Z, la ciudad perdida está basada en el libro de David Grann donde
se narra la vida de Percy Fawcett. El coronel Fawcett fue un hombre que
persiguió un sueño hasta las últimas consecuencias y que no se rindió ante
nada. Era tenaz, valiente, apasionado, terco y estaba totalmente convencido de
que la perseverancia le llevaría al éxito.
A quienes no conozcan a Fawcett y tengan intenciones de ver esta
película o leer el libro, les sugeriría que no se documentaran antes por internet,
porque todos los artículos comienzan contando el desenlace de la aventura en la
que se convirtió su vida. En Z, la ciudad
perdida encontraremos una visión bastante aproximada sobre la vida de este
militar, sus sueños, sus sacrificios, sus renuncias, su vida profesional y
personal. Después de leer el libro o ver la película, ya sería el momento
adecuado para indagar más sobre la persona real, sobre aquel militar,
cartógrafo y explorador formado en la época victoriana que participó en el fin
de la era de los grandes descubrimientos, que buscó el conocimiento, que persiguió
un sueño, que deseó alcanzar la gloria.
La historia comienza en 1906 con una caza en la que Fawcett, un
valiente militar británico con amplia experiencia, logra la mejor pieza. La
tradición obliga a que sea el cazador el que presente al dueño de la finca la
presa y sea invitado a cenar en la mesa de honor. Fawcett ve la oportunidad de
conseguir entablar relaciones que le lleven al sueño que persigue: conseguir
una medalla. El coronel, pese a sus éxitos, no ha logrado nunca tal distinción.
Este deseo no es un simple capricho ya que el padre de Fawcett, alcohólico y
fracasado, había enlodado el buen nombre de la familia y este desprestigio
persigue a nuestro protagonista y a sus descendientes de tal manera que el
tener unos “antepasados poco adecuados” le excluye de la mesa de honor.
Días después, Fawcett acude al requerimiento de la Royal
Geographical Society que le encarga cartografiar la frontera entre Brasil y
Bolivia. Los geógrafos le advierten que será un viaje de varios años, que se
adentrará en lugares inexplorados y vivirá muchos peligros. A cambio le
prometen que si consigue el éxito, le otorgarán la ansiada condecoración y el
reconocimiento que limpiara su apellido. Percy Fawcett acepta la misión y se
despide con pesar de su mujer, Nina (que le confiesa que está embarazada) y de su
pequeño hijo Jack.
Con la inestimable ayuda de Henry Costin, Fawcett lleva a cabo
su cometido. Al principio de su viaje se topan con caciques, escenarios de
ópera en mitad de la selva y enfrentamientos. Después se internan en la tierra
ignota, en lugares donde nadie ha logrado salir con vida, cruzan ríos plagados
de peligros, pierden víveres y huyen de indígenas belicosos. Fawcett y Costin
logran cartografiar la zona, pero se topan con algo más. En las regiones
inexploradas, Fawcett encuentra vestigios de antiguas civilizaciones,
cerámicas, piedras talladas y la idea de una ciudad perdida se va formando en
su cabeza. Está convencido de que existió una gran civilización adelantada a su
tiempo, una urbe grande pavimentada en oro y perfectamente organizada que
esconde sus misterios entre la espesa vegetación. La bautiza como la ciudad
perdida de Z y decide dedicar su vida a buscarla.
De regreso a Inglaterra, 18 meses después, todos celebran el
éxito de la misión de la Royal Geographical Society, pero cuando Fawcett expone
sus hallazgos, explica sus ideas sobre Z y su intención de volver al Amazonas a
buscarla, cae en el descrédito y la burla de la comunidad científica. Esto no
desanima al militar que deja de nuevo a su mujer (que vuelve a estar
embarazada) y se marcha en busca de Z, la ciudad perdida. Hará siete viajes y
siempre se negará a que Nina le acompañe, pues considera que la selva no es
sitio para una mujer. Serán veinte años empeñados en encontrar la cuna de la
civilización. En una de las ocasiones, su viaje se verá interrumpido por el
estallido de la Primera Guerra Mundial y Fawcett tiene que regresar para servir
en el frente. Allí asistimos al sin sentido de la guerra, a las trincheras y
los confusos uniformes llenos de barro. Pero es aquí donde Fawcett conoce a una
adivina que puede ver el sueño que persigue y le anuncia que está llamado a
hacer grandes cosas y descubrimos que nuestro protagonista cree en la videncia.
Una herida de guerra le dejará ciego durante un tiempo y los
médicos le asegurarán que, aunque recuperará la vista, no podrá volver a sus
aventuras en América. Un ascenso insuficiente y su insistencia en regresar a la
selva, harán que su hijo Jack, convertido en un muchacho, le eche en cara haber
descuidado a su familia durante todos esos años y haber crecido sin padre. Pero
la enfermedad de Fawcett hace que su hijo comience a comprenderle y a compartir
su sueño. Es tal el convencimiento inquebrantable de Percy y el apoyo
incondicional de su mujer (en la película afirman que es ella la que encuentra
el antiguo manuscrito con la pista definitiva de Z) que Jack decide acompañar a
su padre en el próximo viaje y se preparan concienzudamente para ello. Antes de
partir, Fawcett le muestra a Nina su brújula y le promete que cuando encuentre
Z se la enviará para hacérselo saber.
Esta cinta de aventuras al estilo clásico la firma el director
James Gray. Durante su largo metraje no solo nos encontramos con la historia de
viajes al Amazonas y búsquedas arqueológicas que cabría esperar del argumento,
sino también con la descripción psicológica del protagonista y su complicada
relación con unos hijos a los que apenas conoce. La película puede resultar muy
lenta para el gusto actual donde todo está plagado de rápidas escenas de acción,
pero al mismo tiempo adelanta acontecimientos, porque hasta los espectadores
que desconocen la historia de Fawcett, intuyen el desenlace con bastante
antelación. La cinta está filmada con dedicación, perfectamente planificada,
posee una espléndida fotografía y buenas interpretaciones. No solo te acerca al
personaje histórico, sino que trata también del valor de la amistad y de la necesidad
de ser fiel a uno mismo. Personalmente, me hizo reflexionar sobre la dura tarea
de los cartógrafos que, en tiempos pasados, tenían que poner en peligro sus
propias vidas para lograr darle forma a un mapa, trazar el curso de un río, dibujar
unas montañas en su sitio exacto, y conseguir que todo aquel espacio en blanco,
aquella tierra ignota, se convirtiera en un lugar perfectamente definido y
delimitado. También hay lugar para la guerra en la película. El horror se nos
muestra entre intentos fracasados de comunicarse, avisarse y animarse a gritos
confusos bajo el ruido ensordecedor de las bombas; la obligación de seguir
avanzando, arma en mano, entre un barullo de hombres con los uniformes
embarrados a los que apenas se les distingue el color, sin saber a ciencia
cierta si el desconocido que camina a tu lado es un camarada o un enemigo. A
pesar de los pocos minutos dedicados a la Gran Guerra, esas imágenes te dicen
más que horas de películas bélicas. Hay un público que considera Z, la ciudad perdida una gran obra, pero
lo cierto es que en el cine se veían demasiados espectadores consultando sus
redes sociales con la luz de la pantalla del móvil reflejada en su rostro y no
hubo un solo aplauso al final del film.
Parece ser que Z es una suerte de El Dorado que Fawcett tenía en
su imaginación, un mito perseguido desde el descubrimiento de América por
conquistadores como Francisco de Orellana, Hernán Cortés o Francisco de
Pizarro. En sus viajes vive peligrosas aventuras que narra en sus cartas a Arthur
Conan-Doyle inspirándolo para escribir El
mundo perdido (1912). Una gran amistad le une al también escritor H.R. Haggard
quien, posiblemente, lo tomó como referente para crear al protagonista de su
novela Las minas del rey Salomon (1885),
Allan Quatermain, prototipo de
arqueólogo aventurero que Spielberg y Lucas utilizarían más tarde para crear a
su célebre personaje Indiana Jones.
Lee Percy Fawcett y Z, la ciudad perdida II.
Lee Percy Fawcett y Z, la ciudad perdida II.
4 comentarios:
Parece que este personaje es el prototipo de aventurero decimonónico que hemos visto tantas veces en películas y que están basados también en exploradores reales, al estilo de Richard Francis Burton.
No he visto esta película, pero, por lo que cuentas, parece que recrea el estilo de las clásicas, aunque con los medios actuales ganará en espectacularidad, supongo.
Sí, Ángeles, precisamente haciendo mis pesquisas sobre el coronel Fawcett para escribir la segunda y tercera parte de este artículo, ya hablando sobre su vida real que es aún más fantástica que la ficción, salía a relucir varias veces Richard Francis Burton.
La película tiene una fotografía preciosa y está muy bien ambientada, pero no es la típica película con mucha acción. Su ritmo es lento, el metraje largo y mucha gente no tuvo la suficiente paciencia para verla completa, pues estaban muy distridos en el cine mirando sus móviles.
Gracias por dejar tus acertados comentarios :-)
Parece mentira que no sea tan conocido como debiera. No supe de él hasta ver la película.
Sí, muchos desconocíamos la figura de este explorador que tuvo una vida apasionante, pero llena de peligros.
Gracias por tu comentario, Eva.
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