En 1843 Dickens sorprendía a todos con Canción de Navidad y al año siguiente
repetía su éxito con Las campanas. En
1845, sabiendo que sus lectores esperaban ansiosos otro Cuento de Navidad que leer y colocar en un lugar privilegiado de sus
estanterías, escribe El Grillo del Hogar.
Un cuento de hadas sobre la morada familiar. En él vuelve a repetir sus
temas favoritos para la Navidad: el hogar, la familia, el amor, el reencuentro,
el perdón y lo sobrenatural. Pero en esta ocasión, deja de lado la crítica social
(que solo puede atisbarse en unas pocas escenas, como en el hogar pobre y medio
derruido de Calep, en el carácter tacaño y ruin del rico señor Tackleton que
recuerda al señor Scrooge de Canción de
Navidad, o cuando describe los juguetes destinados a las clases altas en
contraposición a los de las clases humildes) y se centra en un cuento que
retrata el ideal de familia feliz de la época y que logra atrapar a los
lectores, de tal forma, que en pocos días se agotaron los ejemplares de la
primera edición y salió a la venta la segunda.
Portada de la segunda edición de "El Grillo del Hogar". |
Los personajes están presentados con mucho humor y
las escenas cómicas se mezclan con las dramáticas en una estructura
prácticamente teatral que se divide en tres cantos. De hecho, la obra fue
representada en numerosas ocasiones consiguiendo, en los primeros años, un
éxito aún mayor que el de Canción de
Navidad y Dickens la leyó en público cuatro veces. Pero no todas las
críticas fueron favorables, ya que muchos opinaban que era una historia
demasiado sentimental. Su amigo Thackeray salió en defensa del libro contando
lo mucho que disfrutó con su lectura.
La historia comienza con el coro que forman un
hervidor y el Grillo del Hogar en la casa de los Peerybingle. Aquel es el reino
de Mary, a la que su marido llama cariñosamente Motita, una joven bajita,
afanosa y risueña. La sigue a todas partes Tilly Slowboy, una hospiciana
reconvertida en torpe niñera que suele poner en peligro al bebé de Mary.
Estamos a finales de enero y solo quedan tres días para que la muchacha celebre
su primer aniversario de bodas con el corpulento y bonachón John Peerybingle, bastante mayor que ella. John es carretero y
esa noche llega helado junto a su perro Boxer y un montón de paquetes que no ha
terminado de repartir. Tras una divertida escena, Motita le cuenta a su marido
que cree que tener un Grillo en el Hogar es lo más afortunado del mundo y
rememora que lo escuchó por primera vez cuando llegó allí recién casada y
parecía decirle que John sería el marido más atento y cariñoso del mundo. En
realidad, los dos piensan que el otro no se casó enamorado y que rezaba cada
noche para aprender a amar a su pareja.
Entre los paquetes que trae su marido, Motita
descubre una caja redonda que guarda una tarta nupcial y se lleva una
desagradable sorpresa al saber que es para el próximo enlace del viejo y avaro comerciante
de juguetes Tackleton con su amiga de la niñez May Fielding. Entonces, John
recuerda que ha recogido en la carretera a un anciano que espera fuera y lo
invita a pasar a su casa.
Al poco rato llega Calep Plummer a retirar un
paquete. Calep es un hombre menudo, encorvado y arrugado que se dedica a
fabricar juguetes para Tackleton por un miserable sueldo. El pobre se lamenta
de su suerte, ya que está afligido por la muerte de su hijo Edward, desaparecido
en un viaje a América del Sur, y por la ceguera de su hija Bertha. Quien
también se presenta allí es Tackleton que viene a recoger su tarta y a invitar
a John y Mary a su boda. Disgustado por el canto del Grillo del Hogar, le
sugiere a la pareja que lo maten, alegando que eso hace él con los que se
cuelan en su casa y aprovecha la ocasión para pedirle al carretero que se
reúnan el próximo día para que Motita convenza a May de que va a tener un
matrimonio tan feliz como el suyo. John no sabe cómo eludir la invitación y Motita
se disgusta al oír a Tackleton confesar que se casa con May por el capricho de
desposar a una joven hermosa y que considera que sus parejas son similares,
pues ambos se llevan muchos años con sus esposas.
De repente Motita pega un grito, se echa a reír y a
llorar sin explicación aparente mientras intenta disimular una furtiva mirada
que se cruza con el anciano. El desconocido le pide a John que le alquile una
habitación por unos días a lo que Motita, para sorpresa de su marido, contesta afirmativamente con mucha
vehemencia.
Cuando John se queda solo en el salón escucha cantar
al Grillo del Hogar, que en realidad era el genio de su casa. Y aunque no
aparta la vista del fuego de la chimenea, puede verlo tomando apariencia
feérica e invocando numerosas representaciones hogareñas con infinidad de
Motitas de todas las edades en actitudes cariñosas.
En el segundo canto nos encontramos en el hogar de
Calep Plummer y su hija ciega Bertha. El pobre juguetero vive en una casa
desvencijada haciéndole creer a Bertha que todo es bello e idílico, que él es
joven y elegante y que su patrón es una buena persona con un humor excéntrico. Aquella
forma de aliviar la pena de su hija se la había inspirado su propio Grillo del
Hogar. Calep y Bertha trabajan con denuedo para fabricar los juguetes y las
casitas de muñecas que Tackleton vende, cada una con los materiales que
corresponden a cada clase social a la que va destinada: magníficas mansiones
con muñecas hermosas con extremidades de cera y perfectamente simétricas para
la nobleza y la alta burguesía, y apartamentos de una sola habitación con
muñecas que tienen por brazos y piernas simples fósforos para el pueblo llano.
Tackleton llega a la casa de Calep y Bertha. Foto gentileza de Ángeles. |
Tackleton se presenta en casa de Calep tratando con desdén e impertinencia a su empleado y llamando idiota y loca a Bertha, pero ella le responde con cariño pensando que todo es una broma. Solo ha ido a comunicarles que se unirá al almuerzo que tienen con los Peerybingle para que May disipe todas las dudas sobre su boda. Cuando Bertha se entera de que Tackleton, al que su padre le ha descrito como un amigo bondadoso, honrado y benévolo, va a casarse, no puede evitar llorar con desconsuelo. Calep comprende entonces que, inventando un falso mundo de felicidad alrededor de su hija, solo ha conseguido romperle el corazón.
Como cada quince días Motita lleva un magnífico
almuerzo a su amiga Bertha, pero hoy descubre que va a pasar la tarde también con
Tackleton, May y su madre. En la velada queda patente que May había rechazado
durante mucho tiempo el cortejo del rico juguetero y éste se siente
terriblemente incómodo y desplazado en el entorno de los amigos de su
prometida.
Tackleton llama en secreto a John para decirle que
su esposa le es infiel. Para demostrárselo lo lleva hasta un ventanal desde el
que ve como Motita deja que un joven le hable al oído, se ríe feliz y ella
misma le ayuda a colocarse el disfraz de anciano que luce en su propia casa. John
concluye que es un antiguo enamorado, más joven, que supo ganarse el corazón de
Motita como él nunca pudo hacerlo.
John, escopeta en mano, ante la puerta del falso anciano. Foto gentileza de Ángeles. |
De regreso a casa Motita descubre la mirada acusadora
de su marido y se marcha llorando. El carretero coge la escopeta y se aproxima
a la puerta de la habitación donde duerme el falso anciano. De pronto, la chimenea
se ilumina con un resplandor y el Grillo del Hogar comienza a cantar. John
suelta la escopeta y se sienta llorando ante el fuego. El Grillo adopta de
nuevo forma feérica y, asistido por multitud de hadas, le muestra a Motita
buena, inocente y fiel. El carretero pasa en vela toda la noche hasta que llega
la mañana de su aniversario y el mismo día que ha escogido Tackleton para
desposar a la joven May, sin sospechar el giro que darán los acontecimientos…
Lee también La batalla de la vida. Charles Dickens.
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