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jueves, 26 de mayo de 2022

Mi propio Camino.

Hay caminos ancestrales que llevan a parajes mágicos. Son lugares de leyenda enclavados en la roca, cuevas sagradas que habitaban antiguos eremitas, edificios de piedra donde la vegetación crece libre, localidades que vivieron un milagro cuyos ecos llegan hasta nuestros días.

Me hablaste tanto de ello que decidí ponerme en marcha. Me he adentrado en enormes edificios-relicario y, sin ser religioso, he rezado ante la oquedad donde se veneraba, hace siglos, el Graal; he ascendido por escaleras prohibidas hasta llegar a cubiertas con escamas de dragón;  he leído la piedra de capiteles milenarios y pisado laberintos. En las mañanas despejadas me he fundido con la luz coloreada por hermosos vitrales góticos. Y en las noches claras me he perdido en el campo de estrellas intentando reconocer en ellas el reflejo de las iglesias del Camino.

En esta soledad me he encontrado a mí mismo y he comprendido lo que decías: el Camino es la metáfora de la vida. Así que hoy me detengo en Puente la Reina, sobre el arco central de este hito románico. Cada pata de oca, medio escondida en el Camino, me ha devuelto la sonrisa que perdí tras tu marcha. Me embarga tu recuerdo y rememoro aquellas tardes en las que nos sentábamos ante tu viejo y maravilloso tablero del juego de la oca. Lo llevo en mi mochila, abuelo. Miro las aguas del río Arga y te rindo homenaje gritando sobre tu casilla favorita:

—¡De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente!

He de proseguir mi Camino, cada cual tiene el suyo, entre mitos, corrientes telúricas, paganismo y misticismo; un Camino que señalan conchas desde los confines de Europa y que han recorrido peregrinos durante milenios. Abrazaré al Santo, pero no me detendré tras conseguir mi Compostela. Continuaré caminando hasta el final de la Tierra, aquel lugar por el que suspirabas y al que no conseguiste volver. Me sentaré en los confines del mundo conocido, donde los fenicios veneraban al sol y los romanos contemplaban con cautela el Mare externum. En Finisterre, con aquel vetusto mar a los pies, miraré al cielo y diré tu nombre.

© MJ

Relato para el concurso de Zenda #HistoriasdelCamino

Foto: archivo personal.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Un texto estupendo, muy evocador y con un lenguaje muy esmerado.

Te deseo mucha suerte en el concurso.

MJ dijo...

Muchas gracias, Ángeles. Me alegra mucho que te haya gustado el texto. Las cosas que nombro también forman parte del Camino.

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