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miércoles, 9 de agosto de 2023

Joaquín Sorolla.

Joaquín Sorolla y Bastida siempre estuvo enamorado de la pintura, de su esposa, de su familia, de la luz, de la naturaleza y del mar.

Joaquín nació en Valencia en 1863. Sus padres murieron de cólera cuando tan solo contaba dos años de edad. Huérfanos, su hermana y él, fueron acogidos por su tía Isabel y su tío José, cerrajero de profesión. Su familia descubrió pronto que el pequeño Joaquín no había nacido para cerrajero, que su pasión era la pintura y lo apoyaron. Con 15 años ya era alumno de la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia. Trabó amistad con su compañero de estudios Juan Antonio que lo ayudó a conseguir un empleo en el estudio de su padre, el fotógrafo Antonio García Peris. Aprendió composición, iluminación, encuadres y adquirió un gusto por la fotografía que lo acompañaría siempre.

Aquel año de 1878 marcó su vida: conoció a Clotilde, la hija de su mentor, y se enamoró perdidamente de ella.

Museo Sorolla
Paseando por la orilla del mar. Joaquín Sorolla, 1909.
El óleo representa a Clotilde (con sombrilla) y a la hija mayor de ambos.
Imagen del Museo Sorolla. Wikipedia.

Desde 1885 a 1887 Sorolla vivió en Roma y en París. En 1888 regresó a Valencia para casarse con Clotilde y formar la familia con la que tanto habían soñado. Después de vivir en Italia y de viajar a París, la pareja se mudó a Madrid donde nacieron sus tres hijos.

Sin duda, Clotilde se convirtió en el apoyo inquebrantable de Joaquín e hizo mucho más de lo que se esperaba de ella. Joaquín pudo consagrar su vida a la pintura porque Clotilde se ocupó de todo lo demás: administración, contabilidad, planificación y hasta organización de sus exposiciones.

Caja de pinturas en el Museo Sorolla.
Imagen: archivo propio.

Joaquín siempre tuvo muy buena relación con su familia política. Su suegro y él se admiraban y respetaban. Lo retrató en varias ocasiones y García Peris lo fotografió pintando. Gracias a él tenemos documentadas obras de Sorolla hoy desaparecidas.

Fue un pintor activo, prolífico, con horarios estrictos, que trató numerosos temas y realizó retratos de personalidades de la época. Pero lo que más le gustaba era captar la luz y el color, pintar al aire libre y reflejar la naturaleza, el mar, la realidad. Sus viajes a París le habían reafirmado en su idea de que el naturalismo era su camino.

En aquella época Sorolla no dejó de presentarse a concursos y de participar en exposiciones colectivas. Estuvo presente en galerías de París gracias a su amigo Pedro Gil. En 1895 comenzó a ser conocido internacionalmente pero el éxito le llegó cuando en la Exposición Universal de París de 1900 consiguió el Grand Prix. Desde entonces fue distinguido con numerosas medallas y premios. Su primera exposición individual fue en París en 1906 y de ahí pasó a exponer en Berlín, Colonia y Londres.

«… Cuan desgraciado hubiera sido yo, si no te hubiera querido como te quiero, ¡que ratos tan tristes cuando no pintase!, y la misma pintura no creo me compensase si tú no me hicieras feliz, Dios en todo me atiende, muchos y apasionados besos. Pintar y amarte, eso es todo, ¿Te parece poco? …es esa especie de noviazgo sublime, lleno de esperanzas y de recuerdos que no teníamos cuando yo estaba en Italia. Cuantos años han pasado y parece que fue ayer, y como cuando ahora estamos separados, que largo se hace.» Sorolla a Clotilde, Sevilla, 22 y 23 de febrero 1908

Museo Sorolla.
Joaquín y Clotilde.

Su mayor éxito tuvo lugar en 1909 en un Nueva York que bullía por contemplar y comprar los cuadros de Sorolla.

Jardines de la casa.
Imagen: archivo propio.
Regresó pletórico a su Valencia y poco después comenzó el proyecto de su casa en Madrid, donde él mismo empezó a plantar su jardín en 1911. Era uno de esos pintores apasionados de la jardinería que quería llevar la naturaleza a su hogar. También consideraba muy importante la comida. Le llamaban mucho la atención las cartas de los hoteles donde se hospedaba y se entretenía haciendo bocetos rápidos tras los menús de los restaurantes.

En 1912 llegó el proyecto más ambicioso de su vida: el hispanista Sir Archer M. Huntington le hizo un gran encargo para la Hispanic Society of America.

Sorolla había ganado más dinero por otros trabajos, pero aceptó ilusionado y se entregó en cuerpo y alma a recorrer España, a plasmar con gran emoción y pasión los diferentes rincones del país hasta tener terminados sus 14 murales de Visión de España. A aquel viaje no pudo acompañarlo Clotilde y, como siempre que estaban separados, la ausencia la sobrellevaba con cariñosas cartas donde le contaba todo lo que hacía, lo que comía, las inclemencias del tiempo, el agotamiento. También le relataba como se le llenaba la cara de arrugas de pintar al sol y lo mucho que la echaba de menos.

Catálogo de la exposición de Bancaja:
Sorolla. Visión de España. Colección de la Hispanic Society of America.

Con cada misiva que entregaba al cartero recibía otra de su Clota. Ella le hablaba de sus hijos, de su día a día, de cómo le había organizado las cosas y de como cuidaba su jardín, destacando si el rosal amarillo había florecido. De aquel rosal plantado por Joaquín conservamos varios cuadros que han podido ser fechados, precisamente, por su floración o su tamaño.

En 1914 fue elegido académico de Bellas Artes de San Fernando. Pero él continuó con sus murales para Huntington, con su viaje por el país para pintar del natural que había comenzado en 1912 y que terminó en 1919.

Sin embargo, cuando volvía a estar tranquilo en su casa, las incomodidades pasadas, los esfuerzos prolongados, las emociones desbordadas le cobraron un precio muy alto. Un día de 1920, mientras pintaba un retrato en su jardín, sufrió una hemiplejía que lo paralizó. Tenía 57 años.

Escultura a Sorolla en los jardines del Museo Sorolla (Madrid).
Imagen: archivo propio.
Los murales de Visión de España no fueron enviados a Nueva York hasta 1922 y en 1923 fueron colgados, por fin, en la Sala Sorolla de la Hispanic Society of America, aunque se esperó a 1926 para hacer una gran exposición que los diera a conocer al mundo. Sorolla ya no estaba. Pese a los cuidados de su esposa, Joaquín murió el 10 de agosto de 1923. Este año se cumple el centenario del fallecimiento del pintor de la luz.

Clotilde García del Castillo sobrevivió a su marido 6 años. En 1925 dejó testamento donando sus bienes al Estado que se comprometía a crear un museo del pintor. En 1932 se inauguró el Museo Sorolla de Madrid con sede en la casa donde ellos vivieron.


Jardines de entrada a la casa de Sorolla. Actual Museo Sorolla (Madrid).
Imagen: archivo propio.

6 comentarios:

Beauséant dijo...

Sorolla, para mi, es una persona radicalmente feliz. Seguro que tuvo sus momentos tristes y alegres, pequeños tropiezos y grandes retrocesos, pero en general siempre lo imagino viviendo pleno y dichoso y haciendo lo que quería... y, encima, triunfando en ello... Si me prestasen un espejo en el que mirarme sería sin duda el de Sorolla :)

MJ dijo...

Muy bonita tu reflexión sobre Sorolla, Beauséant.
Creo que Sorolla amaba lo que hacía, que todo lo vivía con mucha pasión y que encontró todo lo que buscaba en la vida: éxito en su pintura, un gran amor, una familia cariñosa. Pero le faltó tiempo para vivir un poco más con su querida Clotilde.
Estos días estoy viendo que Sorolla contaba, y sigue contando aún hoy en día, con el aprecio de muchísimas personas. Veo que en las redes y en la prensa se le están dedicando comentarios y reportajes más cariñosos que a otras personalidades del mundo de la cultura.
Gracias por pasarte de nuevo por aquí y por tu comentario. Saludos.

Beauséant dijo...

Sí hubo una época en que algunos consideraban sus pinturas un poco "ñoñas". Ya sabes, el arte debe ser elevado, representar grandes sufrimientos y todo eso.. las pinturas de Sorolla son instantes felices arrancados al olvido, no hay crítica, no hay sufrimiento, son simplemente pinturas bonitas.. para mi eso las hace eternas y contemplarlas da paz interior .)

Ángeles dijo...

Los cuadros de Sorolla me transmiten alegría y calma. Son de una belleza luminosa y recogen momentos sencillos pero valiosos.

Sin embargo, siguiendo con lo que comenta Beauséant, a veces parece que si el arte no es dramático, o al menos de cierta solemnidad, se considera insustancial, como si no pudiese haber profundidad más que en lo trágico.

Pero para trágica ya está la vida, y en la suya precisamente se manifiesta esto, con su muerte tan temprana.
Por otro lado, qué personaje la señora Clotilde, eh?

MJ dijo...

Retrataba momentos cotidianos que, para nosotros, son una ventana abierta al pasado. Hay mucho de realismo social en sus obras. No era crítico, pero quizá una excepción sería su pintura "¡Aún dicen que el pescado es caro!" título que se refiere al peligro que entraña ser pescador.
Tienes razón en que mucha gente cree que la pintura debe retratar grandes sufrimientos y no le reconoce suficiente valor a la que no plantea nada épico.
Me alegro que disfrutes las pinturas de Sorolla y que te den paz interior. Gracias por volver para comentar, Beauséant.

MJ dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Ángeles. Las obras de Sorolla son luminosas y recogen momentos sencillos. Dan testimonio de escenas cotidianas del pasado, algunas cosas permanecen todavía igual, pero otras han cambiado y podemos conocerlas por sus pinturas. Tienen aún más valor porque la Historia que estudiamos a grandes rasgos recoge acontecimientos épicos, políticos o bélicos, pero no suele guardar memoria de cosas cotidianas y sencillas. Para eso hay que irse a libros más especializados.

Ya sabes que a mí me conmueven sus cartas y ese amor que se tenían Clotilde y él. A veces es mejor no conocer a las personas que admiras porque piensas que son muy elevadas y te decepcionan. Pero creo que Joaquín y Clotilde nos caerían bien.

Gracias por tu comentario. Besos.

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