Reservé con mucha antelación una excursión para
pasar el día visitando Medina Azahara y la ciudad de Córdoba junto con un grupo
de amigas. La cosa prometía, pues yo nunca había estado en Medina Azahara y me
habían hablado muy bien del lugar. Pero justo unos días antes se instaló una
borrasca sobre los cielos de España y allí se quedó muy a gusto. Sabíamos que
llovería pero la excursión no se anuló. Nosotras íbamos preparadas con nuestras
botas de agua, zapatos y calcetines de repuesto, chubasquero y paraguas.
Empezó por no quedar claro dónde debía recogernos el
autobús pero la cosa acabó como una simple anécdota. Las personas que esperaban
en la parada subieron ocupando cada uno el asiento asignado y nosotras hicimos
lo propio. Nuestro guía se sorprendió de que todos nos hubiésemos sentado en la
parte trasera, tan “lejos” de él y nos dijo que nos sentáramos delante que solo
íbamos a ser 15 personas. Todos nos miramos y nos encogimos de hombros sin
movernos del lugar asignado. Menos mal que no le hicimos caso porque en la
siguiente parada el autobús consiguió un lleno absoluto.
Vista de Medina Azahara. |
El guía se presentó oficialmente, afirmó que su reto
era regresar del viaje sin que se le perdiera ningún “abuelillo” y que había
hecho una recopilación de canciones para la ocasión con todo el cariño del
mundo. ¡Ay, ay! Me temí lo peor y mis temores se vieron confirmados cuando sonó
la primera de las canciones con mucha guitarra española, mucho “poderío” y
mucho arte. Nada detendría a nuestro guía en su idea de “viva el viiiiiiino y
laaaaaaas mujeres, que por algo son regalo del Señor”… Tuvimos nuestra ración
de Camarón, El Fary, Los Chichos, Los Chunguitos, Las Grecas… que pueden estar
muy bien en determinados momentos, pero no a las ocho de la mañana, a todo
volumen, en un autobús lleno de gente que dormitaba o intentaba conversar con
el acompañante. Nada haría entrar en razón a nuestro guía que desatendía las
protestas de los pasajeros, no sé si porque no le interesaba que le estropearan
su recopilatorio o porque realmente no los escuchaba ya que sus voces se
ahogaban bajo la potencia de Manolo Escobar o Isabel Pantoja. Los pobres
“abuelillos”, como él se empeñaba en llamarlos aunque les molestara, le
gritaban que quitara la música, que la bajara o que pusiera la radio, pero todo
caía en saco roto.
- ¡Seremos viejos, pero no estamos sordos!
Nuestra única esperanza era que el CD se acabara. ¡Fuimos unos ilusos! Cuando el CD finalizó ¿qué ocurrió? ¡Qué lo volvió a poner dos veces más!
- ¡Seremos viejos, pero no estamos sordos!
- ¡Con lo joven
que es y nos pone canciones del año de la pera! ¡Pon algo de ahora!
Nuestra única esperanza era que el CD se acabara. ¡Fuimos unos ilusos! Cuando el CD finalizó ¿qué ocurrió? ¡Qué lo volvió a poner dos veces más!
Paramos en la mitad del camino para desayunar y
proseguimos nuestro viaje camino a Córdoba.
Nuestro guía, un cúmulo de sorpresas, nos anunció
que, como el día estaba lluvioso (aún no había llovido), no visitaríamos las
ruinas de Medina Azahara como estaba programado, sino el centro de recepción
donde se nos proyectaría una película hablándonos del lugar, después iríamos a
un centro comercial y finalmente a la ciudad de Córdoba con visita
opcional a la Mezquita.
Mis amigas y yo nos miramos incrédulas… ¿Habíamos
viajado hasta Córdoba con la promesa de ver Medina Azahara y nos iban a poner
un documental y llevarnos a un centro comercial? Nuestras protestas se hicieron
oír y, otras personas se unieron a nosotras, hasta conseguir un amago de motín
que el guía sofocó prometiendo que quien quisiera podría subir a las ruinas
¡media hora!
Llegamos al aparcamiento y tuvimos que esperar a que
el guía acompañara a aquellos que iban a ver el documental, recogiera las
entradas y volviera con nosotros para que subiéramos en un bus lanzadera que
nos llevaba al pie del yacimiento. No dejó de protestar en todo el camino y
temer que alguien se rompiera la cadera.
Conseguimos entrar en la antigua ciudad califal
donde podían verse grupos de visitantes aquí y allá cada uno con su guía. Nosotras
nos fuimos sin el nuestro. Una parte del complejo estaba cerrado porque, precisamente
ese día, estaba grabando un vídeo musical el grupo Medina Azahara ¿Qué mejor
lugar para ello? Pero el tiempo no acompañaba y el viento barría el pelo rubio
y largo del cantante que tenía que repetir la toma una y otra vez.
El grupo musical Medina Azahara posando en la antigua ciudad de Medina Azahara. |
Comenzó a chispear y varias de nuestras amigas
corrieron a refugiarse en el punto de encuentro, único lugar techado del
yacimiento. Nosotras decidimos seguir para ver las pocas paredes y arcos que
seguían en pie después de más mil años (la ciudad la mandó construir Abderraman
III entre los años 936 y 976). Fuimos rápidamente, cruzándonos con otros grupos
de visitantes que presumían de que eran chicarrones del norte, que una simple
llovizna no les iba a amilanar y permanecían parados frente algún muro
escuchando las largas explicaciones de su guía.
De repente un torrente de agua comenzó a caer sobre
nosotras, el viento puso los paraguas del revés y en unos segundos quedamos
empapadas. Todo estaba chorreando, nuestra ropa, nuestros bolsos, nuestras
cámaras, nuestro pelo exactamente igual que si acabáramos de salir de la ducha.
Ya no quedaba rastro de nadie, ni siquiera de los chicarrones del norte.
El camino de regreso al único lugar techado era
cuesta arriba y allí nos dirigimos luchando contra el viento y el agua casi sin
poder caminar. En el último tramo estaba ya tan cansada, ahogada y empapada que
no me esforcé más y mi amiga me grabó en vídeo desde la protección de la
estación base mientras yo subía a paso lento bajo la lluvia…
Medina Azahara bajo la lluvia, al fondo se ven algunas personas con paraguas. |
Nos agolpamos bajo el techo esperando la llegada del
bus lanzadera y nos metimos todos dentro como sardinas en lata. El guía nos
miraba y repetía: “no quería decirlo… pero os lo dije”.
Todo el día lo pasaría con el pelo mojado y soltando
gotitas de lluvia cada vez que movía mi bufanda pero, asombrosamente, no me
resfrié.
Después comimos en un buffet, todo muy rico y
abundante. Cuando salimos de allí, aún estaban nuestros acompañantes poniéndose
morados a base de gambas de Huelva…
Había dejado de llover y las nubes comenzaron a
disiparse dando paso a grandes claros azules, de ese color que solo los cielos
andaluces poseen.
Mezquita de Córdoba. |
Estuvimos más de media hora sentadas en el autobús
vacio, esperando que nuestros compañeros de viaje se dignaran a aparecer para
continuar el viaje y comentando la mala pata de que nos lloviera justo en
Medina Azahara y ahora saliera el sol…
¿No podíamos volver? No habíamos logrado ver gran cosa del yacimiento…
Cuando los “abuelillos” regresaron al autobús no
faltó quien dijo: “ya hemos comido, ahora volvamos a casa…”
No, no, no… de volver a casa nada, que aún quedaba
visitar la Mezquita de Córdoba. Y allí fuimos, aunque el guía nos había
prometido que antes nos enseñaría los alrededores contándonos cosas curiosas
sobre la ciudad y después quien quisiera tendría tiempo de visitar la Mezquita
y los demás podían sentarse a tomar un café tranquilamente.
El autobús paró junto al magnífico puente romano y
concertamos el sitio y lugar en el que nos reuniríamos para volver a casa. Pero
en el camino entre el puente y la puerta de la Mezquita perdimos de vista al
guía y a nuestros compañeros. Los buscamos por todas partes, adentrándonos en
las callejuelas de la antigua judería, estrechas, pintorescas y repletas de
tiendecillas de recuerdos. Ni rastro. Volvimos sobre nuestros pasos, compramos
la entrada de la Mezquita y allí apuramos todo el tiempo que nos habían dado
hasta la hora de regreso. Había poca gente en el interior del monumento, pero
ninguno de ellos eran nuestros compañeros… Parece ser que ya estaban cansados o
que un café puede resultar más atractivo que una catedral incrustada en el
interior de una asombrosa mezquita de infinitos arcos.
Crucero de la catedral renacentista en el interior de la Mezquita de Córdoba. |
Corrimos por el puente romano hasta el autobús para
llegar a la hora señalada casi sin detenernos para hacer fotos a la silueta de
la ciudad. Los “abuelillos” habían sido más rápidos porque estaban todos allí,
sentados ordenadamente, diciendo: “ahí llegan las fotógrafas”…
El guía nos anunció que era el cumpleaños del
conductor del autobús. Cumplía 65 años y aquel era su último trabajo, a las ocho de la tarde debíamos estar en nuestra ciudad porque comenzaba la
jubilación del buen hombre. La gente aplaudió y le cantamos el “cumpleaños
feliz”… y deberíamos haberle seguido cantando nosotros antes de que el guía
volviera a endosarnos su famosa recopilación de canciones. Cuando hubo
terminado el CD nos anunció que no lo volvería a poner si contábamos chistes,
porque éramos unos sosos. Como nadie se ofrecía voluntario, comenzó contando él
mismo uno verde y malo. La gente siguió sin animarse y el joven cumplió lo
dicho haciéndonos escuchar a todo volumen y en bucle el CD que había preparado
con tanto cariño… y destacando que había logrado regresar sin que se le
perdiera ningún “abuelillo”.
12 comentarios:
Oh qué ganas me han entrado de visitar esa maravilla de ciudad que has reseñado, las fotos son fantásticas.
Besos
¿Y no deberían jubilar mejor al guía? Por lo de llamar "abuelillos" a los pasajeros, lo del CD machacón, lo de los chistes...
La Mezquita es una maravilla. Aún recuerdo al impresión que me causó cuando la visité por primera vez siendo adolescente :)
Muy bueno el relato de las vicisitudes del accidentado viaje que compartimos.
Yo me divertí mucho en el autobús cuando la gente de atrás le gritaba al guía "que somos viejos pero no sordos o dices que tienes 25 años y nos pones música del año de la pera" jajajaja.
Anda que los pobres se enfadaron un poco.
Vaya show!
Sí, Conxita. Córdoba es una ciudad preciosa :-) Me alegro que te hayan gustado las fotos. Soy aficionada a la fotografía, aunque no tengo una buena cámara, ni nociones, pero le pongo ganas...
Pues sí, Ángeles, mejor jubilar al guía. Pero le quedan muchos años para eso, creo recordar que dijo que tenía 25 y aún no había terminado los estudios. Pero yo no le veo mucha madera de guía. No escuchaba la opinión de la gente, ni era capaz de improvisar... Creo que habría sido muy fácil, que si los viajeros te piden que no les llames abuelillos, no los llames así, y si te piden que quites el CD, lo tienes que quitar... No ha tenido éxito su recopilatorio de canciones, tiene que asumirlo... Pues nada...
M. me alegro que te haya gustado el relato de nuestro viaje :-) Gracias por el comentario.
Sí, Natalia, a ti te hizo mucha gracia lo de la música a toda voz y los pasajeros quejándose sin ser oídos. Tiene guasa la cosa... Pero creo que a ellos no les hizo tanta gracia...
Dí que sí, Eva, que estaban todos enfadados y nosotras también. Pero tú fuiste más lista y te pusiste tus cascos con tu propia música... pero no sé si el volumen del recopilatorio del guía te permitía escuchar el tuyo propio...
Pues sí, Mariví. Fue un show, pero contado fue menos show que vivido...
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