Palmeras
en la nieve, una obra
de Luz Gabás, cuenta la historia de Kilian, un joven oscense que deja su aldea
nevada para trabajar en una plantación de cacao en la exótica isla de Fernando
Poo (Bioko) junto a su hermano. Allí descubrirá los enormes contrastes entre la
España de los años 50 y la Guinea Española. Un amor prohibido, lazos de amistad
y la situación política de la isla marcarán la vida de Kilian.
Cincuenta años después, Clarence, su sobrina,
descubre un fragmento de una carta olvidada y media fotografía que la llevan a
perseguir un misterio familiar hasta la actual Bioko.
Luz sabe muy bien de lo que nos habla, porque,
aunque la historia de amor y los personajes son ficción, los hechos que cuenta
son reales, ya que su propia familia emigró a Fernando Poo.
Debe ser difícil adaptar el libro a la gran
pantalla, pero así lo ha hecho Fernando González Molina en un intento loable de
darnos una película exótica y colonial que no abunda en el cine español. La
fotografía y la ambientación son impecables, empezando por el corredor de
palmeras que lleva a la finca Sampaka donde trabajan Kilian, su hermano y su
padre y terminando por las localizaciones.
Sin embargo, la película también tiene sus puntos
flacos. Mario Casas no está en su mejor registro y, pese a sus casi tres horas
de duración, la cinta se queda corta ya que cercena muchos personajes,
historias y detalles imprescindibles para la trama, dejando a los espectadores
que no han leído el libro sin parte de la historia y a los que sí lo hemos
leído pensando en que hubiese quedado mejor en serie. Todos tenemos en la mente
la manufactura perfecta, el lujo y la ambientación de El tiempo entre costuras y echamos de menos algo así para una obra
como Palmeras en la nieve.
2 comentarios:
Yo también hubiera preferido una serie porque se desarrollara más el libro que por otra parte me encantó.
Ana.
Estamos de acuerdo, Ana. Gracias por el comentario.
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