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sábado, 27 de septiembre de 2025

Diario de viaje: Florencia y Pisa IX. A la sombra de la torre.

El Campo de los Milagros.

Detalle de la fachada
del duomo de Pisa
con la famosa torre detrás.
Imagen: archivo propio.

Como comenté anteriormente, en el Campo de los Milagros encontramos el Duomo de Pisa, su campanario (la torre), el Baptisterio y el Camposanto. 

El altar del Duomo está presidido por un impresionante pantocrátor, que con su mirada solemne y seria bendice a los visitantes. En el centro de la nave está la llamada “lámpara de Galileo” que, aunque no es la verdadera, muestra al curioso un reflejo de la que Galileo observó balancearse durante una misa y que le inspiró la teoría del péndulo. 

El Baptisterio es el más grande de la cristiandad y allí, hasta hace relativamente poco, se bautizaban los nacidos en Pisa. 

Vista del exterior del baptisterio.
Imagen: archivo propio.
Tiene una gran pila bautismal con una estatua en el centro y un segundo piso alto y casi vertiginoso.

Interior del baptisterio desde el segundo piso.
Imagen: archivo propio.

El Camposanto es un atrio con una extensa columnata, cuyo suelo está completamente cubierto de lápidas que datan de la Edad Media y alcanzan el siglo XXI. Está construido sobre una capa de arena traída directamente de Tierra Santa.

Durante la II Guerra Mundial una bomba cayó sobre el techado de plomo e hizo que éste se derritiera destrozando los murales que decoraban las paredes. Por suerte quedaron restos de esas impresionantes pinturas que siguen en proceso de recuperación y restauración.

Vista del Camposanto.
Imagen: archivo propio.

A la torre se puede subir, previa cita, ya que el número de visitantes está muy restringido y las normas de seguridad y las advertencias forman una larga lista que disuade a la mayoría. También nos disuadió a nosotros. Pero el verdadero motivo por el que no quise subir, era por lo angosto de sus escaleras, lo estrecho de sus balconadas y la inclinación.

Interior del Duomo de Pisa con el pantocrátor.
Imagen: archivo propio.

Comimos pizza y bocadillos bajo la sombra protectora de la hermosa torre. Había carteles indicando que se prohibía jugar al fútbol o a cualquier otro deporte en el césped del Campo de los Milagros, y yo me pregunté qué alma insensible podía ponerse a dar patadas a una pelota en tan extraordinario lugar.

Los visitantes podían ser más de un millar. Las japonesas se protegían del sol con sombrillas. En todas partes podía observarse a gente en las más variadas posturas intentado fingir que sostenían la torre para hacerse una de esas tontas fotografías que tanto gustan a los turistas. Al principio los miré con fastidio, pero el transcurrir de las horas me hizo preguntarme si me arrepentiría de no tener la típica foto con la torre de Pisa, y probé a hacerme alguna que salió bastante mal.

Antonio se despidió de nosotras porque su vuelo salía antes que el nuestro. Lo observé marcharse sin mirar atrás y me sorprendió cómo podía alejarse de aquel maravilloso complejo artístico sin echar una última mirada.

Vista del Duomo con el Baptisterio.
Imagen: archivo propio.

Eva y yo aprovechamos para dar otra vuelta más por los monumentos, y luego curioseamos en las docenas de puestecillos que había a lo largo de la carretera, con miles de torres de diferentes tamaños, con llaveros, postales, camisetas y toda clase de objetos de recuerdo.

Salimos por las murallas, justo en el extremo opuesto del complejo para seguir la hilera de tenderetes que llegaban hasta donde se perdía la vista. Hicimos unas pocas compras y volvimos al Campo de los Milagros.

Vista del recinto desde una de sus puertas.
Imagen: archivo propio.

Se acercaba la hora de marcharnos, pero nos resistíamos a abandonar nuestra torre favorita. Después de pensarlo mucho y lanzarle varias miradas de despedida, nos marchamos volviendo la vista atrás.

Vista de la torre de Pisa.
Imagen: archivo propio.

Un vuelo romántico.

Regresamos sobre nuestros pasos y al llegar a la estación de tren descubrimos un gran cartel que anunciaba la exposición de obras de Picasso.

Tomamos el tren y apenas dos paradas después nos encontrábamos en el pequeño aeropuerto de Pisa. La mayoría de nuestros compañeros de viaje eran españoles que regresaban a casa cargados de maletas más grandes de lo reglamentario y recuerdos de Italia.

Minutos antes de despegar, una pareja de novios subió al avión. Ella venía con su traje nupcial blanco y bello, sonría alegremente y se ruborizaba ante la mirada de los pasajeros. Al verlos entrar, todos comenzamos a aplaudir, como en el final feliz de una comedia romántica. Pero, como siempre, me tocaba hacer de extra…

Desde las alturas intentamos ver el Campo de los Milagros, pero ya era de noche y las luces de la ciudad nos despistaron. Aún así, tengo el recuerdo de atisbar ligeramente y por un instante, la figura de la torre de Pisa iluminada en mitad de un campo abierto.

El camino desde la pista de aterrizaje hasta la salida del aeropuerto en España se nos hizo increíblemente largo, eterno. Estábamos solas en mitad de aquellos grandes pasillos. 

Siempre he dicho que mi comida favorita es la italiana, pero cuando llegué a casa devoré una tortilla de patatas tan ávidamente que yo misma me sorprendí.


Lee Diario de viaje: Florencia y Pisa desde el principio aquí.

viernes, 29 de agosto de 2025

Diario de viaje: Florencia y Pisa VIII. Pisa bajo la luz del sol.

En el año 2011 visité por primera vez Italia. Escribí mis impresiones de aquel viaje en un pequeño diario. En 2018 decidí compartirlo en el blog por capítulos que iba insertando entre entradas de otros temas, como ya había hecho antes con un diario de viaje a Portugal

Esos días que pasé en Italia se ven reflejados en el Diario de viaje: Florencia y Pisa que aparecen en el blog entre 2018 y 2019. Pero, lo interrumpí sin contar la parte referente a Pisa. Lo hago ahora. Serán solo dos capítulos que completan aquel diario que mencionaba arriba y que contienen recuerdos y fotografías que espero que os gusten.

La sorprendente Pisa.

Al bajar del tren miramos el mapa comprobando que el Campo de los Milagros, el recinto donde se encuentra la torre inclinada más famosa del mundo, no se hallaba a mucha distancia de la estación y que podíamos llegar dando un paseo y aprovechando para conocer algo de la pequeña ciudad.

Torre de Pisa.
Imagen: archivo propio.

A nuestro paso volvió a cruzarse el río Arno y en una de sus orillas nos tropezamos con la iglesia de la Santa Espina, pequeñita y preciosa, con rosetones sobre sus puertas gemelas.

Cruzamos el puente y nos dirigimos por la Vía Spoletto hacia nuestro destino, mientras observábamos capiteles romanos por aquí, iglesias renacentistas por allá, soportales, arquerías y antiguos comercios por todas partes.

Iglesia de la Santa Espina.
Imagen: archivo propio.

Nos pareció de visita obligada la famosa plaza de los Caballeros, con su magnífico palacio y aquellas escaleras que tantas veces había visto fotografiadas en mis libros de arte. La plaza estaba bastante concurrida y unas obras mantenían una parte oculta tras los andamios, por suerte la zona realmente importante se mostraba en todo su esplendor. Turistas, ciudadanos, coches y bicicletas convivían en tan escaso espacio y de nuevo nos vimos obligados a cruzar “a la italiana”.

Plaza de los Caballeros.
Imagen: archivo propio.

Los aseos de Pisa resultaron ser todos de pago, pero por lo menos estaban medianamente limpios y, aunque eran antiguos, no tropezamos con ningún váter-bidé.

Una visión maravillosa.

Gracias al mapa sabíamos que el Campo de los Milagros no podía estar muy lejos, aunque no lográbamos ver la torre por ninguna parte. Se supone que una torre tan alta debería divisarse en la distancia, con su deslucido color gris, como la representaban las figuritas que vendían a módico precio en Florencia. Muchas pobres y deslucidas reproducciones de la torre de Pisa que habíamos visto en todos los mercados de Florencia y que se me antojaba como cualquier torre del mundo, solo que era famosa por estar inclinada. El verdadero motivo por el que habíamos llegado a Pisa era porque el vuelo salía más barato que yendo directamente a Florencia y ya que estábamos allí, visitar el Campo de los Milagros. La joya del viaje era Florencia y su duomo, su cúpula menos esbelta de lo que habíamos imaginado.

Al doblar una esquina nos la encontramos. De repente. Surgida de la nada, ligeramente inclinada y con el mármol más blanco y más brillante que había visto, tuve ante mí la famosa torre de Pisa. El aire se detuvo en mis pulmones, los ojos se me llenaron de lágrimas y reí de felicidad. En aquel momento pensé que aquello era lo más hermoso que había visto en mi vida, pensé que podía sufrir el síndrome de Florencia ante la torre de Pisa, pensé que valía la pena cualquier viaje, todo el cansancio, por estar ante la verdadera joya de mi viaje. 

Eva y yo nos miramos y reímos. Fue un momento emocionante. Después de tantas cosas hermosas que había visto, después de considerar el David lo más bonito de Florencia, me llevaba una maravillosa sorpresa en el Campo de los Milagros. Quizá precisamente porque no esperaba demasiado, me rendí ante la torre y desterré para siempre la estúpida idea de que su fama se debía a su inclinación.

Vista del Duomo y la torre de Pisa.
Imagen: archivo propio.

El Campo de los Milagros es un complejo donde se encuentra el Duomo de Pisa con su campanario separado de ella, es decir, la famosa torre, el baptisterio y el camposanto. El césped lo cubría todo y los caminitos te llevaban directamente a la entrada de los monumentos. Conforme me iba acercando a la torre fui comprobando que su inclinación dependía de la perspectiva desde la que se observara, incluso se llegaba a un punto en el que parecía completamente recta. Cuando me encontré cerca de la base, descubrí un foso donde se intentaba disimular su verdadera inclinación, un sorprendente ángulo que no había apreciado desde la entrada. La miré desde abajo y me temí que pudiera desplomarse dentro de unos años si el sistema de contención no funcionaba correctamente. 

Desde aquella torre Galileo había lanzado un objeto para demostrar la velocidad que alcanzaba al caer… sí, sí, ese famoso problema de matemáticas que odiábamos tanto.

La inclinación de la torre de Pisa es de 3.97 grados,
pero su percepción depende desde donde se la observe.
Imagen: archivo propio.

Lee Diario de viaje: Florencia y Pisa desde el principio aquí. 

Otros lugares de Italia de los que hemos hablado: el aniversario de la fundación de Venecia y también mis impresiones personales sobre Venecia. Hablamos además aquí del cumpleaños de Roma. En esta otra entrada nos centramos en algunas torres inclinadas famosas.

jueves, 24 de julio de 2025

150.º aniversario de Antonio Machado.

Otros años hemos conmemorado los aniversarios literarios de muchos autores, este 2025 toca recordar a Antonio Machado. Numerosas conferencias y exposiciones celebran el sesquicentenario de uno de los grandes poetas de la generación del 98.

Antonio nació el 26 de julio de 1875 en la capital de Andalucía. Su padre era abogado, escritor y folclorista.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

Y un huerto claro donde madura el limonero.

“Retrato”, Campos de Castilla (1912).

Estatua de Antonio Machado de Antonio Pérez Almahan en Baeza (Jaén).
Imagen: Wikipedia. Autor: Huanghuibi.
En 1883 la familia se mudó a Madrid donde su abuelo aceptó la cátedra de zoografía en la Universidad Central. Antonio comenzó a estudiar en la Institución Libre de Enseñanza con Giner de los Ríos como profesor. Su vida en Madrid les llevó a pasar apuros económicos pero también convirtió a Antonio y a su hermano Manuel en asiduos de los círculos intelectuales. Antonio era un apasionado del teatro y llegó a entrar en la compañía de María Guerrero. Su gusto por la escena lo acompañó toda la vida, dedicándose, junto a Manuel, a escribir obras teatrales en las décadas de 1920 y 1930.

Antonio Machado por Joaquín Sorolla. Hispanic Society of America (Nueva York).
Imagen: Wikipedia. Dominio Público.
En 1899 los dos hermanos se trasladaron a París, donde Antonio perfeccionó su francés, trabajó como traductor y tomó contacto con los ambientes literarios. Su dominio de este idioma le llevó a conseguir una cátedra en Soria donde en 1907 conoció a Leonor Izquierdo. A pesar de la diferencia de edad, la pareja se enamoró y contrajo matrimonio.

Obras de Antonio Machado. Expuestas en la casa-museo de Segovia.
Imagen: archivo propio.

A finales de 1910 Antonio viajó becado a Francia llevando consigo a su esposa. Pero en julio del año siguiente Leonor enfermó y la pareja regresó a Soria. Antonio estaba escribiendo Campos de Castilla obra que su joven esposa pudo ver publicada. Llevaban solo tres años de matrimonio cuando la tuberculosis se llevó a Leonor. El poeta, deprimido e incapaz de permanecer en la ciudad donde conoció al amor de su vida, solicitó su traslado. Consiguió plaza como profesor en un instituto de Bachillerato de Baeza. 

Aula donde impartió clases Machado en Baeza.
Imagen: archivo propio.

En 1919 se mudó a una modesta pensión de Segovia y participó en la fundación de la Universidad Popular. En 1927 fue designado para ocupar la silla V de la Real Academia Española. Nunca llegó a terminar su discurso de ingreso. Sí lo hizo su hermano Manuel con la silla N.

Habitación de Machado en la pensión de Segovia.
Imagen: archivo propio.
Cartas a Guiomar.
Casa-museo de Machado en Segovia.
Imagen: archivo propio.

Durante nueve años Machado dedicó poemas de amor a Guiomar, su misteriosa musa. Fue ella misma la que confesó su identidad en sus memorias publicadas a título póstumo en 1981. Bajo el nombre de Guiomar se encontraba la poetisa y dramaturga Pilar de Valderrama. Cuando conoció a Machado en 1928 estaba casada y era madre por lo que su relación fue secreta y platónica.

En 1932 le otorgaron una cátedra de francés en Madrid, ciudad donde residían su madre, su hermano José y familia. Antonio se trasladó a vivir con ellos. Pero en 1936 tuvieron que emprender un viaje cuyo destino era el exilio. Antonio Machado murió de neumonía a los pocos días de su llegada a Francia, era 22 de febrero de 1939. Su madre le sobrevivió tres días. Los enterraron en el cementero de Colliure, donde aún permanecen. José descubrió en el gabán de su hermano un papel con los últimos versos que escribió:

Estos días azules y este sol de la infancia.

La prensa francesa lamentó el fallecimiento de Antonio Machado y lo elogió como uno de los grandes poetas españoles.

Caminante, son tus huellas

El camino, y nada más;

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino,

y al volver la vista atrás,

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar.

Proverbios y Cantares (1912).

"Cantares". Canción de Joan Manuel Serrat homenaje a Machado que incluye sus versos.
En Youtube. Música y letras.

sábado, 28 de junio de 2025

Blancanieves.

The Walt Disney Company se ha embarcado en proyectos muy arriesgados a lo largo de sus más de cien años de historia. Algunos han llevado a la compañía al borde de la bancarrota y otros han sido un clamoroso éxito. El propio Disney fue el primero en empeñar su patrimonio personal cuando creía en un proyecto, aunque tuviera que enfrentarse a toda la profesión para defenderlo. Eso ocurrió con “la locura de Disney” como llamaba Hollywood a su idea de hacer un largometraje de dibujos animados. Todos estaban convencidos de que sería un fracaso total y que ahí acabaría su carrera. Pero esa “locura” resultó ser Blancanieves y los 7 enanitos (1937) el mayor éxito de público y crítica de la empresa durante décadas. 

Filmaffinity y The Walt Disney Company
Blancanieves (1937)
Imagen: Filmaffinity y
The Walt Disney Company.

¿Qué hubiese pasado si Hollywood hubiera estado en lo cierto y Blancanieves hubiese fracasado? ¿Se habría rendido Walt Disney? ¿No tendríamos esas joyas como Cenicienta, La Bella Durmiente, La Bella y la Bestia o Mary Poppins? Nunca lo sabremos porque, afortunadamente, Blancanieves impresionó a todos. En el año 1937 los cines se llenaron para ver un cuento de hadas en dibujos animados, color, sonoro, musical y con innovaciones técnicas. Marcó un hito, escribió su nombre con letras de oro en la Historia del Cine y Walt recibió un Oscar y 7 miniaturas como reconocimiento.  

El cuento de Blancanieves nunca estuvo entre mis preferidos. Tampoco me gustan esas películas en acción real que la Compañía Disney está haciendo en los últimos tiempos. La única versión que me agradó fue La Bella y la Bestia (2017) y eso que la animada y el musical habían puesto el listón muy alto. 

The Walt Disney Company.
La Bella y la Bestia en imagen real (2017).
Imagen: The Walt Disney Company.

He visto pocas de acción real y no pensaba ver Blancanieves. Pero, a veces, cuando todo el mundo se empeña en algo, consiguen el efecto contrario. Las reseñas negativas llamaron mi atención. Aún no estaba en cines y las malas críticas fueron tan abrumadoras que Disney retrasó su estreno, incluso, rehizo la película

Todos decían que no se debía haber actualizado la historia clásica. No tuvieron en cuenta que ya hay muchos ejemplos de princesas Disney a las que no les da un flechazo ni necesitan ser rescatadas por un príncipe (desde La Bella y la Bestia hasta Frozen, 2013).

The Walt Disney Company.
Frozen (2013).
Imagen: The Walt Disney Company.

Muchos de los que habían alabado la elección de Halle Bailey para La Sirenita (2023) y llamaron racistas a los que argumentaban que Ariel debía ser de piel blanca y cabello pelirrojo, ahora les parece un error que Rachel Zegler (de ascendencia latina) encarne a Blancanieves. Durante el rodaje Rachel concedió entrevistas en las que habló de feminismo y política. ¿Puede ser que eso les molestara más que el hecho de que ya no fuera “blanca como la nieve” sino “nacida en una noche de tormenta de nieve”? 

Las declaraciones de Peter Dinklage sobre lo estereotipados que estaban los miembros de la comunidad con enanismo, empujó a Disney a transformarlos en seres mágicos del bosque y que no fueran encarnados por intérpretes de carne y hueso. Y esto disgustó a los actores y horrorizó al público. 

Sí, el fracaso ha sido estrepitoso y ha supuesto grandes pérdidas para la compañía. Incluso ha paralizado proyectos de live action que estaban en marcha.

Tres versiones de Blancanieves
que se estrenaron en 2012.

En mi modesta opinión la película tiene sus aciertos: Blancanieves no es una niña tonta, dejó de serlo ya en versiones anteriores que nada tenían que ver con Disney como Mirror, Mirror (Tarsem Singh, 2012), Blancanieves y la Leyenda del Cazador (Rupert Sandrers, 2012), Blancanieves (Pablo Berger, 2012) o Blancanieves: un cuento de terror (Michael Cohn, 1997). No hay príncipe encantador, en su lugar tenemos a Jonathan, una especie de Robin Hood que me recuerda a Flynn Rider de Enredados. El film tiene muy buena fotografía y una estupenda banda sonora compuesta por los creadores de El gran Showman y La, la, land.

Aunque, ni de lejos, se acerca a los clásicos Disney, tampoco podemos calificarla como un horror. Creo que en las críticas negativas han pesado más asuntos externos a la propia película. Muchos reprochan a la factoría Disney haberse vuelto “progre” y ser “políticamente correcta”.

Imdb y The Disney Company.
Blancanieves (2025)
Imagen:Imdb y The Disney Company

martes, 27 de mayo de 2025

Un mito artificial, una historia real.

Los mitos surgen de la tradición oral que se transmite de generación en generación y que quizá alguien, en algún momento, pone por escrito. Pero ni siquiera esto asegura que el relato no vaya a sufrir alteraciones y, mucho menos, que vaya a perdurar milenios y a popularizarse en otras culturas.

Pero, ¿podríamos crear un mito artificial? Es decir, ¿seríamos capaces de inventar un relato nuevo con una finalidad específica, alzarlo a la categoría de mito universal y esperar a que se mantenga inalterable con el paso de los siglos? Resulta que en 1984 alguien lo intentó con una intencionalidad muy loable: salvar a la humanidad futura. 

Icono de peligro radiactivo.
Imagen: IA Gemini

Esta es una historia real que ya nos había contado Umberto Eco y que Javier Sierra nos relata en el último capítulo de su libro El mensaje de Pandora. Desde internet puede accederse al informe completo de este héroe particular que armado con la filosofía, la lingüística y la semiótica se embarcó en una misión muy especial. Era Thomas A. Sebeok y pertenecía al Centro de Investigación del Lenguaje y Estudios Semióticos de la Universidad de Indiana. 

Nunca fue un secreto que desde que se comenzó a trabajar con la energía nuclear se generaron toneladas de residuos radiactivos que había que mantener lejos de las personas. Pero la sorpresa llegó cuando la Oficina para el Tratamiento de Residuos Nucleares de Ohio le planteó el problema al doctor Sebeok. Había que encontrar el modo de señalizar el peligro mortal que suponían aquellos miles de barriles sellados para que, hasta en el futuro más lejano, pudieran entenderlo. Todos eran conscientes de que la radiactividad de aquella basura duraría 10000 años y querían advertir a los habitantes de aquel tiempo.

Sebeok se puso a trabajar en ello. Era un problema que parecía no tener solución porque él sabía que dentro de 10000 años la sociedad que había generado aquellos residuos, su idioma y sus símbolos ya no existirían. Cualquier advertencia escrita, dibujada o señalizada carecería de sentido para las personas del futuro. En este caso ni la tecnología era una solución, porque quedaría obsoleta y no se reproduciría la imagen o el mensaje.

Mirando atrás en el tiempo, nosotros mismos, sin ser especialistas en semiótica, entendemos las dimensiones del problema. ¿Hay algún aviso de diez mil años de antigüedad que haya llegado hasta las sociedades actuales de forma inalterable e inequívocamente comprensible?

Pensemos en los relatos más populares y antiguos que tenemos. Los que vamos a mencionar tienen una datación discutida y utilizaremos una orientativa que defienden muchos estudiosos.

En el imaginario colectivo está el cuento de Cenicienta. De él nos hablaba ya Taun Cheng-Shing en el siglo IX, indicando que era una historia que se contaba mucho tiempo atrás. Pero en 1893 Marian Emily Roalfe Cox publicó el libro Cenicienta, 345 variantes. Lo conocemos, pero no sabemos cuándo y cuál fue su versión original. 

Necesitamos otro ejemplo más remoto: El Antiguo Testamento. Muy extendido por formar parte de los libros sagrados de varias religiones muy importantes. Las pruebas documentales lo datan alrededor del año 600 a. C. aunque hay quienes afirman que cuentan hechos acaecidos en el siglo IX a. C. 

También tenemos La Ilíada y la Odisea relatos orales que se remontan al siglo XIII a. C. , y que dejó por escrito en el siglo VIII a.C. Homero (aún no sabemos si fue un poeta o varios). 

¿Y los jeroglíficos egipcios? Algunos tienen más de 3000 años pero, aunque hubo quien los tradujo en la antigüedad, ese conocimiento se perdió y se transformaron en textos ininteligibles durante siglos. Hubo que esperar al descubrimiento de la piedra de Rosetta para que Champollion los descifrara en el siglo XIX.

Busquemos entonces el relato más antiguo del que tengamos constancia: la Epopeya de Gilgamesh. Es un texto sumerio y está incompleto. Se conservan tablillas fragmentadas en escritura cuneiforme que, hasta hace poco solo despertaban el interés de los especialistas. Hay que esperar a finales del siglo XIX para encontrar una traducción fiable en inglés. No es tan conocido para el gran público como el Antiguo Testamento (aunque también habla del diluvio) o la Odisea, pero es mucho más antiguo que estos textos. Cuenta la historia de un rey histórico que vivió en Uruk en el 2750 a.C. Pero estábamos buscando algo muy famoso, que todo el mundo supiera interpretar y que pudiera datarse en diez mil años. No, parece que no hay nada así.

Una de las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh en el Museo Británico.
Imagen: Wikipedia. Autor: Mike Peel. Permiso: CC-BY-SA-4.0.

Sebeok ideó una solución: había que recurrir al mito y alimentar la superstición. Tendrían que inventar una leyenda tan interesante como para que siguiera relatándose dentro de diez mil años, pero tan aterradora como para que nadie quisiera acercarse al lugar del que hablaban. Era exactamente eso, transmitir a cualquier sociedad que el cementerio nuclear sufría una maldición.

Y esto suponía otro problema: ¿cómo garantizar que fuera atemporal y que el mensaje continuara intacto a lo largo de tantos milenios? Junto al mito habría que crear una especie de casta sacerdotal atómica que mantuviera el relato, la maldición, el tabú, dentro del folclore o de la cultura mundial y la fuera adaptando al paso del tiempo. Tenía que ser un grupo multidisciplinar que incluyera a físicos nucleares, psicólogos, lingüistas y antropólogos. Debían mantenerse lejos de las corrientes políticas y económicas, pero al tanto de los cambios en la sociedad para trasmitir el mito y, llegado el caso, ser capaces de perpetuar el mensaje de peligro aunque ya ni ellos mismos lo comprendieran con exactitud. Pero tampoco ningún grupo “sacerdotal” había durado tanto tiempo.

El Human Interference Task Force (HITF) se encargó de estudiar la propuesta de Sebeok y la rechazó. Los cementerios nucleares siguen siendo un grave problema a día de hoy.

Imagen: IA Gemini.