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domingo, 10 de diciembre de 2017

El Grillo del Hogar. Charles Dickens.


En 1843 Dickens sorprendía a todos con Canción de Navidad y al año siguiente repetía su éxito con Las campanas. En 1845, sabiendo que sus lectores esperaban ansiosos otro Cuento de Navidad que leer y colocar en un lugar privilegiado de sus estanterías, escribe El Grillo del Hogar. Un cuento de hadas sobre la morada familiar. En él vuelve a repetir sus temas favoritos para la Navidad: el hogar, la familia, el amor, el reencuentro, el perdón y lo sobrenatural. Pero en esta ocasión, deja de lado la crítica social (que solo puede atisbarse en unas pocas escenas, como en el hogar pobre y medio derruido de Calep, en el carácter tacaño y ruin del rico señor Tackleton que recuerda al señor Scrooge de Canción de Navidad, o cuando describe los juguetes destinados a las clases altas en contraposición a los de las clases humildes) y se centra en un cuento que retrata el ideal de familia feliz de la época y que logra atrapar a los lectores, de tal forma, que en pocos días se agotaron los ejemplares de la primera edición y salió a la venta la segunda.

https://es.wikipedia.org/wiki/El_grillo_del_hogar
Portada de la segunda edición de "El Grillo del Hogar".

Los personajes están presentados con mucho humor y las escenas cómicas se mezclan con las dramáticas en una estructura prácticamente teatral que se divide en tres cantos. De hecho, la obra fue representada en numerosas ocasiones consiguiendo, en los primeros años, un éxito aún mayor que el de Canción de Navidad y Dickens la leyó en público cuatro veces. Pero no todas las críticas fueron favorables, ya que muchos opinaban que era una historia demasiado sentimental. Su amigo Thackeray salió en defensa del libro contando lo mucho que disfrutó con su lectura.

La historia comienza con el coro que forman un hervidor y el Grillo del Hogar en la casa de los Peerybingle. Aquel es el reino de Mary, a la que su marido llama cariñosamente Motita, una joven bajita, afanosa y risueña. La sigue a todas partes Tilly Slowboy, una hospiciana reconvertida en torpe niñera que suele poner en peligro al bebé de Mary. Estamos a finales de enero y solo quedan tres días para que la muchacha celebre su primer aniversario de bodas con el corpulento y bonachón John Peerybingle,  bastante mayor que ella. John es carretero y esa noche llega helado junto a su perro Boxer y un montón de paquetes que no ha terminado de repartir. Tras una divertida escena, Motita le cuenta a su marido que cree que tener un Grillo en el Hogar es lo más afortunado del mundo y rememora que lo escuchó por primera vez cuando llegó allí recién casada y parecía decirle que John sería el marido más atento y cariñoso del mundo. En realidad, los dos piensan que el otro no se casó enamorado y que rezaba cada noche para aprender a amar a su pareja. 

Entre los paquetes que trae su marido, Motita descubre una caja redonda que guarda una tarta nupcial y se lleva una desagradable sorpresa al saber que es para el próximo enlace del viejo y avaro comerciante de juguetes Tackleton con su amiga de la niñez May Fielding. Entonces, John recuerda que ha recogido en la carretera a un anciano que espera fuera y lo invita a pasar a su casa.

Al poco rato llega Calep Plummer a retirar un paquete. Calep es un hombre menudo, encorvado y arrugado que se dedica a fabricar juguetes para Tackleton por un miserable sueldo. El pobre se lamenta de su suerte, ya que está afligido por la muerte de su hijo Edward, desaparecido en un viaje a América del Sur, y por la ceguera de su hija Bertha. Quien también se presenta allí es Tackleton que viene a recoger su tarta y a invitar a John y Mary a su boda. Disgustado por el canto del Grillo del Hogar, le sugiere a la pareja que lo maten, alegando que eso hace él con los que se cuelan en su casa y aprovecha la ocasión para pedirle al carretero que se reúnan el próximo día para que Motita convenza a May de que va a tener un matrimonio tan feliz como el suyo. John no sabe cómo eludir la invitación y Motita se disgusta al oír a Tackleton confesar que se casa con May por el capricho de desposar a una joven hermosa y que considera que sus parejas son similares, pues ambos se llevan muchos años con sus esposas.

De repente Motita pega un grito, se echa a reír y a llorar sin explicación aparente mientras intenta disimular una furtiva mirada que se cruza con el anciano. El desconocido le pide a John que le alquile una habitación por unos días a lo que Motita, para sorpresa de su marido,  contesta afirmativamente con mucha vehemencia.

Cuando John se queda solo en el salón escucha cantar al Grillo del Hogar, que en realidad era el genio de su casa. Y aunque no aparta la vista del fuego de la chimenea, puede verlo tomando apariencia feérica e invocando numerosas representaciones hogareñas con infinidad de Motitas de todas las edades en actitudes cariñosas.

En el segundo canto nos encontramos en el hogar de Calep Plummer y su hija ciega Bertha. El pobre juguetero vive en una casa desvencijada haciéndole creer a Bertha que todo es bello e idílico, que él es joven y elegante y que su patrón es una buena persona con un humor excéntrico. Aquella forma de aliviar la pena de su hija se la había inspirado su propio Grillo del Hogar. Calep y Bertha trabajan con denuedo para fabricar los juguetes y las casitas de muñecas que Tackleton vende, cada una con los materiales que corresponden a cada clase social a la que va destinada: magníficas mansiones con muñecas hermosas con extremidades de cera y perfectamente simétricas para la nobleza y la alta burguesía, y apartamentos de una sola habitación con muñecas que tienen por brazos y piernas simples fósforos para el pueblo llano.

Tackleton llega a la casa de Calep y Bertha.
Foto gentileza de Ángeles.

Tackleton se presenta en casa de Calep tratando con desdén e impertinencia a su empleado y llamando idiota y loca a Bertha, pero ella le responde con cariño pensando que todo es una broma. Solo ha ido a comunicarles que se unirá al almuerzo que tienen con los Peerybingle para que May disipe todas las dudas sobre su boda. Cuando Bertha se entera de que Tackleton, al que su padre le ha descrito como un amigo bondadoso, honrado y benévolo, va a casarse, no puede evitar llorar con desconsuelo. Calep comprende entonces que, inventando un falso mundo de felicidad alrededor de su hija, solo ha conseguido romperle el corazón.

Como cada quince días Motita lleva un magnífico almuerzo a su amiga Bertha, pero hoy descubre que va a pasar la tarde también con Tackleton, May y su madre. En la velada queda patente que May había rechazado durante mucho tiempo el cortejo del rico juguetero y éste se siente terriblemente incómodo y desplazado en el entorno de los amigos de su prometida.

Tackleton llama en secreto a John para decirle que su esposa le es infiel. Para demostrárselo lo lleva hasta un ventanal desde el que ve como Motita deja que un joven le hable al oído, se ríe feliz y ella misma le ayuda a colocarse el disfraz de anciano que luce en su propia casa. John concluye que es un antiguo enamorado, más joven, que supo ganarse el corazón de Motita como él nunca pudo hacerlo.
John, escopeta en mano, ante la puerta del falso anciano.
Foto gentileza de Ángeles.

De regreso a casa Motita descubre la mirada acusadora de su marido y se marcha llorando. El carretero coge la escopeta y se aproxima a la puerta de la habitación donde duerme el falso anciano. De pronto, la chimenea se ilumina con un resplandor y el Grillo del Hogar comienza a cantar. John suelta la escopeta y se sienta llorando ante el fuego. El Grillo adopta de nuevo forma feérica y, asistido por multitud de hadas, le muestra a Motita buena, inocente y fiel. El carretero pasa en vela toda la noche hasta que llega la mañana de su aniversario y el mismo día que ha escogido Tackleton para desposar a la joven May, sin sospechar el giro que darán los acontecimientos…


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