Como decíamos aquí la Historia debe ser objetiva
pero, por desgracia, pocas veces lo es. La visión que cada bando ha dado de los
acontecimientos de su tiempo y la visión propia de la mentalidad que cada época
ha otorgado a los hechos históricos dificultan enormemente la tarea del
historiador.
Hay personas que han sido decisivas en la Historia,
que han cambiado el rumbo de los acontecimientos; sin ellas, sin su
determinación, el mundo sería otro. A estas personas se les suele reconocer el mérito
que tienen y darles la importancia que merecen, pero cada época las juzga desde
su punto de vista, de la idea del bien y del mal que impere en ese periodo, de
lo “políticamente correcto”, o simplemente de lo que conviene en ese instante.
Y en todo momento los he llamado
personas y no personajes, porque eso fueron: personas. Antes de que sus nombres
quedaran grabados en los libros de Historia, antes de que se fraguase su fama,
antes de que tomaran esta o aquella determinación que cambió el rumbo del mundo,
por encima de todo eso eran personas. Tuvieron sus dudas, sus miedos, sus
alegrías, sus tristezas, sus contradicciones, sus aciertos y sus errores. Sobre
todo tuvieron sus luces y sus sombras, ambas, por más que en diferentes épocas
se haya querido mostrar solo una de ellas. ¿Cuál predominó? ¿Cómo podemos
saberlo? Hallaremos cientos de libros que hablen del personaje histórico pero
pocas veces hablaran de la persona. Esa parte es demasiado difícil de tratar.
En la actualidad, en diversos países, la ficción
televisiva ha dado cuerpo y alma a los personajes históricos más importantes y
los ha acercado a los espectadores. En España parecía que eso nos daba más
pudor, o quizá más temor a que el público no se mostrara interesado en la
historia que nos querían contar. Pero ¿por qué habría de importarnos más la
historia de los Tudor que la de los Reyes Católicos? ¿Sería un hándicap que la
cantidad de hechos históricos que se precipitaron en aquella época fueran tan
bien conocidos por la mayoría de los españoles? ¿Quizá el hecho de que los
Reyes Católicos fueran “santificados” durante un tiempo, para luego
demonizarlos, pudiera herir más de una sensibilidad?
Alcázar de Segovia. Isabel vivió allí en diferentes periodos de su vida. |
Lo cierto es que la serie “Isabel” se rodó. Y estaba
dispuesta a dar un punto de vista diferente sobre la reina más famosa de
nuestra Historia. Querían centrarse en la persona, en la lucha de esa mujer por
llevar las riendas de su destino en un mundo de hombres. Querían mostrarnos
cómo la chiquilla apegada a su madre llegó a convertirse en la reina que cambió
el rumbo de la Historia de nuestro país. Pero no lo tenían fácil, precisamente
por sus luces y sus sombras. Además la época histórica era especialmente
compleja de relatar por todos los frentes abiertos que mantuvieron y corrían el
peligro de que a los espectadores de hoy en día les pudiera parecer aburrida,
tediosa o incomprensible.
Lo cierto es que, a pesar de haber sido rodada, la
serie “Isabel” se mantuvo guardada en un cajón, en la nevera, a la espera de no
se sabía muy bien qué. Tanto tiempo pasó que los propios actores reivindicaron
su trabajo y salieron a la palestra a pedir que su serie se emitiera. De hecho,
aunque la serie estaba concebida para tener tres temporadas, y solo se había
grabado una, se pensó hasta en destruir los decorados.
La serie empezó a emitirse algún tiempo después con
el título: “Isabel. Los años jóvenes de una reina”. Su primera escena fue la
muerte de Enrique IV y la coronación de Isabel como reina de Castilla, para
luego hacer un flashback hasta la adolescencia de la protagonista. Esto hizo
que los espectadores pensáramos que la serie iba a contar solo esa época de su
vida. Pero nos equivocamos. En seguida, bien por seguir el plan previsto, bien
por el éxito obtenido, se comienza a grabar la segunda temporada donde se narra
la Guerra de Sucesión Castellana, la conquista de Granada y hace su aparición
en escena Cristóbal Colón. Para entonces, el subtítulo de la serie había
desaparecido. En la tercera veremos la gran aventura colombina y la fragilidad
de los éxitos conseguidos, los matrimonios de sus hijos y la desgraciada suerte
de su familia, para terminar en la locura de Juana y la muerte de Isabel.
Salón del trono en el Alcázar de Segovia. |
La serie nos ha hecho ver que no conocíamos tanto la
historia como pensábamos, que la realidad supera a la ficción y que ninguna
ficción nos hubiese hecho creer que tales acontecimientos pudieran ser
verosímiles.
Evidentemente no todo puede ser histórico, hay
conversaciones de las que no podemos saber y detalles íntimos que no han
llegado hasta nosotros. Los guionistas no han ocultado que alguna vez han
tenido que recurrir a la fabulación para completar lagunas, para captar el
interés del público y que se han tomado alguna que otra licencia.
Sorprende saber que dos de los momentos más
románticos de la serie no tienen nada de ficticios. Histórico fue el hecho de
que Fernando, para cruzar la frontera de Castilla y reunirse con su ya
prometida, tuvo que disfrazarse de mozo de mulas y hacer parte del viaje como
un sirviente. Igualmente histórico fue el momento en que Isabel, que aún no
conocía el rostro de Fernando, lo buscaba con la mirada en mitad de una fiesta
y Cárdenas le susurraba un “ese es, ese es”
que recogen las crónicas.
A pesar de que haya hechos que entonces se juzgaban
normales y hoy serían considerados crueles, Isabel, en general, sale bastante
bien parada. Tampoco se nos ha querido ocultar el carácter de Fernando que, no
en vano, inspiró a Maquiavelo su famosa obra “El Príncipe”.
"Tanto Monta" lema de los Reyes Católicos que se encuentra en muchos edificios de nuestra geografía. Esta foto pertenece a la Aljafería (Zaragoza). |
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