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jueves, 26 de enero de 2012

Libro vs E-book


Ahora parece que empieza la guerra en serio entre los e-books y los libros de papel o quizá entre las editoriales. Personalmente creo que no hay nada igual a tener un libro tangible entre las manos. Es incomparable el tacto, el olor, la belleza del negro sobre blanco, la entrega con la que se decide la cubierta, la ilustración, el color… Sí, los e-books son más prácticos, llevas contigo en poco más de 100 gramos más de mil libros y puedes leer en cualquier lugar, pero no creo que terminen desplazando completamente a los libros en papel. Si me gusta mucho un libro me lo compraré en papel o lo regalaré a algún amigo. No me veo con las estanterías desiertas de libros, sería extraño, sería triste. Estoy acostumbra a ver en mi casa cientos y cientos de libros y si no los tuviera me parecería que falta algo, que la casa está casi vacía.



Pero hay que admitir que los libros tienen un precio muy alto en nuestro país y que en muchas ocasiones no están al alcance de todos, la mayoría esperamos a que salga la edición de bolsillo para comprar todos los que hemos ido apuntando en una lista imaginaria de historias por leer. 

No creo que los escritores se lleven buena parte del dinero que pagamos por las obras, de hecho es bien conocido que en España siempre “escribir es llorar de hambre” como dijo aquel.

Los e-books pueden abaratar los precios, ya que nos ahorramos toda la labor de impresión y lo que ello conlleva, pero también corremos el peligro de que las obras pululen por ahí, entre páginas piratas y “coleccionistas” de  cosas que descargarse y nunca ver o leer… que los hay y muchos. No es justo que el trabajo, el esfuerzo, la imaginación y la ilusión de los escritores se pierda porque fulanito o menganito no quieran pagar un precio razonable por la obra. Nadie debería pretender que otra persona trabaje gratis para él.  Pero las ediciones digitales deben, forzosamente, tener menos costes de producción, por lo que sería razonable que los libros tuvieran un precio bastante más bajo que la edición en papel. Si se trabajara en este sentido creo que disminuiría la piratería porque si la obra que tanto deseo tener me va a costar tres o cuatro euros, los pago, contribuyo al éxito editorial del libro, a la economía del autor y a que el arte de la literatura siga adelante. La inmensa mayoría de los lectores lo pagarían, no merece la pena pasarse una tarde buscando en cuanta página pirata se cruce en el  camino para luego acabar con solo unos fragmentos o una edición “adulterada”.



Antonio Fraguas en su artículo “Guerra abierta por el precio del libro” en elpais.com del 8 de enero de 2012, cita una frase  de  Rosa Montero:

“Hemos perdido un tiempo preciosísimo por navegar en contra de las nuevas tecnologías (…) Esta lentitud ha favorecido a los piratas y ahora parece que los únicos que tenemos que dar las cosas gratis somos los creadores, cuando nadie se plantea no pagar por el aparato para leer”.

… No demos ideas, o mejor dicho, malas ideas. No tardará en llegar el día en que también se pidan los aparatos gratis. Esto puede convertirse en un círculo vicioso, en una vorágine de consumismo de la que no se librará ni la tecnología ni el arte. Puede que suene surrealista, pero este diálogo puede no estar tan lejos como creemos…

Lector Descarado: ¿Qué me dará si compro su libro?

Autor Famoso (léase el nombre de su escritor favorito): las gracias por interesarse en esta obra y mi deseo de que sea de su agrado.

L.D. ¿No va a regalarme un e-book para que pueda leerla?

A.F. Si no tiene e-book puede adquirirlo en cualquier tienda…

L.D. Pues si no me regala un e-book no voy a poder leer su obra, porque si no tengo donde leerla no voy a comprar su último libro para nada.

A.F.  El e-book tendría usted que pedirlo a la marca que lo fabrica, yo de eso no entiendo mucho. En todo caso puede comprar la edición en papel así no necesitará un aparato electrónico. Le basta el libro y su imaginación.

L.D. Ya… Pero Menganito (léase otro escritor famoso) me ha prometido que me dará un e-book gratis si le compro sus últimos tres libros.

A.F. ¿…? No creo que le haya dicho eso.

L.D. ¿Me está llamado mentiroso?

A.F. ¡No, no! ¿…? Le van a encantar sus libros, yo también soy seguidor suyo.

L.D. ¿Cómo? ¿Es que no le importa que no lea su última obra?

A.F. Puede usted leer la de Menganito y la mía, una cosa no está reñida con la otra.

L.D. O sea, que a usted no le intereso como lector. Es lo que parece puesto que no me iguala la oferta que me ha hecho Menganito. En ese caso no volveré a comprar un libro suyo.

A.F. Es su decisión.

L.D. Además les diré a mis familiares y amigos que no compren ninguna de sus obras. Es usted un pésimo escritor.



sábado, 14 de enero de 2012

Hechos reales: lo que unen los libros.


Cierto día en el trabajo, al ir a saludar a una amiga, vi sobre la mesa de una compañera un grueso libro. Estaba escrito en italiano y reunía las obras de Jane Austen. Yo conocía varias de ellas, pero no todas las que pude leer en la cubierta. En principio me dio vergüenza, ya que nunca había cruzado palabra con la compañera, pero me decidí a comentarle lo que me gustaba esa autora y así comenzamos una interesante conversación sobre estos libros y las versiones que se han hecho para la pequeña y gran pantalla.



En otra ocasión, estando también en el trabajo atendiendo a mis obligaciones no pude evitar escuchar una conversación entre dos compañeras con las que tampoco había tenido oportunidad de hablar anteriormente.

Una le decía a la otra:

-“ …Entonces el padre lo llevó a un lugar llamado el Cementerio de los Libros Olvidados.”

Inmediatamente levanté la cabeza y las miré con curiosidad.

-Es un libro precioso, pero no recuerdo el título…

No aparté la vista de ellas, descaradamente, aún siendo una falta de educación, estaba deseando que me descubrieran.

La compañera que no recordaba el título se percató de mi insolencia, pero lejos de apartar la vista y disimular, la seguí mirando fijamente y le sonreí asintiendo con la cabeza. Ella lo comprendió de inmediato. De repente hubo un lazo que nos unió.

-Sabes de qué libro estoy hablando ¿verdad?- me preguntó como si nos conociéramos de toda la vida.

-De “La Sombra del Viento”.

Desde entonces cuando nos cruzamos por los pasillos de nuestra gran empresa, nos saludamos con una sonrisa.

¡Lo que unen los libros!