El interés de Fawcett por la arqueología y los misterios nace
mucho antes de la formulación de su teoría sobre la ciudad perdida de Z. Ya a
finales del siglo XIX había sido destinado por el ejército a Ceilán y allí
había descubierto templos en mitad de la selva y rocas con inscripciones
indescifrables que más tarde relacionaría con otras encontradas en Brasil,
conectando ambos lugares como parte de una civilización madre que se había
perdido tras un cataclismo y cuyos supervivientes habían colonizado Mato
Grosso, permaneciendo allí hasta nuestros días.
La estatulla que le regaló Haggard dibujada por Brian Fawcett |
A sostener estas teorías ayudó el regalo que su buen amigo H.R.
Haggard le hizo: una misteriosa estatuilla de basalto de 25 cm con la imagen de
una mujer con un tocado, aparentemente egipcio, y unas extrañas inscripciones
que Haggard había intentado descifrar sin éxito. La estatuilla provenía, según
afirmaba el escritor, del Mato Grosso, pero chocaba con la opinión aceptada
mayoritariamente de que los indígenas de la zona no conocían ningún tipo de
escritura. Fawcett pidió ayuda a los expertos del Museo Británico, que tras
estudiar las inscripciones, le confesaron que no sabían interpretarlas y que
debían estar ante un gran hallazgo o un monumental fraude. Fawcett, cada vez
más fascinado por la estatuilla, llegó a escribir en su diario que tenía una energía
especial, una especie de corriente tan fuerte que quienes la sostenían en sus
manos durante mucho tiempo se veían obligados a soltarla.
Fawcett era un hombre muy espiritual y se movía en los círculos
esotéricos de la época, conocía la teosofía y las afirmaciones de Helena
Petrovna Blavatsky, famosa médium del momento, que aunque había sido acusada de
fraude, tenía una legión de seguidores. Helena había escrito libros sobre
civilizaciones remotas de gran tecnología como la Atlántida, y había teorizado
sobre Shambala en Asia, un lugar que se sitúa como fuente de la sabiduría y
mito que también conocía Fawcett de su estancia en Ceilán y su relación con los
budistas. Todo esto tampoco le era ajeno a su hermano mayor, Edward Douglas Fawcett,
que además de alpinista, piloto y popular escritor, fue también ocultista.
Algunos historiadores aseguran que Fawcett perseguía El Dorado y
otros que era la Atlántida lo que buscaba. Pero lo que estaba claro es que
tenía el pleno convencimiento de hallarse muy cerca de su ciudad perdida. Sabía
el peligro que corría adentrándose en aquellas tierras, allí no solo encontraría
nativos explotados por las empresas exportadoras de caucho, sino también clanes
caníbales y tribus que nunca habían
tenido contacto con el hombre blanco y estaban dispuestas a matar a todo
intruso que osara pisar su territorio. Nuestro militar sabía que tenía que
lograr la amistad de las tribus indígenas para localizar Z, ya que se basaba en
muchas de sus leyendas para creer en su existencia, y necesitaba de su ayuda,
guía y víveres para lograr encontrarla.
En sus numerosos viajes por el Amazonas, que bautiza como “el
infierno verde”, Fawcett descubre especies animales desconocidas convirtiéndose
en un pionero de la criptozoología. Pero la comunidad científica se burla de él
y cree que todo son meras invenciones. Así, a su regreso a Inglaterra describe
como abate a tiros a una serpiente de 19 metros que cruza por debajo de su
canoa y, ante la incredulidad de los oyentes, afirma que los indios ya le
habían hablado de ellas y que la Comisión de Fronteras Brasileñas le contó cómo
había aparecido una muerta de 24 metros en el río Paraguay. Actualmente se sabe
que estas serpientes descritas por Fawcett son las anacondas. También habla en
sus diarios de lo que él llama mitla, un canino salvaje con cuerpo de felino
capaz de trepar a los árboles (podría tratarse del perro de monte), del pez
eléctrico y del sabueso de dos narices (en el año 2005 se descubrió al perro de
dos narices en Perú).
Primera página del Manuscrito 512. |
Alimentado por las leyendas que había oído, por todo lo vivido
en Asia y por el descubrimiento en 1911 de la ciudad inca de Machu Picchu en
los Andes peruanos, Fawcett formula su teoría sobre la ciudad perdida de Z en
1912. Al describirla no solo habla de sus riquezas en oro y plata, sino también
de una remota civilización, mucho más antigua que la egipcia, una cultura capaz
de fundir metales y construir pirámides, que posee escritura alfabética y una
alta tecnología que les permite tener una fuente de luz en los edificios. En
1920 encuentra el llamado Manuscrito 512 (en la película es Nina quien lo
halla) en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro perteneciente a un
explorador portugués que en 1753 afirmaba haber descubierto una gran ciudad en
medio de la selva del Mato Grosso, con grandes riquezas, edificios de muchas
plantas con letras grabadas con aspecto alfabético que le recordaba a la
antigua Grecia. Fawcett se entusiasmó con lo que consideraba una prueba de la
existencia de Z y con el testimonio del coronel O’Sullivan Beare que atestiguaba
haber visto una ciudad parecida a la del manuscrito. Así que decide partir al
año siguiente hacia Mato Grosso en busca de la ciudad perdida, pero después de
un tiempo se ve obligado a regresar.
Fawcett acumula una serie de fracasos
que hubieran desmoralizado a cualquiera, pero nuestro explorador no está
dispuesto a renunciar a su sueño y continúa
preparando concienzudamente nuevas expediciones.
Finalmente
en el año 1925, debidamente pertrechado y con la estatuilla de basalto que le
regalara Haggard en las alforjas, sin más compañía que la de su hijo Jack, su
amigo Raleigh Rimell y dos guías locales, Fawcett se adentra una vez más en el
infierno verde con el convencimiento de que encontrará la ciudad perdida de Z.
4 comentarios:
Que interesante, no lo conocíamos y eso que nos encantan las películas de Indiana John jajajaja así que veremos la película, gracias.
Charo.
Muchas gracias, Charo.
Hace unas semanas en Cuarto Milenio hablaron de este explorador. Estuvo muy interesante. Su cuerpo no apareció, parece ser que fue atacado por una tribu.
Escribes muy bien.
Esa estatuilla es muy curiosa e interesante. ¿Se perdió con él por la selva o se conserva en algún lado?
Hace poco vi un documental que decía que aún había restos de ciudades perdidas en la América profunda.
Marivi.
Gracias, por tu comentario Mariví. Sí, açun buscan ciudades perdidas por las selvas...
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