Pronto será el Día del Libro. Casi lo olvido porque
para mí todos los días son Día del Libro. Los lectores no necesitamos excusas
para comenzar una nueva aventura de las manos del protagonista de una historia
encuadernada, no necesitamos celebraciones oficiales para entrar en una
librería, acercarnos a la sección de
libros de un centro comercial o visitar una web de ventas de e-books. Nosotros
tenemos nuestro hogar repleto de libros, de todos los temas, de todos los autores,
de todos los formatos y editoriales. Lo mismo puedes hacerte con la edición
especial de un bestseller, reunir la colección que regalaba tal periódico, ser
adicto a los libros de bolsillo, comprar una rareza por Internet o tropezarte
con una edición antigua en un mercadillo. Desconfía de aquel que no tiene
ningún libro en su casa (una casa sin libros es una casa vacía), o del que, por
el contrario, solo los tiene en el mueble del salón, a primera vista, en una
edición de lujo encuadernada en oro, todos iguales. Lo más probable es que los tenga
para “hacer bonito” y no se haya leído ninguno.
Los lectores, cuando ya no tenemos sitio, buscamos
cualquier armario, cajón o mesita donde poder meter (aunque sea apretujado) un
libro más. También recurrimos a las bibliotecas públicas, de tanto ir y venir
acabamos haciendo amistad con el bibliotecario. Nunca tiramos un libro, rara
vez nos desprendemos de alguno. Ese desprendimiento suele ser doloroso y solo
se amortigua con el consuelo de regalarlo a un amigo, donarlo a una asociación
cultural y benéfica o a una biblioteca. Estamos seguros de que otra persona
encontrará en él un rato de evasión, una reflexión interesante, una aventura
extraordinaria o un amigo incondicional.
Todos los que hemos sido educados en la lectura o
aquellos que la han descubierto por sí solos, sabemos el tesoro que esconden
las páginas amarillentas, el negro sobre blanco, el olor a nuevo de la última
adquisición, el tacto del papel, un pequeño pliegue en la esquina de la hoja,
una nota al margen, un subrayado a lápiz, flojito, flojito. Tenemos un libro
con vida.
En los últimos años se ha desatado una batalla entre
el libro tradicional y el e-book. Algunos hemos claudicado. Probarlo y amarlo.
No nos consideren traidores aquellos que jamás se rendirán. Nosotros nunca
renegaremos de nuestros amigos en papel, aunque leamos en tinta electrónica.
Seguirá sin faltar en nuestra casa un libro, seguiremos comprando en papel
aquellos que más nos gusten, aquellos
indispensables. No son enemigos los libros y los e-book, son complementarios. En realidad, es cuestión de espacio. Ya no
encontré más rinconcillos donde poner otro libro apretujado, ya los coloqué
hasta en la estantería sobre la cama y en la vitrina de la cristalería fina.
Pero sigue siendo cuestión de espacio cuando los bits te desorientan y no
encuentras dónde está tu diálogo favorito (que en el de papel estaba hacia la
mitad del libro, en la página de la derecha, segundo párrafo). Pros y contras,
contras y pros…
Hoy he recordado que era el Día del Libro porque he
visto tenderetes en la calle, reclamos en las librerías, carteles anunciando
presentaciones, firmas de libros, conferencias y exposiciones; incluso un
borracho con su cartón de vino y una veintena de novelas de bolsillo ordenadas
en el suelo.
Alguna vez me dijeron que se
celebraba el 23 de abril porque Cervantes y Shakespeare murieron ese mismo día,
en el año 1616 (cosa que me llenó de asombro) y que tiempo después descubrí que no había sido exactamente así. Hoy me he
enterado que también murió ese día el Inca Garcilaso y que tuvimos que esperar
a 1995 para que la UNESCO lo declarara el Día Mundial del Libro.
Me he preguntado varias veces qué tiene que ver San
Jorge, patrón de Inglaterra, Aragón y Cataluña (sí, aquel caballero que mató a
un dragón para salvar a una princesa) con los libros. De la sangre de ese
dragón brotó una rosa, motivo por el cual
en Cataluña y otras localidades el día 23 de abril (día de la muerte de
San Jorge) se regala a las mujeres una rosa,
pero los hombres reciben un libro… ¡las mujeres también queremos libros! La
UNESCO aceptó esta leyenda como uno de los argumentos a favor de la fecha
elegida.
Los lectores no necesitamos un Día del Libro, pero
es de agradecer que lo haya, nunca está de más que se celebre algo tan bonito,
que pueda servir de excusa para acercar a más personas a la lectura, que nadie
renuncie al universo de la literatura y que no haya nadie que pueda decir que
nunca leyó un libro.
9 comentarios:
A quienes nos gusta la lectura, nos gusta tanto los libros como hablar de los libros, y tú aquí demuestras que es un tema inabarcable, tantos son sus aspectos. Me parecen unas reflexiones muy interesantes.
Como curiosidad,¿sabías que el día del libro en Reino Unido e Irlanda no es el 23 sino el 7 de abril? ¿Y que en EEUU se celebra en algunos estados,pero no es una celebración nacional?
MJ, secundo cada una de tus palabras; me he sentido totalmente identificada con aquello que dices. Yo sé que es el día del Libro, porque es el santo de mi cuñado, pero para mi todos los días lo son. Mi madre siempre se ha preocupado de que no me faltara un libro que me gustara para leer, y a pesar de lo humildes que siempre hemos sido, siempre he tenido (de bolsillo) el libro que anhelaba :-) Hoy leí en instagram a una chica que decía: ¿Por qué leo? porque vivir una sola vida no es suficiente :-) me encantó. Soy de la opinión que leer nos hace mejor personas. Un beso enorme.
No ando yo muy fina últimamente...
Rectifico: en las Islas Británicas el día del libro se celebra el primer jueves de marzo. No sé con qué me he confundido para decir la otra fecha.
Ángeles, muchas gracias por tus aportes y por la aclaración. Ya sabes "quien tiene boca se equivoca" ;-)
Me alegro mucho de que mis reflexiones te parezcan interesantes :-) Gracias por leerme y dejarme siempre un comentario.
Carmen, estoy de acuerdo contigo. Me parece perfecta la respuesta de esa chica que dijo que leía porque vivir una sola vida no es suficiente. Me la apunto.
Muchas gracias por tu comentario y por leerme :-)
¡Precioso!
Un gran texto.
José
Gracias, Mariví.
Muy amable, José.
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