega en pleno enero. Los amplios salones donde se celebran los eventos suelen ser fríos de por sí, pero además… ¿alguien ha visto que pongan calefacción? No, lo que encienden es el aire acondicionado. Sí, ese chorro de aire frío que siempre va a dar sobre la cabeza de la más escotada del grupo.

Ya hemos hablado anteriormente del aire acondicionado, pero lo que no hemos mencionado son los numerosos estudios que indican que la forma de utilización del aire acondicionado para refrescar un local, una oficina o cualquier lugar público, es machista. Esto puede resultar chocante, pero no lo es tanto si atendemos a las conclusiones de esas tesis que aseguran que, por su propia naturaleza, los hombres suelen tener más calor y más temperatura corporal que las mujeres (y, recordemos, que en las celebraciones que nos ocupan, ellos van con chaqueta frente a los vestidos femeninos). Lo que defienden estas teorías es que la temperatura a la que se pone el aire acondicionado es la más cómoda para un varón de unos 40 años y de peso medio (y esto lo pueden confirmar todas las féminas que trabajan en oficinas). Los continuos enfriamientos, resfriados y bronquitis que vienen soportando las mujeres (y algunos hombres) a cuenta del uso y abuso del aire acondicionado ha llegado al extremo de tener que regular la temperatura mínima y máxima por decreto ley. Por lo tanto no es ninguna tontería.

Y ahora que han llegado las rebajas, al mirar escaparates y buscar entre los percheros, se encuentra más ropa de verano que de invierno y en las webs de moda podemos leer cosas como “ha llegado el tiempo de lucir camisetas de manga corta”. Sí, camisetas de manga corta a 0ºC.


Dejemos de perpetuar la imagen de que la mujer debe ir medio desnuda para ser femenina, elegante y atractiva. Adecuemos nuestra ropa a la temperatura de la época del año y el lugar en el que vivimos, rechacemos la normalización de una moda ilógica, abandonemos esas actitudes que solo nos llevan a repetir anticuados cánones, a hacerles el juego a unos cuantos y a pillar alguna que otra bronquitis… 

miércoles, 10 de enero de 2018

Hechos reales: en el autobús (tercera parte)


Cuando hay acontecimientos o festividades que concentran gran cantidad de personas en el mismo lugar y que imposibilita que los que acostumbran a llevar el coche a todas partes encuentren aparcamiento, se suele optar por el transporte público. Solo entonces somos plenamente conscientes de que hay mucha gente que no sabe montar en autobús. Ya habíamos hablado de esto anteriormente, pero es que de nuevo, hace unas pocas semanas me quedé de piedra al ver el comportamiento y las conversaciones de mis compañeros de viaje. Parece imposible que alguien no sepa cómo utilizar un autobús, no sé si es que yo lo cojo todos los días, pero no creo que sea tan difícil mirar el mapa de la parada, o la aplicación del móvil para ver qué autobús lleva al centro de la ciudad (que normalmente es el final del trayecto y viene escrito en la marquesina o en el propio vehículo) o, en su defecto, preguntar al conductor si pasa por donde quieres ir. No es tan difícil (si tienes suficiente dinero, claro) pagar el billete, sentarte en un lugar o quedarte de pie sujeto a la barra, leer los carteles que indican cosas como prohibido comer y beber o que no se da cambio de más de 5 euros.

https://pixabay.com/es/pasajeros-tain-tranv%C3%ADa-autob%C3%BAs-1150043/
Las pasadas navidades los autobuses iban repletos, y entre los muchos usuarios, se encontraban también aquellos que habían viajado poco (o nada, quizá fuera su primera vez) en este medio de transporte.



Una señora consiguió un buen lugar y le indicó a su nieta que se sentara junto a ella. A lo que la niña con mucho desparpajo y alegría respondió:

-No, abuela. Yo no me siento. La ilusión de mi vida siempre ha sido ir de pie en un autobús.

¡Vaya! Sus padres no debían saber que su hija tenía ese anhelo por una cosa tan fácil de conseguir, si no le habrían regalado un billete de autobús antes ¿o no?


Otra abuela pagó con su bonobus y saludó a la conductora del vehículo, el chiquillo de unos tres años que llevaba de la mano, miró fijamente a la muchacha y preguntó:

-¿Las mujeres saben conducir?

-Claro que saben- contestó la señora mientras lo empujaba hacia el interior del autobús.


https://pixabay.com/es/photos/transporte%20p%C3%BAblico/?&pagi=2Buscó donde acomodarse, pero solo consiguió ese par de asientos que quedan de espaldas y que son los últimos en ocuparse porque mucha gente se marea. El niño al ver que iba de espaldas no tuvo otra ocurrencia que preguntarle a su abuela por qué íbamos marcha atrás. La mujer le explicó que no era el autobús el que iba marcha atrás, sino que eran sus asientos los que estaban de espaldas, pero el pequeño no lo entendió a la primera. Luego se asombró al ver pasar escaparates.

-¡Mira, mira!

-Son los escaparates de las tiendas.

-¿Qué son escaparates?

Y su abuela, con paciencia, se lo explicó.

-Abuela, tú sabes muchas cosas…

-Porque yo he vivido muchos años. Cuando tú te vayas haciendo mayor irás aprendido tantas cosas como yo.

-Y esa gente que va andando por la calle… ¿se han perdido?- volvió a preguntar.

-No, no se han perdido. Están paseando.

El chiquillo siguió viendo pasar escaparates adornados de Navidad y concluyó que ya habían empezado las fiestas y se pasó el resto del viaje cantando villancicos. Demasiados “peces en el río” para mi gusto.

Debió ser un día muy emocionante para el niño, porque no paraba de saltar de sorpresa en sorpresa, lástima que, seguramente, ya lo habrá olvidado.


Aparté la mirada del pequeño cantante y me fijé en una mujer que iba con su hija, ya mayorcita, manteniendo una asombrosa conversación.

-No, los Reyes no te van a traer tantas cosas. Si te hicieran muchos regalos otros niños se quedarían sin juguetes- respondió la madre a la que, seguramente, sería una larga retahíla de peticiones.

-¡No son muchos!- exclamó la hija pensativa - ¡Estaría bueno que a mí solo me trajeran una cosa y a los demás niños un montón!

-Los Reyes saben lo que tienen que regalar a cada uno. A todos igual… más o menos.

-¡No, a todos igual, no!- se quejó la niña – ¡A los que no se portan bien, no!

-Los que no se portan bien están en la lista negra de los Reyes… Y estar en la lista negra… ¡Es estar en la lista negra!


En una de las paradas un hombre subió al autobús e intentó pagar con un billete de 10 euros. La conductora le indicó que el reglamento establecía como máximo el pago con un billete de 5 euros y que ella no tenía cambio suficiente, por lo que el señor bajó del autobús y nos pusimos en marcha de nuevo.

-¡Qué poca vergüenza!- exclamó indignada una mujer a mi espalda - ¡No se puede consentir que esta tía no haya dejado al hombre subir al autobús!

-Le ha dicho que no tenía cambio de 10 euros- respondió la amiga.


-¡Qué barbaridad! ¡No permitir pagar con un billete de 10 euros! ¡Y él se ha bajado! ¡Yo no me bajo!- gritó enfadada - ¡A mí no es capaz de hacerme eso! ¡A mí me cobra o me lleva gratis, pero nunca consentiría en bajarme! ¡Me tendrían que bajar a la fuerza!

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Autobus_Aucorsa_(C%C3%B3rdoba,_Espa%C3%B1a).jpg