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viernes, 30 de noviembre de 2012

Nombres inspiradores I



Todos guardamos en nuestra memoria esos maravillosos lugares a los que nos transporta la imaginación cuando leemos un libro o vemos una película. Muchos de ellos tienen entre sus numerosas virtudes un nombre evocador, precioso, perfecto. Con su sola mención viajamos en el tiempo a recuerdos de nuestra niñez, a ese tiempo en el que jugábamos, sonreíamos, llorábamos o nos escondíamos de la realidad en un castillo encantado, en un bosque mágico, en una playa desierta o en una librería fantástica.

¿Quién no ha deseado volar con Peter Pan al País de Nunca Jamás, visitar con Alicia el País de las Maravillas, viajar a Narnia, recorrer la Tierra Media, o curiosear en el Cementerio de los Libros Olvidados? En estos y otros lugares que nos trae el recuerdo de la lectura de nuestros libros favoritos, pensamos siempre con simpatía, nostalgia o ternura.

Cualquiera de nosotros podríamos mencionar una decena de fantásticos reinos, países o parajes creados en la mente de un escritor y transformados en un lugar universal para todos aquellos que hemos tenido la suerte de descubrirlos. Pero, si bien, sus nombres suelen ser hermosos y sugerentes, también existen lugares reales con nombres inspiradores que perfectamente podrían ser fruto de la imaginación y protagonizar una hermosa novela.

Castillo del Buen Amor.

Hay varias localidades en España que se llaman Villamor, nombre que da para escribir más de un poema, formar parte de un romancero o un cantar de gesta, en especial Villamor de los Escuderos, un municipio con poco más de medio millar de habitantes en la provincia de Zamora.

Y ya que hablamos de amores no podemos olvidarnos del maravilloso Castillo del Buen Amor (Salamanca) construido sobre unas ruinas del siglo XI y que fue propiedad de los Reyes Católicos. Declarado Monumento Nacional en 1931, puede servirnos de inspiración para una novela histórica que comenzaremos a escribir en el mismo castillo, por supuesto, en una de las habitaciones del actual hotel.

¿Quién no conoce el hermoso Monasterio de Piedra en Zaragoza? Sí, sí, los monasterios suelen serlo, pero ninguno tiene el honor de ser la primera cocina de España donde se preparó un chocolate. El cacao se lo entregaron los aztecas a Hernán Cortés y uno de los monjes que viajaba con el conquistador envió el cacao y la receta al Monasterio de Piedra donde probaron tan exquisito manjar. Como para escribir toda una novela de aventuras y, si me apuras, hasta una trilogía.

Monasterio de Piedra.

Otro lugar precioso con nombre imaginativo es la Playa de las Catedrales (Ribadeo, Lugo). En la pleamar, la playa esconde su tesoro, pero si paseamos por la orilla durante la bajamar descubrimos como la erosión ha construido en los acantilados de pizarra una suerte de arcos y arbotantes, como de ruinas góticas, y el viento arranca murmullos que a algunos les recuerda las notas de un órgano. Lugar perfecto para cualquiera de aquellos románticos creadores de una edad media fantástica, poblada de edificios en ruinas, lugares misteriosos y amores imposibles.

Playa de las Catedrales.

De misterios que no son de este mundo nos puede hablar la Torre del Diablo (Wyoming), lugar popularizado por la película “Encuentros en la 3ª fase”. Este impresionante cuello volcánico fue el primer lugar declarado Monumento Nacional de los Estados Unidos. Los numerosos visitantes se dedican a la escalada, la fotografía o la observación astronómica. Cuenta una leyenda india que su aspecto se debe a los zarpazos de un oso gigante. Terreno abonado para un relato sobre mitos antiguos, un cuento de terror o de… ciencia-ficción.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Reflexiones II: hay poesía.




Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!


Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas.


La poesía está en todas partes. Existió, existe y existirá para siempre. A uno le puede gustar más Garcilaso que Lope, preferir a Bécquer frente a Espronceda, juzgar más interesante la historia narrada por los antiguos juglares que el amor ferviente de Petrarca, pero siempre en su corazón habrá un rincón para la poesía. Incluso las personas que no son aficionadas a la lectura, aquellas que confiesan que se aburren con ella, o que no la comprenden, también están rodeadas de poesía. Quizá no se den cuenta, pero hay poesía en un pareado gracioso que alguien suelta sin pensar, en un piropo amable, en unas frases escritas en las redes sociales, en un lema que nos encontramos disfrazado de graffiti en una pared, o en un poema convertido en canción. El arte, el sentimiento, no están pasados de moda, no son algo exclusivo de amantes arrebatados o sesudos señores visitados por las musas. El arte nos rodea hasta en los momentos más insospechados, convivimos con él, nos refugiamos en él.


Queda en nosotros ese algo de asombro, esa mirada inocente, de aquellas personas que hace cientos de años, se quedaban pegadas al primer trovador que pasaba, a aquel juglar que cantaba amores, o relataba batallas, o a ese ciego que iba de pueblo en pueblo contando historias. Queda la emoción de un poema de amor desgarrado, de un soneto reflexivo, o de un cuarteto triste. Queda la sonrisa en los labios con una chanza pareada, un cotilleo rimado de este o aquel individuo, una punzante broma. Queda una lágrima suspendida en los ojos al oír una bella melodía acompañada de una letra conmovedora, aunque sean malos tiempos para la lírica y Shakira diga: “(…)  Y que se muera hoy hasta el último poeta, pero que me quedes tú, y me quede tu abrazo y el beso que inventas cada día (...)" ¿acaso no es eso una muestra más del amor y la emoción de la que habla la poesía?

A lo largo del tiempo mucha gente ha vivido, malvivido, sobrevivido o muerto por la poesía. A veces es lo único que tenemos, lo único que podemos dar. Desde aquellos que iban de pueblo en pueblo viviendo de las limosnas, hasta el día de hoy no ha cambiado tanto el mundo… o no hemos cambiado nosotros. 

Existían en muchas ciudades los piropeadores profesionales, y no me refiero a esos hombres que lo tienen como parte de su oficio y que sueltan requiebros a todas las mujeres que pasan, sino aquellos que perseguían a la dama lanzándole amorosas palabras hasta que la joven, ya cansada y un tanto avergonzada, tenía que soltarles una moneda. Ellos la recibían con agradecimiento y se dedicaban a seguir a otra señora hasta que al cabo del día reunían un jornal. Sí,  molesto, acosador, pero esa fue la supervivencia de algunos poetas y de muchos farsantes con labia.

Ahora, con más vergüenza y arte, podemos encontrarnos en cualquier rincón de una ciudad a un muchacho sentado en el suelo, con folios sobre una carpeta que sostiene en el regazo, escribiendo poemas improvisados, ante la mirada atenta de una invisible musa, del hambre y del ingenio. A sus pies puede leerse un cartel que reza:

“Te regalo mi poesía por la voluntad”

Gracias a ese muchacho salmantino, a su imaginación y al desconcierto y tristeza que me dejó en la mirada, no me sorprendí cuando un joven llamó a mi puerta una tarde y al abrirle me dijo:

“Vendo poesía por la voluntad”

Unas cuartillas fotocopiadas y dobladas a modo de cuadernillo y un semblante serio eran todo su patrimonio y me lo tendía con sinceridad. Yo le di dos euros y me sonrió antes de probar suerte en otro edificio.

Cada cual da lo que tiene y hay personas que tienen poesía.