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lunes, 4 de abril de 2011

¡Oro! Primera Parte.


¿Por qué unas cosas tienen valor y otras carecen de ello? ¿Es algo aleatorio o pactado? ¿Puede aquello que nació fruto de la superstición convertirse en ciencia?
Lo cierto es que algunos minerales han llamado la atención desde el principio de los tiempos y por esto se han convertido en moneda de cambio, en objeto de deseo o incluso en motivo para arriesgar la vida.
En la Edad Antigua se pensaba que cada metal de la Tierra pertenecía a un cuerpo celeste. Siguiendo este razonamiento, al Sol, el más perfecto de los astros, le correspondía en la Tierra el oro, el más perfecto de los metales. El oro, es maleable, fácil de trabajar, resiste al tiempo y al óxido sin llegar a perder su deslumbrante brillo. No es de extrañar que a los antiguos (y a los modernos) les resultase tan atractivo.
También a las piedras preciosas se les atribuía un origen “astrológico”, de tal manera que la luz del sol y de las estrellas había creado aquellas rocas brillantes y especiales.
En la Edad Media, la cosa fue a más, y llegó a pensarse que las piedras preciosas crecían en la tierra, como cualquier vegetal. Si alguna persona tenía la suerte de encontrar una de esas semillas tan especiales, podía llegar a cosechar diamantes o rubíes. Y dicho sea de paso, hubo quien lo intentó, con pésimos resultados. Tampoco faltaba quien creía que las piedras preciosas tenían un origen animal (idea no tan descabellada si tenemos en cuenta el origen de las perlas). Algunas alteraciones en el comportamiento de ciertos animales eran tomadas como señales de que, el desdichado, estaba fabricando una piedra en su interior, a la que atribuían poderes curativos o protectores. Todo esto ha derivado en que a lo largo de los siglos (y todavía en la actualidad) mucha gente piense que las gemas y demás piedras tienen poderes mágicos o dan suerte.
El tratar de explicar “lógicamente” el origen del oro, llevó a unas teorías parecidas a las supersticiones que giraron en torno a las gemas. Pero, en ambos casos, las creencias y estudios de unos pocos dieron lugar a una ciencia.
Pensaban los antiguos que igual que un hombre bruto e ignorante podía, mediante el estudio y la educación, alcanzar la perfección; un metal humilde podía llegar a convertirse en el más perfecto de los metales. Los alquimistas se esforzaron en conseguirlo. Partiendo de minerales menos valiosos, como el cobre, intentaron obtener oro. Hicieron muchos estudios, dedicaron mucho tiempo a una idea “lógica” que podía haber desembocado en una superstición, pero que se cree que fue el origen de la Química. Los alquimistas llegaron a montar verdaderos laboratorios y sus estudios, si bien nunca los llevaron a fabricar oro, los hicieron llegar a fabulosos descubrimientos.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Me dejas asombrada con tus conocimientos, MJ, y esto es solo la primera parte.
Es todo muy interesante, pero me ha llamado especialmente la atención la idea de que los animales 'fabricaban' piedras preciosas en su interior, y me ha recordado el cuento de la gallina de los huevos de oro.
Saludos.

MJ dijo...

Tienes razón, Ángeles. Pues no había pensado yo en la gallina de los huevos de oro, pero algo tiene que ver. En el ejemplo que me dieron en su día sobre este tema, me comentaron que si un gallo dejaba de beber lo consideraban un signo de que estaba fabricando una piedra que daría salud al que la consiguiera. Así que ya ves, un comentario muy acertado.

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