Quizá no te resulte extraño cruzarte por la mañana temprano
con varias personas vestidas con chaqueta, lo que si puede sorprenderte es
hacerlo en una de esas ciudades donde todos los veranos antes de las 8 de la
mañana los termómetros ya rozan los 30º. Entonces puede que las mires
desconcertado sin comprender porqué van en manga larga e incluso con un pañuelo
alrededor del cuello. La respuesta es sencilla.
Mientras hay profesiones que echan de menos el aire
acondicionado, hay otras que lo echan de más. En las oficinas, la temperatura
suele ser tan baja que parecen un frigorífico o un pingüinario, directamente. No
cesan de escucharse toses y hay bastantes personas que sufren bronquitis
crónicas que no amainan en verano. Cuando sales del trabajo aún con la rebeca
puesta, tienes la cara, las manos y los pies helados, la ropa está fría y aún
permanece así durante un buen rato. Entras en el autobús y el aire gélido te
traspasa, se abren las puertas del centro comercial y se desata el más crudo
invierno de forma repentina. ¿Quién se atreve a meterse en el probador de una
tienda de moda y quitarse la ropa para ver cómo te quedan las prendas de
verano? Probarse un abrigo parece más apropiado en esas circunstancias.
Seguro que el aire acondicionado no se inventó para
vivir un auténtico invierno en manga corta en julio y agosto, bien porque el
aparato no funciona correctamente y se crean corrientes, o bien porque se
convierte en un arma en manos de gente que lo maneja inconscientemente.
Pero que nadie se lleve a engaño, el aire
acondicionado no se ideó para que las personas estuviésemos fresquitas en
verano, aunque sea el primer motivo que se nos pasa por la cabeza, sobre todo
si tenemos en cuenta que desde la antigüedad se pensó en cómo suavizar las
altas temperaturas que se alcanzaban en verano en las zonas más cálidas del
planeta.
Creemos que el abanico ya existía en la prehistoria,
aunque la primera prueba que tenemos data del año 3000 a.C. Esta no era una
solución demasiado efectiva, así que no faltaban quienes ideaban métodos
rudimentarios para mantener fresca la casa. Una de las medidas más comunes era
orientar con cuidado la fachada, situar puertas y ventanas en lugares donde
pudieran generar corrientes de aire, poner patios, fuentes, y elegir bien la
altura de los techos. Para mantener fríos los alimentos se utilizaba nieve y
los romanos llegaron a fabricar su propio hielo.
Parece ser que los primeros que pudieron disfrutar
de una especie de “aire acondicionado” fueron los faraones egipcios mediante un
complicado método de enfriamiento de las piedras que formaban algunas
habitaciones del palacio: miles de esclavos desmantelaban las paredes durante
la noche, transportaban los bloques al desierto (que tiene muy bajas
temperaturas nocturnas) y, una vez enfriadas, las llevaban de vuelta al palacio
para que el faraón disfrutara durante el día de un ambiente mucho menos
caluroso que en el exterior del edificio.
Antiguo nevero en la montaña. |
Las soluciones más extendidas desde las primeras
civilizaciones hasta el siglo XX, fueron los neveros y las casas de hielo, una especie de pozo que se llenaba de nieve en invierno y se
recubría para disfrutar de hielo durante el resto del año. Así, la gente
poderosa, podía disfrutar de una casa de hielo en su propio patio. Para los que
pudieran permitírselo, existían unos establecimientos especializados donde se
vendía nieve procedente de casas de hielo o de las montañas (iban por las
noches con una mula y regresaban al amanecer con la nieve), pero era mucho más
caro un poco de hielo que una jarra de vino.
Los musulmanes refrescaban el ambiente, creando todo
un sistema de pequeños canales de agua que corrían por el suelo, con las altas
temperaturas del día, el agua se evaporaba y el calor disminuía un poco.
La pintura Els nevaters de la Massanella (1750) de Jaume Nadal muestra la recogida de la nieve en la sierra. |
Hubo que esperar a 1842 para que Lord Kelvin ideara lo que se convirtió en el principio del aire acondicionado (un circuito frigorífico hermético basado en la absorción del calor a través de un gas refrigerante).
A principios del siglo XX, la Buffalo Forge Company,
que fabricaba calentadores, sopladores y dispositivos de extracción de aire,
contrató al jovencito Willis Carrier, recién graduado en ingeniería industrial
y lo asignó al departamento de sistemas de calefacción para secar la madera y
el café. Uno de sus clientes, la compañía litográfica y de publicaciones de Brooklyn,
Sackett-Wilhelms, se quejaba de que los efectos del calor en el papel y la
tinta les impedían fijar los colores, con lo que no conseguían una buena
impresión a cuatro tintas.
Un día de 1902, mientras esperaba el tren en el
andén de la estación de Pittsburgh, Carrier seguía dándole vueltas a una
posible solución para su cliente mientras miraba la espesa niebla que lo
rodeaba, y entonces se le ocurrió: podía secar el aire haciéndolo pasar por
agua. Se puso a trabajar en ello y pronto tuvo lista una máquina que, mediante
tubos enfriados, controlaba la temperatura y la humedad. Este fue el primer
aparato de aire acondicionado de la historia. Lo llamó “aparato para tratar el
aire” y lo patentó en 1906 (aunque el término “aire acondicionado” lo creó
Stuart H. Cramer al patentar otra máquina parecida). En 1911 reveló su fórmula
a la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos.
El éxito de su invento no se hizo esperar, pues las
industrias textiles del sur del país, que también tenían problemas en su
producción a causa del calor y la humedad, compraron los dispositivos.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, la empresa
donde trabajaba Carrier se centró en la fabricación de material militar y
eliminó el departamento de aire acondicionado. Entonces Carrier se lanzó, junto
a unos amigos, a crear su propia empresa, la Carrier Engineering Corporation. En
1924 instalaron el aire acondicionado en el sótano de unos grandes almacenes, y
ésta vez el público no salió mareado, sino encantado con el cambio. Al año
siguiente, el Teatro Rivoli de Nueva York, donde se proyectaban las películas
del momento, contrató sus servicios y vio como se formaban largas colas en la
entrada, aunque las señoras no se fiaban todavía del invento y llevaban su abanico
en la mano. El éxito fue tan grande que, poco después, no solo las salas de
cine tenían aire acondicionado, también lo adquirieron los hospitales, las
oficinas, los aeropuertos y los hoteles. En esta década empezaron a comprarlo también
los particulares, y, la posibilidad de controlar el calor dentro de casa, fue
uno de los motivos por los que la población inició una gran migración a la zona
sur del país.
Publicidad del aire acondicionado y colas en la puerta del Teatro Rivoli de Nueva York. |
El control del calor y la humedad fueron fundamentales en la industria de los alimentos (podían refrigerarse y transportarse mucho mas lejos), los textiles, las medicinas, los plásticos, la construcción (se pudieron levantar edificios de más de 20 plantas) y hasta en los circuitos electrónicos que luego proporcionaron tantos adelantos en la tecnología y la informática.
Carrier no paró de investigar y mejorar sus equipos.
Pero llegó el crack del 29 y la Gran Depresión, lo que congeló las ventas. Al
término de la Segunda Guerra Mundial la empresa se recuperó alcanzando un gran
éxito en el mercado internacional.
Carrier es considerado el padre del aire
acondicionado y su fórmula sigue siendo fundamental a día de hoy. La empresa
Carrier sigue funcionando actualmente.
8 comentarios:
Es curioso que a algunas personas les gusta que en verano haga más frío que en invierno. Ponen el aire a 16 grados, por ejemplo, y están en manga corta. Luego en invierno estamos a 18 grados pero van con camiseta y jersey. Yo no lo entiendo :D
¡Vaya con los faraones! ¡Qué trabajo hacían pasar a los esclavos con tanto montar y desmontar palacios!
Curiosa forma tenían los faraones egipcios de enfriar la casa !!!! Lo que no es normal es que en el hospital haga frío de noche, vamos de taparse y todo!
Muy interesante su origen e historia. Todavía hay que averiguar el motivo del frío polar en tiendas, empresas, etc...
Pues sí, Ángeles. Yo tampoco lo entiendo, ponen el aire a la misma temperatura que en invierno llevarían jersey. Por eso, la idea de esta entrada fue para quejarme del frío que pasamos en verano (¡menuda contradicción!) en todos los lugares con aire acondicionado. Pero, ya ves, como me gusta tanto la historia de las cosas, acabé investigando sobre el invento y descubrí un montón de cosas que quería compartir con vosotros :-)
Muchas gracias por pasarte por aquí y dejar el comentario, Metalsaurio :-)
Yo también lo pensé, es que tenía guasa la cosa, hacer que miles de personas pasaran toda la noche acarreando piedras para arriba y para abajo... Ahora desmonta y antes del amanecer vuelve a montar para que el faraón esté fresquito...
Ana, cuando leí lo de los egipcios no me lo creí, lo tuve que buscar en más fuentes para asegurarme de que era cierto.
Eso es lo que digo yo, que en cualquier sitio el aire acondicionado está tan frio que es peor que el invierno. No hay derecho.
Muchas gracias, Mariví.
Cuando estaba investigando para la entrada, leí en un par de artículos que el aire acondicionado está pensado para un hombre de unos 40 años y 70 kg. Los hombres no tienen frío porque desprenden más calor, pero las mujeres sí tenemos frío porque nuestros vasos sanguíneos se contraen con mucha rapidez y nos da frío. La cosa es tan generalizada que incluso han tenido que crear una ley.
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