Hace unas semanas hablamos de la película Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952) mundialmente conocida por tener el número musical más famoso de la historia del cine. El film nos cuenta cómo fue la transición del cine mudo al sonoro y cómo no todos pudieron adaptarse a ello.
Escena del rodaje de una de las primeras películas sonoras recreada en "Cantando bajo la lluvia". Foto: Filmaffinity. |
Se dice que los hermanos Lumiére, los inventores del cinematógrafo, estaban convencidos de que era una moda pasajera y fue, en realidad, Méliès quien lo vio como un instrumento maravilloso para contar historias. El tiempo le dio la razón a este último. Algo parecido ocurrió cuando se anunció que se iban a rodar películas sonoras. Muchos creyeron que sería un fracaso o, como mucho, una novedad de la que el público se cansaría pronto. Pero el éxito de El cantor de Jazz (Alan Crosland, 1927) fue el principio del fin del cine mudo.
Cámara de los hermanos Lumière. Foto: Victorgrigas Wikipedia. |
Aunque hoy en día nos sorprenda, en aquella época no se veía como una limitación que las películas no tuvieran sonido, de hecho lo tenían si así se deseaba (desde la música que acompañaba en la sala para “tapar” el ruido de los proyectores, hasta los lectores de los textos que explicaban la trama o los narradores que ponían palabras a los personajes).
Así que cuando se presentó el cine sonoro fueron muchos los artistas que lo rechazaron. El famoso director Griffith fue uno de los que se opusieron diametralmente a él porque lo consideraba una devaluación del séptimo arte. No olvidemos que el cine se ganó ese calificativo durante las tres primeras décadas del siglo XX cuando los creadores, inspirados en el teatro y la pintura, exploraron nuevos medios de expresión. Los planos, los contrastes, las luces, las sombras, los efectos especiales, la mímica de los actores, eran una forma nueva de comunicar el arte, capaz de crear metáforas y poesía sin palabras. La llegada del sonoro les pareció la pérdida de toda una forma de expresión que había llegado a su máxima madurez. Pensaban que los diálogos reiterativos y las grandes y pesadas cámaras que solo grabarían planos fijos o muy limitados supondrían un retroceso en el arte cinematográfico que dejaría de ser un lenguaje universal. No estaban muy equivocados estos creadores. En los primeros tiempos del sonoro muchas películas se limitaron a ser “teatro filmado”, pero con unos diálogos que explicaban cansinamente lo que ya se veía en pantalla.
Charles Chaplin caracterizado como Charlot. Foto: Wikipedia. Dominio Público. |
Sin embargo, aquellos que se negaban a rodar cine sonoro, como Charles Chaplin, tuvieron que claudicar (aunque su personaje Charlot nunca llegó a hablar en la pantalla).
Algunas de las estrellas más taquilleras de Hollywood se quedaron por el camino. Para muchos actores fue una pesadilla. De repente su voz, su acento, su forma de interpretar, quedaban en tela de juicio. De poco le sirvió a Pola Negri su carisma y su fama frente al rechazo del público al descubrir su fuerte acento polaco y su bajo nivel de inglés. Al atractivo galán William Haines lo destruyó la crítica al atribuirle una voz débil y afeminada, mientras que a John Gilbert se le rechazó porque su voz de tenor y su perfecta dicción no cuadraba con su imagen.
Los actores llegaron a tenerle pánico a los sound tests. Ni siquiera pasar esta prueba de voz o estudiar dicción garantizaba mantener el éxito que cosecharon en el cine mudo como le ocurrió a Mary Pickford. Louise Brooks se marchó de América no sin antes lanzar su frase más famosa: “Odio Hollywood y odio el cine sonoro”. Pero otros muchos actores y actrices, al ver sus fulgurantes carreras eclipsadas repentinamente, no pudieron soportarlo y acabaron suicidándose, sirva como ejemplo John Bowers.
Sin embargo, también se dan casos de estrellas que pasaron aún con más gloria al cine sonoro y algunas, contra todo pronóstico. Tal es el caso de Greta Garbo que tenía la voz grave y, un fuerte acento sueco, pero al público le pareció que casaban a la perfección con su carácter.
Además, todo aquello suponía una gran inversión económica y la ruina llegó para muchos. Era imprescindible insonorizar los estudios, renovar los equipos y rodar detrás de un cristal porque las nuevas cámaras, además de pesadas, eran muy ruidosas. Los cines también tuvieron que gastar mucho dinero para adaptar sus locales con altavoces y amplificadores. Había que rentabilizar la inversión y durante un periodo de tiempo, coexistieron las películas mudas con las sonoras. Pero lo sorprendente es que, como no había suficientes películas sonoras, llegaron a sincronizarse las mudas que ya habían sido estrenadas, a veces con la negativa de los actores a prestar sus voces a esta nueva versión. También llegaron a hacerse versiones mudas de películas sonoras.
Con esta revolución Hollywood tuvo que enfrentarse al peligro que suponía la pérdida de la hegemonía y de los espectadores de habla no inglesa. La imagen quedaba vinculada al sonido y si se intentaba cambiar la voz de un actor, aunque fuera para traducirlo, podía considerarse falsificación. Solo quedaba la opción de utilizar subtítulos para que la película llegara a otros países y eso nos devolvía a carteles que leer, pero esta vez continuamente y restando atención a las escenas. Entonces idearon las dobles versiones que consistían en grabar la misma película pero con actores de otras nacionalidades. La segunda versión salía mucho más barata que la primera, pero perdía mucha calidad, por lo que este sistema duró poco, a excepción de las versiones al castellano que estuvieron haciéndose hasta 1939. Sabían que ninguno de los países latinos tenían la infraestructura necesaria para competir con las películas sonoras de Hollywood, pero temían perder a los millones de espectadores de habla hispana, sin caer en la cuenta de que cada país, y aún cada localidad, tenía su propio acento, sus expresiones y sus giros, por lo que una versión en castellano también corría el peligro de producir rechazo entre los espectadores de otros países hispanoparlantes. Como muestra de una de estas dobles versiones, conservamos Drácula protagonizado en inglés por Bela Lugosi y en castellano por el español Carlos Villar. Las dobles versiones se perdieron cuando se generalizó el doblaje.
En definitiva, hubo que abandonar la forma interpretativa y expresionista del cine mudo y reinventar el lenguaje cinematográfico. Desapareció de la comedia el splastick, esos gestos exagerados con los que los humoristas arrancaban una carcajada a los espectadores y, en cambio, nació el musical.
Por fortuna, estaban por llegar grandes directores que dotaron de arte al cine sonoro, que descubrieron que no solo se trataba de contar lo que ya se veía en pantalla, sino de aprovechar para hacer poesía con la imagen mezclada con las palabras, con los ruidos cotidianos y con el propio silencio.
El famoso cartel de Hollywood.
Foto: Wikipedia. Autor Thomas Wolf.
8 comentarios:
Lo extraño es que Bogart alcanzara la fama con el sonoro, con su voz (entonces, ya veo que ya le habría gustado tener la de la Garbo jejeje
Siempre están los intelectuales abogando por las versiones originales pero es lo que tú dices, yo, que no entiendo el Inglés, no podría disfrutar plenamente del hecho cinematográfico (los planos, la escena, etc) si tuviera que estar pendiente de los rótulos. En mi modesta opinión, el doblaje al castellano (que tan magníficamente se ha hecho durante decenios, especialmente en la época clásica) es un aporte extraordinario de nuestro país.
Carlos
Saludos MJ
Interesantísimo post sobre la crisis de la introducción del cine sonoro en el consolidado entorno de las grandes productoras de USA.
Y coincido con Carlos: Aunque el sonido original tiene su cualidad insustituíble, los subtítulos no hacen más que distraer al espectador de la cinematografía, y considerando la calidad inusual de los dobladores españoles, de no haber sido por ellos no sería un apasionado del cine (o quizá hubiese aprendido a entender el inglés hablado, cosa que jamás he conseguido del todo :)).
Ja, ja, ja. Pobre, Bogart. Menos mal que se abrió camino y podemos disfrutar de sus excelentes interpretaciones.
Parece bastante injusto por qué a unos actores se les aceptó y a otros no. ¿Cómo es posible que les molestara la voz de tenor y dicción perfecta de John Gilbert? Me imagino a Gilbert, en un primer momento pensando que no tendría problemas con el sonoro porque su voz era bonita... y la decepción posterior. Incomprensible.
Comparto tu opinión, Carlos. Dicen que es acostumbrarse a leer los subtítulos, pero para los que no conocemos el idioma de la película, el leer los rótulos desvía nuestra atención, nos hace perdernos planos, detalles... Por supuesto, la versión original es la verdadera, pero en España tenemos la suerte de contar con unos actores de doblaje maravillosos.
Lo de las dobles versiones siempre me ha parecido una cosa curiosísima. En Youtube pueden verse fragmentos comparando el Drácula de Bela y el de Carlos. Unos dicen que el español era como de "segunda división", y otros dicen que era maravilloso... A mí me parece correcto. Pero claro, es cuestión de gustos.
Gracias por comentar, Carlos.
Hola, entangled, gracias por pasarte por el blog y comentar.
Me alegra mucho que te haya parecido interesante la entrada. Desde pequeña me gustaba ver películas mudas. Pero no imaginaba el drama que se escondía tras el paso al sonoro hasta que vi "Cantando bajo la lluvia". Maravilloso musical, pero conmigo, además, hizo una labor de concienciación de algo sobre lo que nunca había pensado: el avance tecnológico, el paso siguiente que parecía lógico que era conseguir el sonido para el cine, podía ser traumático y podía producir rechazo. Supongo que el paso del blanco y negro al color no supondría ese trauma, aunque como me parece un salto mucho más brusco del mudo al sonoro solo me he preocupado de leer sobre esto. Al fin y al cabo, en el cine mudo ya había color, Méliès coloreaba los fotogramas.
Coincido contigo y con Carlos en que tenemos los mejores actores de doblaje del mundo :-) y los clásicos me gustan especialmente. Con ellos comencé a amar el cine. Pienso como tú, que si no los tuviéramos nos habríamos tenido que esforzar más en entender la versión original y habríamos aprendido más inglés... pero habríamos perdido cosas por el camino... Todas las monedas tienen dos caras.
Es curioso cómo las novedades, los avances técnicos, son muchas veces rechazados por la mayoría y sin embargo se mantienen hasta que se convierten en lo natural.
También es curioso que Charlot nunca llegase a hablar en la pantalla y sin embargo aquí se le pusiese voz a algunas de sus escenas.
Respecto al doblaje de las películas, es indudable que en España es todo un arte, sobre todo en la época clásica, como ya habéis comentado, y somos de hecho uno de los pocos países en los que se doblan las películas.
Pero yo prefiero ver las películas en versión original, en el idioma que sea. Me gusta oír a los actores con su voz verdadera, y me gusta oír los sonidos propios de cada idioma. Para mí es un deleite, y los subtítulos nunca me han impedido seguir la trama ni las imágenes, porque están medidos de manera que puedan leerse con un golpe de vista. Y al fin y al cabo los planos, las escenas y las expresiones de los actores no cambian a cada segundo.
Pero, por supuesto, es una cuestión de preferencias y sobre eso no cabe discusión. Lo que importa es disfrutar de esa maravilla que es el cine :)
Me gusta mucho tu post. Especialmente cuando Babylon está en la mente de los espectadores, ya que nos recuerda cómo era el cine mudo y de lo mucho que se le debe, pero que tristemente es olvidado.
Pues sí, Ángeles, coincido contigo en que es curioso que los avances técnicos, a veces, se topen con rechazos. Sorprende y por eso siempre me ha llamado mucho la atención este tema.
La versión original es la obra auténtica, claro. Me parece estupendo que te guste verlas sin doblar y que disfrutes de la película y de la musicalidad propia del idioma. Como dices, lo importante es disfrutar del cine.
Muchas gracias por tu comentario.
Gracias por comentar, Edgar. Me alegro que te haya gustado el post. Considero que es una pena que en televisión ya no se emita cine mudo, precisamente, porque saben que tendrán poca audiencia.
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