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jueves, 18 de abril de 2024

El día del libro y la confusión del 23 de abril.

Ya llega el día del libro. La fecha se alarga comercialmente: primero fue un día, luego una semana y ya hay quien dice que es un mes. Da igual, los amantes de los libros no necesitamos una excusa para leer. Ya reflexionamos sobre ello hace una década en este blog.

En aquella ocasión contamos que en 1995 la UNESCO estableció el 23 de abril como Día Mundial del Libro, aunque no todos los países lo celebren en esa fecha. Entre los argumentos que inclinaron la balanza hacia ese día se encuentra una curiosa coincidencia: el fallecimiento el 23 de abril de 1616 de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso, tres grandes de la literatura. Un hecho tan sorprendente como forzado.


Es cierto que hubo pocos días de diferencia entre las muertes de estos literatos, pero el destino no fue tan exacto. El Inca Garcilaso murió entre el 22 y el 24 de abril, no se sabe el día concreto. Pero Cervantes y Shakespeare no se marcharon de este mundo en la misma fecha.

La idea parte de Victor Hugo, él fue el primero que destacó esta extraordinaria casualidad, como si el destino hubiese decidido privarnos de un plumazo de las dos piezas clave de la literatura en inglés y en español. Nadie dudó de la palabra del insigne escritor y nadie investigó. La UNESCO lo dio por válido y ha quedado como una leyenda literaria que la mayoría de la gente cree.

Sí, la historia recoge que Cervantes y Shakespeare murieron el 23 de abril de 1616… pero no era el mismo día. Además, en España se tenía la costumbre de poner como fecha del fallecimiento el día del entierro y éste se llevaba a cabo durante la jornada siguiente a la defunción. Es decir, que realmente, Cervantes murió el 22 de abril de 1616. Shakespeare sí falleció el 23 de abril, pero aquel día, en España, Portugal o Italia, no era 23 de abril… Y ¿esto cómo puede ser?

Durante mucho tiempo el mundo occidental se rigió por el llamado calendario juliano (por Julio César) que era 11 minutos más largo que el calendario solar. Al principio todo fue bien, pero con el paso de los siglos hubo un desfase. La acumulación de esos 11 minutos ya sumaba 10 días de diferencia entre el año solar y el juliano. El Papa Gregorio XIII se dio cuenta de que había que reformar el calendario y encargó los estudios astronómicos pertinentes. El 24 de febrero de 1582, promulgó la Bula Inter gravissimas. Ese mismo año pudieron confirmar que estaban en lo cierto, porque cuando se produjo el equinoccio de primavera, en el calendario vigente no era 21 de marzo. Cuando el rey Felipe II tuvo noticia de esta bula decidió emitir el Decreto del 29 de septiembre de 1582 donde se ordenaba que: «el quinto día del mes de octubre pasara a ser el decimoquinto». Así que en los países católicos y en los que Felipe II era rey, el día siguiente al 4 de octubre de 1582 no fue el 5, sino el 15. Diez días desaparecieron.


Por supuesto, los países que no debían obediencia ni al Papa, ni al rey español, no hicieron caso ni de la bula, ni del decreto. Para ellos, al día 4 le siguió el 5, como siempre. Y, aunque las evidencias demostraban que el calendario gregoriano era más acertado que el juliano, durante mucho tiempo se negaron a adoptarlo. Reino Unido se resistió bastante, aunque no llegó al extremo de Grecia y Rusia que esperaron al siglo XX para sincronizarse con el resto de países.

En Reino Unido se estableció en 1752 y, para hacerlo, también tuvieron que «borrar» días: al miércoles 2 de septiembre le siguió el jueves 14 de septiembre.

En 1616 España se regía por el calendario gregoriano y el fallecimiento de Cervantes quedó inscrito como el 23 de abril, pero Reino Unido se regía por el calendario juliano así que la muerte de Shakespeare quedó registrada con la misma fecha. Pero no eran el mismo día. El 23 de abril de 1616 del calendario juliano era el 3 de mayo del calendario gregoriano. Así que no, Cervantes y Shakespeare no murieron el mismo día, aunque en la documentación pueda parecer que sí.