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viernes, 2 de diciembre de 2022

La Expo 92 y las Olimpiadas. Recuerdos en el 30 aniversario.

El año 1992 fue muy importante para España. El foco se puso sobre nosotros y teníamos que salir airosos del desafío: unas Olimpiadas y una Exposición Universal a la vez.

Yo era muy jovencita, pero recuerdo la ilusión con la que recibimos aquel año. No sabía nada de política, ni de economía, pero sí sabía que aquel iba a ser nuestro año. Hablo de mis recuerdos. Hablo de que me hubiese gustado apuntarme de voluntaria en la Expo de Sevilla, pero no me fue posible.

Alvaro Sihuay. Pinterest.
Esfera Bioclimática en la Expo 92 (Sevilla).
Foto: Alvaro Sihuay. Pinterest.

Me acuerdo de que en 1991 todos estaban nerviosos, haciendo preparativos. No lo sabía con seguridad, pero me imaginaba que habían concedido a España estas citas mundiales de enorme repercusión porque se cumplían los 500 años del descubrimiento de América. Aquello era una gran responsabilidad teniendo en cuenta que no contábamos con la confianza de muchos países y esto agravaba nuestro complejo de inferioridad. Eso lo sentíamos casi todos, sin importar la edad. Pero en 1992 el mundo pondría los ojos en nosotros. Deseábamos hacerlo todo perfecto, recibir a todo el mundo, que se sintieran contentos aquí, que vieran qué bien lo habíamos organizado todo y qué buena gente éramos. Deseábamos brillar.

La antorcha olímpica
recorre España.
Foto: archivo propio.

Nunca he sido aficionada al deporte, pero conocía la historia de los Juegos Olímpicos. Comprendía el enorme honor que suponía que le hubiesen concedido las Olimpiadas a Barcelona. La llama olímpica llegó en barco procedente de Grecia y recorrió toda España. Contemplé como los relevos se pasaban la antorcha encendida por las carreteras de mi ciudad hasta llevarla al Ayuntamiento, donde pasó la noche, custodiada por voluntarios. Yo estuve con ellos durante horas sin imaginarme que, ya en Barcelona, el último relevo prendería una flecha lanzada heroicamente hacia el pebetero ante la euforia de todos.

Montjüic. Barcelona.
Foto: archivo propio.

Vi la gala de inauguración y la clausura de los Juegos Olímpicos en la tele. Las grabé en mi vídeo VHS. Y recuerdo a Matías Prats diciendo que aquello era histórico y que algún día nuestros hijos nos preguntarían: «Papá, papá ¿qué pasó en el 92?». No puedo jurar que fueran sus palabras exactas, pero sí aproximadas. Fueron solo 15 días pero todo salió genial. Los deportistas españoles lograron 22 medallas, un récord para nosotros.

El 92 también nos trajo la construcción de nuestro primer tren de alta velocidad, el AVE, que unía Madrid y Sevilla en menos de tres horas. Salió por primera vez de la estación de Atocha el 14 de abril de ese año. 

Flickr
Cohete Ariadne IV.
Expo Sevilla.
Foto: Flickr.

Yo también llegué a Sevilla en tren, aunque no en el AVE. No me importó. Estaba tan ilusionada de pisar la Expo 92 que ese detalle no podía empañar mi alegría. La Isla de la Cartuja, que yo no conocía, era un mundo de diseño futurista con el cohete Ariadne IV contrastando vivamente con el castillo de la Bella Durmiente que habían colocado (supongo que Disneyland) en otra zona. Había 102 pabellones y participaron 101 países. Daba la impresión de poder visitar el mundo sin salir de casa. Pero era imposible verlo todo. Entramos en los pabellones que nos parecieron más bonitos y tuvimos que renunciar a algunos porque la cola era tan extremadamente larga que suponía varias horas de espera. No pudimos entrar en el Pabellón de España ¡y eso que decían que habían traído cuadros del Museo del Prado! ¿o eran copias? Me tuve que conformar con hacerme un par de fotos en el lago, con el edificio al fondo, pero de esas de cámara analógica que llevaba un carrete de 24 fotos que tenías que dosificar con cuidado y que no sabías si estaban bien hasta que las llevabas a revelar.

Pabellón de España. Expo 92 (Sevilla)
Foto: archivo propio.

Recuerdo el gran edificio que compartían los países latinoamericanos en la plaza de América. Habíamos oído decir que se habían traído un trozo de iceberg y estábamos empeñados en verlo. Encontramos a una azafata y, aprovechando que estábamos en un edificio donde todos hablaban español, le preguntamos dónde podíamos ver el iceberg.

Esto… ¿qué cosa? No entiendo—. Se lo explicamos —¡Ah, el «aisberg»!

Nos hicimos fotos en el Pabellón de la Navegación, subidos en las réplicas de las carabelas de Colón. También estuvimos en el Pabellón de la Naturaleza, en un lugar que parecía trasladarte a un trozo de la selva. Descansamos en otro pensando que así sería el cine del futuro: con butacas medio tumbadas y la pantalla en forma de bóveda tan grande que nuestro campo visual no podía abarcarlo todo.

Fui una más de los millones de visitantes que acudían de todo el mundo a lo largo de aquellos seis meses. Mis expectativas eran muy altas, pero quedé tan encantada que regresé por segunda vez. Primero fui con mis compañeros y profesores y el autocar nos alejó de Sevilla al anochecer. Unos meses más tarde acompañé a mi familia y sacamos billetes de vuelta en el primer tren de la mañana del día siguiente. No nos queríamos perder las proyecciones y espectáculo de luces que se hacían en el lago y en las fuentes. Los pabellones habían cerrado, y más de un centenar de miles de espectadores esperábamos en la gran zona del lago. Nadie salía defraudado. Con aquellas mágicas imágenes en nuestras retinas nos dirigimos, a altas horas de la madrugada, hacia el apeadero de la Expo para esperar que llegara nuestro tren. Nos sentamos en un banco justo delante de un AVE. Mientras miraba su perfil aerodinámico y vanguardista, no imaginé que, años más tarde, me subiría en el AVE tantas veces como para sentirlo una segunda casa. Aquel amanecer, montada en el Talgo vi alejarse el perfil de la Isla de la Cartuja con la tristeza de imaginar que en pocas semanas la Expo estaría cerrada y vacía, que aquello no era más que un sueño del que habría que despertar. Y pensando en los años de trabajo y expectativas que habían desembocado en aquel 1992 lleno de luz, con millones de personas de todo el planeta encantadas con lo que habían visto, con acontecimientos que nos había convertido en la capital del mundo, efímera, pero capital al fin y al cabo… me pregunté: ¿ahora qué? ¿Qué esperar de 1993?

Pinterest
Trenes de Alta Velocidad (AVE) en la Expo de Sevilla.
Foto: Pinterest y Expo92.es

No había acabado 1992 cuando ya se hablaba de despilfarro. Sin interesarme nada la política y la economía, y más ilusionada que práctica, consideraba que habíamos aprobado con nota alta este examen. Eso era lo que me importaba. Luego descubrí que llegó una crisis y más de un escándalo. Pero yo sigo atesorando mis recuerdos bonitos de aquel año.

¿Qué queda en la actualidad de todo aquello? Dicen los expertos que, aunque hubo sombras, fueron más las luces y que valió la pena. Yo sigo sin ser objetiva y me parece que aquel espectáculo en el lago de la Expo es el mejor que he visto nunca, aun con la tecnología de entonces, y a pesar de que quedé encantada con el de Disneyland París años después.

El AVE fue un gran acierto. Aquella primera línea que llevaba de Madrid a Sevilla se ha convertido en toda una red que une muchas ciudades de España y que, incluso, nos convirtió en 2010 en el primer país europeo y el segundo del mundo (tras China) en tener más kilómetros de alta velocidad y eso que España no es un país grande. El AVE «robó» muchos viajeros al avión.

Monumento a las Olimpiadas
de Barcelona 1992.
Foto: archivo propio.

La celebración de las Olimpiadas trajo muchas mejoras a Barcelona y esto se tradujo en un aumento progresivo del turismo que la ha convertido en una de las ciudades más visitadas de Europa. Hace pocos años disfruté de esta preciosa ciudad y subí a Montjüic. Allí siguen las esculturas símbolo de las Olimpiadas y los estadios. Todo cuidado y perfecto.

La Expo transformó Sevilla y la hizo más cosmopolita, más moderna. La ciudad quería que la Isla de la Cartuja se convirtiera en un parque empresarial o científico. Así se creó, reutilizando varios pabellones, el Parque Tecnológico Cartuja. En 1997 se aprovecharon algunas de las instalaciones para inaugurar Isla Mágica, un parque temático y acuático. Hace varios años volví a la Isla de la Cartuja y comprobé que una parte de lo que antaño fue la Expo, está en ruinas. Sin embargo, hay otra parte que se mantiene cuidada y aprovechada con jardines, edificios y salas de exposiciones. Una exposición, precisamente, fue la que me llevó allí sin sospechar que era uno de los 32 pabellones que se han conservado de mi querida Expo. 

Pinterest
Cartel de la Expo 92
Foto: Pinterest.

Lo único que tenía que reprocharle a la Expo era que no supo ver que el futuro estaba en los teléfonos móviles y en internet. Sin embargo, hace unos días descubrí que estaba equivocada. Caí en la cuenta de que era el 30 aniversario gracias a un periódico digital que hablaba de un programa especial emitido en televisión y que yo me había perdido. Y en este artículo hablaban del Pabellón de las Telecomunicaciones. Allí habían conectado monitores de tubo a teléfonos fijos que permitían hacer videollamadas. También tenían móviles con antena. Rectifico mi error después de ver el vídeo 30 años después.

Gracias a este artículo pensé que, si bien es imposible dedicar un espacio en mi modesto blog para todos los aniversarios, quería rescatar mis recuerdos de un año histórico y compartirlo con quien se haya quedado leyendo hasta aquí. Además, he descubierto que hay webs de amigos de la Expo92, la asociación Legado Expo de Sevilla y numerosos vídeos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo, ¡qué entusiasmo tenías y mantienes! En mi caso, todo lo vi desde la lejanía de la tele y sin importarme demasiado. Como soy escéptico, me parece que es otra muestra del carácter español: pretender aparentar sin tener, ni lo material ni lo moral. Igualico que hoy.
Pero no quiero entristecerse ni hacerte enfadar con mi visión negativa, que me has alegrado con tu optimismo vital
carlos

Ángeles dijo...

Como ha dicho Carlos, transmites un gran entusiasmo y mucha emoción en este texto. Me alegro de que disfrutaras tanto entonces y de que sigas conservando tan buenos recuerdos. Cuánto ha cambiado el mundo desde entonces, ¿eh?

MJ dijo...

Las monedas tienen dos caras. Y yo vi la bonita. Quizá pequé de ingenua (desde luego, tenía edad para serlo) pero aquello me llenó de ilusión y salí encantada. Las Olimpiadas las vi desde la televisión, pero también estaba muy contenta. Por eso, cuando, hace pocos años visité Barcelona, me empeñé en subir a Montjüic. Y fue emocionante. Aunque, Montjüic es emocionante por otras muchas cosas, desde luego. Y cuando fue a una exposición en Sevilla y me di cuenta de que estaba en uno de los antiguos pabellones de la Expo ¡qué ilusión!
Sí, como dices, Carlos, lo viví con entusiasmo y también lo recuerdo con entusiasmo.
Por supuesto que no me haces enfadar con tu visión. Sé que no todo el mundo lo vivió así y creo que fueron muchos los que sintieron indiferencia, simplemente.
¡Uy, optimismo vital! Si me conocieras en persona sabrías que de eso no voy sobrada ;-) Pero muchas gracias.

MJ dijo...

¡Me alegro que el texto transmita el entusiasmo y la emoción que viví en aquel tiempo! Fue una de mis ilusiones y, al darme cuenta del aniversario, decidí dedicarle unos pensamientos en este rinconcito.
Sí, el mundo ha cambiado mucho. No siempre para bien.
Muchas gracias por tu bonito comentario, Ángeles.

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