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miércoles, 21 de marzo de 2012

El mundo está lleno de faltas de ortografía.


El mundo está lleno de faltas de ortografía y… nuestros cuadernos también.  A veces son fruto de un descuido, del desconocimiento o la confusión. A veces se cuelan en nuestros escritos sin que nos percatemos de su presencia.  Si dudas de una palabra, la buscas en el diccionario, pero lo peor es cuando ni te planteas que la palabra lleve esa “tara”.

Dicen que leer es una buena forma de ir corrigiendo faltas de ortografía sin darte cuenta, pero ocurre que si el libro es bueno, si te interesa la historia, si está bien redactado, las palabras desaparecen de sus páginas y tu imaginación te sumerge en las descripciones. Pero admito que el subconsciente está ahí, atento, y en ocasiones una errata puede sacarte del trance hipnótico de la narración para despertarte con una auténtica bofetada. Sin embargo, también puede ocurrir que el ojo se acostumbre a las faltas de ortografía y ya no las perciba como tales.

Hoy en día poca gente escribe a mano. Se está perdiendo esa bonita experiencia de dibujar tus propias letras a tu estilo, con tu sello y tu personalidad. Ahora las letras están uniformadas en un teclado de ordenador. En los siglo XIX y XX todas las personas cultas tenían que hacer su caligrafía y esmerarse en copiar, lo más fielmente posible, las letras, las palabras que tenían ante sus ojos. Por supuesto siempre hubo algún rebelde que, cuando se vio lejos de la mirada atenta del profesor, escribía a su aire dejando un trazo por aquí, quitando un rabillo por allá. En el momento actual, parece que nos hemos librado de la tiranía de la caligrafía, que tenemos libertad para poder adoptar nuestro propio tipo de letra, sin embargo, lo extraño y hasta lo mal visto es escribir “a mano”. Es raro ver una carta escrita a mano, es que ya ni se mandan cartas, sino e-mails, sms o whatsapp. Por supuesto, da muy mala imagen poner un cartel escrito a mano en tu negocio, aunque sea para decir que vuelves en diez minutos.

Nuestra nueva tiranía es el teclado del ordenador, el teclado (táctil o no) del móvil y nuestra urgencia el escribir más cosas con menos palabras. El chaval que piense que las abreviaturas se han inventado con los sms está muy equivocado. Todos los estudiantes hemos utilizado estos métodos para poder tomar apuntes de lo que comentaban nuestros profesores, las cartas oficiales siempre han abreviado los tratamientos y taquígrafos han existido siempre, incluso antes de que se inventara la taquigrafía había más de uno que abreviaba como buenamente podía para poder seguir el discurso de su jefe, como le ocurría al “secretario” de Cicerón, hombre de muchas, muchísimas palabras.

Este lenguaje “moderno” comenzó por el precio de los sms. Había que decir lo máximo en 160 caracteres, porque había que procurar no enviar dos. Ahora la gente escribe tanto y la tecnología está tan avanzada que ni saben que los mensajes se encadenan aparentando ser uno solo y luego reclaman que en la factura se les ha cobrado tres, no piensan que han escrito tres. La mayoría comenzó eliminado los espacios, perolaspalabrasseguidassonmolestasy hacendañoalacomprensiónyalavista, luego quitando letras, después poniendo símbolos y quitando las vocales (escribir solo con consonantes es tan moderno que ya lo hacían los antiguos egipcios). La primera letra en desaparecer fue, por supuesto, la “h”, que para eso es muda. Si no se pronuncia, no se escribe. Pero pronto camparon a sus anchas las faltas de ortografía en los sms. Sí, ¿por qué poner una ”v” en lugar de una “b” si ocupa un carácter igualmente? Ahí tiene mucho que ver el uso de los correctores. En cualquier procesador de texto que se precie se señala la palabra que contiene una falta de ortografía (o simplemente, las palabras que no están almacenadas en su memoria, como las poco frecuentes, las técnicas o los nombres propios). Esto, a priori, es una maravillosa ventaja. Pero como estos procesadores son programables, pronto pasaron de señalar la falta de ortografía a corregirla directamente. Ya no somos conscientes de que la palabra en cuestión no se escribe como nosotros pensamos que se escribe. Seguimos utilizándola así en los otros ámbitos de nuestra vida, donde no existen correctores ortográficos. En cualquier red social podemos ver multitud de faltas de ortografía, hasta el punto de que ahora lo mal visto, lo poco moderno, lo pedante es escribir correctamente.

A veces pienso en los e-mails, en esos fantásticos correos instantáneos que tanto utilizo, pero también en las clásicas cartas, en la vida de las personas que conocemos por las cartas que enviaron, en esas historias que contaba Vicent van Gogh a su hermano Theo, en las confidencias de las hermanas Brontë… en todas esas cosas que no sabríamos sin ellas, en las cosas que no sabremos sin ellas. Ahora todos nos carteamos con los e-mails. Admito que me gustan, que los utilizo a diario y que soy la primera que pone un sms en lugar de llamar. Pero quedan en el ciberespacio, en una realidad intangible, en un correo con clave personal que puede borrarse, que se borrará si no se utiliza durante determinado tiempo…

Manuscritos de las hermanas Brontë sobre "Angria"

No estoy en contra de la tecnología, la utilizo a diario, trabajo con ella, hay que aprovechar lo que nos da. No estoy en contra de que el lenguaje se adapte a los nuevos tiempos, mucho tarda el diccionario en recoger nuevos términos, mucho tarda en hacer desaparecer los superados.  Pero me gustan los manuscritos, me gustan las cartas con su sobre y su sello.


domingo, 4 de marzo de 2012

Algunas Torres


Las torres son unas de las construcciones más llamativas que adornan las poblaciones. Las encontramos en forma de campanario, alminar, faro o fortaleza, entre otras utilidades. Siempre han sido un lugar de vigilancia y observación, una señal en la lejanía, un símbolo y han ofrecido unas hermosas vistas.

La historia está jalonada de torres, famosas y no tanto, que han desafiado la altura, los conocimientos arquitectónicos y, en ocasiones, la gravedad. No hablo, naturalmente, de esas torres modernas concebidas para que su inclinación nos llene de asombro, sino de esas otras a las que la gravedad amenaza con ganar la batalla. Lamentablemente, a lo largo del tiempo nos encontramos con relatos de torres inclinadas que han sucumbido porque la gravedad acaba imponiendo su ley. En España tenemos buenos ejemplos de torres mudéjares que se han derrumbado, con o sin la ayuda del hombre.

Una de las más famosas torres inclinadas mudéjares hoy desaparecidas es la Torre Nueva de Zaragoza, que presentó la inclinación poco después de ser construida debido a que su basamento no fraguó correctamente y, aunque intentó reforzarse, no pudo ser corregida. La torre no tardó en convertirse en símbolo de la ciudad, lo que no la salvó de ser demolida en 1892 con el pretexto de que amenazaba ruina. Muchas voces se levantaron en contra de esta decisión, pero no consiguieron salvarla.

Vista de la Torre Nueva de Zaragoza.

Otra famosa torre inclinada hoy desaparecida es el campanario de San Marcos en Venecia. El que se puede contemplar en la actualidad es una reconstrucción. El original sufrió un fuerte terremoto y serios daños ocasionados por rayos que la alcanzaron a lo largo de su historia. Aunque intentó repararse, nada pudo hacerse cuando en 1902 se descubrió una gran grieta en una de sus paredes, a los pocos días la torre se desplomó.

Campanile de San Marcos.

Por suerte, hay otras muchas torres inclinadas que siguen en pie hoy en día y que prometen permanecer así durante muchos años. La que ostenta el grado de mayor inclinación es la Torre de Suurhusen en Alemania. No tan inclinadas, pero más conocidas, son las torres Asinelli y Garisenda en Bolonia(Italia). Esta última mencionada en varias obras de Dante.


Torre de Suurhusen.

Torres de Bolinia.

Sin duda, la torre inclinada más famosa del mundo es la Torre de Pisa. Esta torre también comenzó a inclinarse durante su construcción y ha tenido que ser “contenida” varias veces a lo largo de su historia. Además es legendaria, pues se afirma que desde su parte superior Galileo hizo el famoso experimento de la aceleración de los objetos, pesados y ligeros, al caer. Y es esa famosa torre que siempre nos mencionaban en los problemas del colegio cuando nos pedían calcular el tiempo que tarda en caer un objeto desde una altura determinada y que yo, en mi inocencia, pensaba que daba exactamente igual, puesto que siempre caería antes de que lograra calcularlo.

Comparativa de las más famosas torres inclinadas en la actualidad.

Como anécdota debo confesar que yo era una de esas personas que creían que la Torre de Pisa era famosa por ser una de las torres inclinadas que siguen en pie. Lo pensaba hasta que un día tuve la suerte y la emoción de encontrármela de frente y comprobar que es una de las construcciones más bellas del mundo.

Torre de Pisa.