Como soy muy buena y confiada, voy a desvelar unos
pocos secretos de esos que espero que nadie utilice en mi contra. Voy a fiarme
de vosotros.
Llegué hasta Te esperaré toda mi vida por curiosidad, tras leer una encuesta en una web de literatura. Preguntaban qué libro nos gustaría ver convertido en película y, sin que la web propusiera ningún título, un gran número de lectoras coincidían en el mismo: Te esperaré toda mi vida de Megan Maxwell. El porcentaje me resultó abrumador y las opiniones buenísimas. Todas las lectoras se habían divertido mucho con la novela, se habían reído, habían soñado, habían soltado alguna lagrimita y no habían podido dejar de leer. Lo recomendaban encarecidamente. Así que hojeé el argumento y me pareció una idea estupenda. La única pega que le encontraba era que pertenecía al llamado género de novela romántica, y ya sabemos que con esto, hoy en día, no se refieren a la decimonónica, precisamente.
Cuando era adolescente había leído unas viejas
novelitas de Corín Tellado que encontré en el fondo de un armario. Se dejaban
leer, aunque eran muy cándidas e inocentes, al menos las que cayeron en mis
manos. Quizá fueran de la primera época, en la que la censura no la dejaba
contar nada explícitamente y tenía que conformarse con insinuar. Las llamaban novelas
rosa y ella era la reina. Pero me gustaba que las chicas protagonistas tuvieran
su punto de rebeldía, aunque luego todas las historias terminaran en matrimonio
y en juramentos de amor eterno. Tiempo después supe que Corín había publicado
novela erótica, pero no he leído ninguna de estas obras.
Esa fue mi primera incursión en el género de novela
romántica si excluimos ese tipo de revistas femeninas y cómics que tanto me
gustaban en mi infancia como Jana o Esther.
La primera entrada de mi blog la dediqué a El diario de Bridget Jones de Helen
Filding, considerándolo una
actualización del argumento de Orgullo y
prejuicio de la inigualable Jane Austen. Quién se haya leído aquella
entrada sabe lo mucho que me gusta esa novela y que es uno de los libros con
los que más me he reído. Es cierto que a nadie se le oculta que, Bridget,
nuestra patosa protagonista tenía metida en la cabeza la idea de que cuando
encontrara el novio ideal todos sus problemas desaparecerían y llegaría la
felicidad absoluta. Pero también me parecía una joven de nuestro tiempo,
víctima de las presiones sociales que seguimos sufriendo las mujeres y que no
sabe cómo escapar de las ideas sobre “lo correcto” que han marcado la vida de
las féminas durante toda la historia.
Bridget quería encontrar el amor y finalmente ingresa por la puerta grande en el club de “petulantes casados” en una divertidísima
película titulada Bridget Jones Baby’s
que tan poco tiene que ver con la novela original.
Es solo ahora, tantos años después, cuando descubro
que este género, al que pertenece el gracioso Diario de Bridget Jones, se califica como chick lit, que podría
traducirse como literatura para chicas (“chick” significa chica y “lit” es la
abreviatura de literature). Hay muchas personas que lo consideran una
“evolución” de la novela romántica, donde la protagonista (siempre una chica
joven) es aparentemente moderna, trabaja y goza de independencia económica,
pero sigue perpetuando la idea de que el destino ideal es casarse y tener
hijos.
Así que sin saberlo y sin pretenderlo, con El diario de Bridget Jones volví a la
novela romántica, aunque la autora se hubiese cuidado de cambiar las escenas
que hoy consideraríamos ñoñas, por diálogos y encuentros repletos de humor.
Tras responder aquella encuesta de la web literaria de la que os hablaba al principio (por si a alguien le interesa, yo voté por convertir en película El último Catón de Matilde Asensi, que es una novela de aventuras con una buena dosis de investigación histórica) y tropezar con todas aquellas lectoras que coincidían en responder Te esperaré toda mi vida, ganando por goleada al segundo clasificado, Carlos Ruiz Zafón con La sombra del viento (que ya me había leído) me decidí a seguir el consejo y adentrarme en ese libro de Megan Maxwell a la que enmarcan, en algunas páginas como chick lit y en otras como novela erótica. Definitivamente, y sin ánimo de menospreciar a nadie, no es el tipo de literatura que me interesa.